No pretendo con estas líneas imponer ninguna idea o establecer ningún tipo de dogma, no soy nadie para ello. Sólo pretendo decir algunas cosas que pienso sobre lo que implica ser cofrade. Para ello, considero conveniente señalar antes lo que NO es ser cofrade.
No es de ser cofrade escudarte en
las advocaciones de tu Hermandad para menospreciar a las demás. Muchos olvidan
el significado del concepto “advocación”. No es ni más ni menos que la
referencia a determinadas escenas de la Pasión de Cristo o de los distintos momentos por
los que fue pasando su bendita Madre. Por ello, quienes van diciendo eso que
tanto escuchamos de “Mi Cristo” es mejor que… o es “el mejor”, pueden resultar
tan hirientes como ignorantes. No hay ningún Cristo mejor que otro, puesto que
todos son el mismo, sólo que representando distintos misterios de la Pasión. Exactamente
igual ocurre con las advocaciones marianas, cuando por ejemplo escuchamos eso
de “La Reina
de…(cualquier localidad)” (¿las demás advocaciones qué son?). Que cada uno
tenga su Reina particular, pero que no intente imponérsela al resto. Este tema
me daría para otro artículo, así que prefiero no extenderme mucho. Los que no
son cofrades (ni tienen idea de lo que significa serlo) olvidan esto muy a
menudo. Las distintas advocaciones son los puentes que Dios nos tiende para
acercarnos a Él. Es ilógico intentar hacer una competición de las advocaciones.
No es de ser cofrade acordarte de
que supuestamente lo eres los siete días pertinentes del año. Quien no se
acerca a la Iglesia ni
siquiera para estar un rato con sus imágenes, quien se pone el traje de cofrade
a la par que el de chaqueta y la corbata, quien no es consciente de la riqueza
que te aporta pertenecer a una Cofradía y participar en ella durante todo el
año, no posee la esencia de ser cofrade, que no es ni más ni menos que tener en
mente durante todo el año a su Hermandad.
No es de ser cofrade valorar
solamente a la propia Hermandad obviando la riqueza que hay en toda la Semana Santa del
propio pueblo. Es importante saber valorar y querer con toda tu alma a tu
Cofradía, pero eso no significa que sólo tengas ojos para ella. Cada Hermandad
tiene su encanto particular y merece ser estimado. No hay dos Hermandades
iguales, la riqueza de la
Semana Santa es esa, que cada una interpreta la Pasión de una manera, ni
mejor ni peor, simplemente diferente. Esto es trasladable a valorar no sólo la
propia Semana Santa, sino todas las demás. Me apenan aquellos que sólo conocen
su propia Semana Santa, y no muestran el más mínimo interés por conocer a las
demás. Hay tanta riqueza escondida en tantos lugares, que es muy triste que
algunos ni se paren a asomarse –y hoy en día gracias a Internet esto es muy
fácil – a los distintos lugares para echar un vistazo a su manera de vivir la Pasión.
No es de ser cofrade el idolatrar
elementos secundarios de la Semana Santa como primarios. El ejemplo que
se me viene a la cabeza es fácil: las bandas. Hay quienes creen que por
escuchar de vez en cuando las dos o tres marchas más conocidas -las que “están
de moda”- se puede llamar cofrade. O quienes, en una procesión, van detrás de
la banda para escuchar sus marchas, sin dirigir ni siquiera media mirada hacia
Jesús o su Madre. Otro ejemplo muy claro, quienes están más atentos a los
cambios que hacen los costaleros bajo el paso, en lugar de prestar atención a
los Sagrados Titulares. Es decir, los que se preocupan más de quien va debajo
del paso que de quien va sobre él. Tampoco quiero ser excesivamente purista, el
hecho de que nos guste mucho una banda, una marcha o el andar de una
determinada cuadrilla, no significa que dejemos de ser cofrades. Me refiero a
quienes ponen a todos esos elementos – secundarios desde mi punto de vista-
a la misma altura e incluso a veces por encima de otros mucho más importantes.
Como tampoco me quiero extender en exceso para no aburrir a nadie, quisiera concluir este texto con un apunte sobre lo que implica ser cofrade. Es cofrade quien antes de cofrade es cristiano, es imposible alterar este orden de una manera lógica. Sentir la necesidad de estar cerca de tu Cristo y tu Virgen, aunque no sea físicamente porque haya alguna razón que lo impida, no es sino la manifestación de nuestra fe. Cuando rezamos y se nos viene a la mente de inmediato la imagen de nuestros titulares, de alguna manera estamos cerca de ellos. Cofrade es quien sabe valorar lo que hay más allá de su Hermandad y de su Semana Santa, es más, verá favorecida su cultura cofrade quien se interese por conocer cómo se vive
José Barea