“Te convertirás en el decimotercero, y serás maldecido por las estirpes,
y llegarás a prevalecer sobre ellas”.
Sobre una incipiente loma el ronco y escalofriante aullido de un escuálido perro, violenta los nuevos sueños haciendo añicos el silencio de la noche. Diseminadas hogueras con su ígnea danza crepitante, resaltan la temblorosa forma de un hombre, que apoya su frente sobre el gélido muro del templo. Henchida la escena de simbolismo, con los brazos abiertos e impregnando la sacra piedra con sus manos laceradas, ofrece un puente de sangre entre lo terrenal y espiritual, en un desesperado intento de no desfallecer y sentir en su interior la voz del Dios reconfortante. Cerca de él avivan el fuego con hojas de palmera secas y resina de mirra, que exhala su profundo amargor acrecentando su atormentada figura.