Las primeras noticias constatables que poseemos sobre la devoción rociera cordobesa son de alrededor de 1930 e incluso es probable que se remontasen a algunos años antes. Dos son las fuentes en que sustentamos esta aseveración. En primer lugar el testimonio oral de dos participantes en aquellos lejanos cultos como son Dña. Dolores Eraso Salinas y Dña. Pepita García Natera que aún recuerdan aquellas vivencias. Ellas informaron de que fue el famoso rejoneador D. Antonio Cañero quien ejercía de Hermano Mayor y quien mandó confeccionar el Simpecado, encargando la pintura de la Virgen del óvalo central a Julio Romero de Torres.
Estos datos se respaldan con el informe realizado por la directora de los museos municipales de Córdoba, Dña. Mercedes Valverde Candil, que acompaña al acta notarial del depósito que la Hermandad realizó de dicho Simpecado en el Museo de Julio Romero de Torres. En él, dicha especialista certifica que la pintura del Simpecado es obra del citado pintor y que por referencia oral de Rafael, Amalia y María Romero de Torres se conoce que fe encargada al célebre artista por el rejoneador D. Antonio Cañero. Y fecha su ejecución hacia 1929 – 1930, siendo uno de sus últimos trabajos, ya que murió en 1930. El advenimiento de la II República en abril de 1931 no facilitó la práctica de esta manifestación pública de religiosidad popular por razones conocidas. Sin embargo, en 1935, volvemos a tener noticias de esta devoción rociera que vuelve a emerger como el Guadiana. El 14 de mayo de 1935, un grupo de rocieros cordobeses se dirigía al Obispo solicitando poder asistir en grupo al Santuario almonteño en las inminentes fiestas de Nuestra Señora del Rocío.
Al analizar la breve instancia observamos que la única demanda incluida era que se le concediera autorización provisional a fin de poder desplazarse colectivamente a dichos actos religiosos que se desarrollarían el 8 de Junio de aquel año. En el documento se argumentaba la escasez de tiempo para erigir la hermandad canónicamente y elegir su junta directiva. Y terminaba la solicitud suplicando: “se digne autorizar con carácter provisional el que por este año y en tanto queda para el próximo y venideros constituida la hermandad cordobesa de Nuestra Señora del Rocío, podamos asistir en colectividad los devotos cordobeses a los referidos actos religiosos”. Dicho documento fue cursado por D. Luis Ruiz de Castañeda y Aguilar, inspector técnico del Timbre, y avalado por una cincuentena de firmas de miembros de conocidas familias de la burguesía cordobesa de la época, como los Baquerizo, Fragero, Herruzo, Natera, Sepúlveda, Sotomayor… pero sobre todo destacaban las firmas de personajes célebres del mundo taurino como Antonio Cañero, Rafael Guerra “Guerrita”, y Rafael González Madrid “Machaquito”. A esta solicitud acompañaba un anteproyecto de estatutos, fechado el 15 de mayo de 1935.