He sentido el frío de la ausencia
peregrinando por mis entretelas. He sufrido la carencia, el miedo y la
tristeza. He prostituido mis creencias por salvaguardar mis posesiones. He
renegado de los que me tendieron su mano y se ofrecieron a pecho descubierto
por defenderme, aún a riesgo de perder todo lo que tenían, su libertad y su existencia.
He preferido despeñarme por el abismo de la desolación antes que levantarme y
luchar por lo mío, por mi Fe, por mi Dios.
Y mientras el Hijo del Hombre
yace inerte en el sepulcro de mis fracasos, te tengo a mi lado, Pastora de mi
alma, Altar de mis sueños, Consuelo de mis desventuras. Para amarrar la quilla
de mi barca al muelle de tu regazo y alimentarme de la dulzura de tu mirada con
el néctar divino de la Esperanza que derramas por donde caminas. Esperanza en
el tercer día, en la llegada del Reino del Padre y en que algún día, este maldito
e ignorante planeta aprenda a respirar Amor, a beber Paz y a vivir la Verdad de
Dios…
Dale
cobijo a mi Desamparo,
Consuelo
y Fuerza para el arado.
Y
poder sembrar tu Sagrada Semilla,
sólo
predicar tu Dulce Maravilla,
ser
Pastor de tu Palabra,
y
pontificar a todas las orillas
llenándolas
de Esperanza.
Porque
ahora es la Fe lo único que me queda,
mi
Eterna Verdad, que siempre está a mi vera,
trovador
de tu mensaje,
y
purificarme cada primavera,
bañándome
en tu oleaje.
Porque
ha vencido al fracaso
tu
nueva Filosofía...
y
mendigando tus Pasos
te
da Gloria entre sus brazos