Ya están las primeras Cruces de Guía inundando nuestras calles de primavera.
miércoles, 13 de febrero de 2013
Entrada Triunfal
Al acercarse a Jerusalén y llegar
a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles
“Id a la aldea que tenéis enfrente y encontraréis enseguida un asna atada, con
un borrico al lado; desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, le
responderéis que el Señor los necesita y que enseguida los devolverá”. Esto
sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del Profeta. “Decid a la hija
de Sión: Mira, tu Rey viene hacia ti con mansedumbre, sentado sobre un asna, sobre
un borrico, hijo de animal de carga”. Los discípulos marcharon e hicieron como
Jesús les había ordenado. Trajeron el asna y el borrico, pusieron sobre ellos
los mantos y Él se montó encima. Una gran multitud extendió sus propios mantos
por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino. Mateo 21, 1-8.
Blanca rosa de primavera
Era una tarde-noche como otra cualquiera, volvía
a casa por una calle sin demasiada luz, y de repente una leve brisa me regaló
un dulce olor a incienso… Al momento se me metió una idea en la cabeza: ¡Ya
viene! Cerré los ojos un instante y al abrirlos la calle pareció iluminarse por
la candelería de tu palio, radiante. La melodía de una marcha pareció arroparse
entre las fachadas. Pareció que la mirada de tu pueblo se dirigía, una vez más,
hacia tus ojos. Y me pareció ver en tu mirada el consuelo tan dulce de siempre
y en tus manos la más tierna caricia a tu gente, como todos los años. El
susurro de una oración parecía recorrer las aceras. Tus varales parecieron
cimbrear coqueteando con las caídas del palio, a compás de la marcha. Y esa
brisa que me había brindado el más puro de los olores pareció querer colarse
entre las bambalinas del palio que respiraban olor a rosa blanca. ¿Cuántas
veces habremos envidiado a la brisa que, impregnada de esa esencia de rosa
blanca, deambula por las calles cualquier día de nuestra Semana Santa? Poder
recrearse con el suave vaivén de tus varales, tu manto, tu palio... Poder
acariciar la tez bendita de nuestra Madre, estar tan cerca de sus ojos, sus
manos… Tan cerca de Ella.