Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”. Mateo 26, 47-49.
No hay dolor más grande que el desprecio de los
tuyos, el rechazo de tu entorno, de tu gente y tus amigos. El olvido es consustancial a la condición humana e inexorablemente, el tiempo empuja al silencio y a la desmemoria, pero el
daño de sentirte traicionado por quien vivió tantas cosas a tu lado es infinito... hiere los corazones más poderosos con la daga del lamento, del odio y de la
vergüenza.
Él bebió de tu copa, comió de tu mano y respiró el mismo aire que acarició tu Majestad. Y sin embargó besó tu mejilla para delatarte y que fueras entregado a esa jauría asesina que quiere tu muerte, que late venganza. Entregado por el que te acompañó en la senda de los
días. Qué inmenso dolor ser rechazado y traicionado por quien prostituyó la
amistad... repudiado por esta humanidad ingrata que no ve más allá de la
avaricia y la soberbia cotidiana. Y mientras Tú, en tu eterna grandeza,
ofreciéndote como un cordero al sacrificio por devolvernos la luz y la
libertad…
Él bebió de tu copa, comió de tu mano y respiró el mismo aire que acarició tu Majestad. Y sin embargó besó tu mejilla para delatarte y que fueras entregado a esa jauría asesina que quiere tu muerte, que late venganza.