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lunes, 6 de mayo de 2013

Procesión en Almonte

Amaneció temprano, aún brillaban estrellas. Aún podía sentir las últimas gotas del rocío de la madrugada. Nada importaba madrugar, porque nos esperaba tu mirada. Esa mirada maternal que sólo Tú puedes ofrecer, y qué mejor ofrenda para nosotros recibirlo el Día de las Madres.

Nos amaneció en el camino, y juntas recordamos amaneceres entre pinos y eucaliptos, entre el rocío y ascuas de las candelas. Amaneceres en El Chaparral el 20 de agosto cada 7 años... Hoy, con este nuevo amanecer que nos regalas, vamos de camino hasta tus plantas.

Los kilómetros que separan Córdoba de Almonte eran eternos, pero por fin…¡llegamos a nuestro destino! Encontramos un pueblo que despertó con la noticia de que la Señora estaba en la calle; un pueblo vivo, con hombres con caras de sueño y, es que, la impaciente espera, seguro que no les dejó pegar ojo durante la noche.


Casi sin hablar nuestros pies andaban presurosos hasta la plaza, y allí, entre la multitud, la encontramos a Ella, radiante como siempre. Aunque debo decir, que tenía un hilo de tristeza en su mirada el pastorcito, porque esta vez habría una niña menos para jugar con él en la plaza. Sin embargo, su Madre, lo tranquilizaba, porque cuando quedaran solos en el silencio de la parroquia, podría jugar con ella, esa niña que por siempre, estará al lado del Pastorcito.

Almonte era un estruendo de salvas de escopetas que estallaban al mismo son que marcaban las campanas de la Iglesia. No se podía andar, pero en la C/ Cerro, estuvimos cerquita de Ella, y pudimos verle su carita aterciopelada. ¡Qué guapa ibas, Madre!

A nuestro lado, mujeres le pedían, con sus manos temblorosas, un último aliento siempre bajo su manto; niños tan pequeños, que lloraban por no entender que sucedía; y niños, que pese a creerse hombres, aún no podían meterse bajo sus andas y le preguntaban a sus madres qué para cuándo.

También, a nuestro lado, pasaban hombres rudos y sudorosos. Eran los Hombres de la Virgen. Esos hombres, que han sido elegidos para llevarte sobre sus hombros. Hombres, que hay que dejar trabajar bajo sus andas; porque son ellos los que deben tener ese privilegio en un momento que debe ser para el pueblo de Almonte.

El día avanzaba y nuestra vuelta estaba cada vez más cerca y nuestros ojos se inundaban de lágrimas porque llegaba la despedida de esa mujer que siempre nos acompaña en el viaje de nuestra vida.

Ahora Rocío, volverán a vestirte de nuevo de pastora, como una guapa dama, para recorrer las tres leguas que separan Almonte de la aldea, para dar comienzo, por fin, tu romería.


Te busqué en mis sueños,
Aquella noche de primavera,
Pero no te encontré en ellos,
Sino en aquellas blancas estrellas
Que brillaban en el firmamento
Recordando una noche agosteña.

Se dieron cuenta enseguida
Que llevabas tus galas de Reina,
Que aún tendrían que esperar
Para ver los tirabuzones
De tu morena melena.

Al sol le dijeron:
Hoy te dejamos estar con Ella,
Pero en Pentecostés, buen amigo,
Ese día…ese día, ¡es nuestra!

Con terciopelo en la mirada
Saliste a la plaza presta
Sabiendo que el pueblo de Almonte
Era el que allí aliviaba su espera.

Se paró el reloj del campanario
Al ver tan exultante belleza,
Y las campanas doblaron
Como si quisieran estar con Ella.

Rocío, eres Reina y Señora,
De este pueblo que te venera,
Ese que te llevará para posarte
Donde la marisma tu rostro refleja,
Bajo el sol de primavera.


Raquel Medina Rodríguez









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