(…) lo crucificaron junto con los malhechores, uno a
su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: "Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen". Lc
23 33-34
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba,
diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que
sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos
nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús,
acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino". Él le respondió:
"Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso". Lc 23 39-43
He sido como un leño a la deriva en el río de mi
existencia. En la cadencia de mi monotonía tropecé en miles de ocasiones con
las piedras del sendero, empeñándome en despeñarme por el abismo de mis deseos
y mis tentaciones. Y ahora, después de tantas equivocaciones, llegaste a mi ribera
para hablarme de tu luz, para contarme que tu Padre es mi Padre; que como buen
padre olvida los desprecios del pródigo, perdonando con una sonrisa mis culpas
y mis faltas, con el infinito sacrificio que destila tu presencia en el cadalso
de los pecados del universo. Y mi corazón envuelto en oscuridad sintió tu
llamada y entendió tu mensaje… y sentí que un venero de esperanza comenzó a derramar
sobre mi espíritu el néctar de la Palabra, de la contrición, de la frescura de
tu Amor verdadero, y descubrí, comprendí, que Tú eres Dios. Porque sólo Dios
puede indultar la lejanía de mis hechos y perdonar al mismo tiempo al verdugo
que te ha golpeado… el que ha perforado tus manos y tus pies para clavarte en
este madero que no mereces. Sólo Dios puede perdonar los pecados de la
humanidad…