Estamos habituados a que las hermandades experimenten bruscos cambios de estilo que afectan a su devenir cotidiano y a la manifestación de lo que son cuando un día al año se convierten en cofradía. Partamos de la base de que no pretendemos en absoluto sentar cátedra ni expresar opiniones dogmáticas. No caigamos en la tentación de mostrarnos justamente como aquellos cuya actitud llevamos denunciando toda la vida. Estas líneas expresan únicamente nuestra humilde opinión, tan válida como la del que piense lo contrario. La excusa que motiva este escrito, es la reciente noticia de que
Tampoco pretendemos cuestionar
una decisión en concreto, soberana por otra parte, sino, utilizando un hecho
singular, hablar de, a nuestro juicio, un problema generalizado que viene
afectando a las hermandades de nuestra ciudad en las últimas décadas.
Probablemente en esta determinación hayan influido una serie de parámetros que
no han trascendido oficialmente pero que pululan por los mentideros de la
ciudad y que hablan de ciertas desavenencias en las últimas fechas entre una Agrupación
que lleva acompañando al Señor de la
Fe casi desde sus inicios y la Hermandad. Desde
luego, puede ser perfectamente plausible que esto suceda. El tiempo puede ir
desgastando las relaciones más perfectas y es absolutamente entendible que
después de un largo caminar juntos, se decida sustituir una banda por otra. Lo
que ya se nos antoja más discutible es el cambio de rumbo drástico que supone pasar
repentinamente de Agrupación Musical a Banda de Cornetas y Tambores, con todo
lo que ello conlleva, que no es poco. Dejando de lado el gusto personal,
subjetivo e intransferible de cada cuál, parecería recomendable que modificaciones
de este calado, nunca se vieran afectados por aspectos coyunturales y modas
pasajeras. No aseveramos que sea esta la causa que ha determinado o influido en
esta decisión concreta, pero si es factible que así haya sido en otros hechos
similares de los que todos tenemos constancia.