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jueves, 12 de septiembre de 2013

Historia de la Hermandad del Sepulcro

Hermandad de la Inmaculada Concepción y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro y Nuestra Señora del Desconsuelo en su Soledad.

Desde sus orígenes en el último tercio del siglo XVI hasta la exclaustración de 1835 la cofradía del Santo Sepulcro se encuentra ligada a los carmelitas de la antigua observancia. Los carmelitas calzados manifiestan un vivo interés en la fundación de hermandades y en el fomento de devociones populares, ya que suponen la incorporación de miles de personas a la actividad de la iglesia conventual y una importante fuente de recursos. Así durante la estancia del convento del Carmen en la ermita de la Vera Cruz se produce el nacimiento de la cofradía penitencial del Santo Sepulcro. Las primitivas reglas son aprobadas el 5 de marzo de 1573, aunque la cofradía ya se encontraba erigida con anterioridad. 

La hermandad del Santo Sepulcro cobra un fuerte impulso a lo largo del último cuarto del siglo XVI. La elección de hermano mayor se realiza mediante votación secreta el segundo día de Pascua de Resurrección y suele durar un año aunque con bastante frecuencia se prolonga a través de sucesivas reelecciones. La procesión de disciplinantes en la noche del Viernes Santo es el acto principal. Aunque la imagen titular es la de Cristo Yacente, despierta también bastante fervor Nuestra Señora de las Angustias o de la Quinta Angustia que también es procesionada por la hermandad. 


A raíz del traslado de los carmelitas a Puerta Nueva se hace necesario la construcción de una nueva iglesia cuyas obras se realizan  a finales del siglo XVI. Con este motivo los hermanos deciden sustituir la primitiva imagen de la Virgen. La nueva Dolorosa cambia su advocación por la de Nuestra Señora de las Penas y con este título se la conocerá hasta el siglo XIX. 


A lo largo del primer tercio del siglo XVII las hermandades de Nuestra Señora del Carmen y San Gregorio, establecidas en el templo conventual de Puerta Nueva están unidas a la del Sepulcro. El fenómeno constituye un exponente de la pujanza de la cofradía pasionista que incrementa de manera ostensible sus efectivos humanos e incorpora elementos barrocos a la estación de penitencia que ofrece un lujo y boato que se contrapone a la sobriedad del último cuarto del siglo anterior. 

La única capilla existente en la iglesia del Carmen, además de la mayor es la de la cofradía del Santo Sepulcro, cuyos hermanos la remodelan totalmente en el año 1737. 


La hermandad del Santo Sepulcro cierra los desfiles procesionales del Viernes Santo con los pasos de la Santa Cruz, Cristo yacente y Nuestra Señora de las Penas. El paso de la comitiva por el convento de Santa Inés congrega a gran cantidad de cordobeses que acuden a escuchar el canto del Miserere por las religiosas. Tanto el paso del Sepulcro como el de Nuestra Señora de las Penas llevan en cada una de las cuatro esquinas sendas hachas de cera "rizadas, plateadas y pintadas de color negro". El nutrido acompañamiento de autoridades y religiosos contribuye a dar prestancia y boato a la procesión. Entre las formas barrocas que incorpora la cofradía del Santo Sepulcro en esta etapa cabe mencionar la escenificación del sermón del Descendimiento que se lleva a cabo en un tablado cubierto con un paño antes de la estación de penitencia. 

En el año 1659 la cofradía del Santo Entierro protagoniza un incidente con la de San Diego a causa de los horarios de paso. Tras la intervención de la autoridad eclesiástica ambas hermandades firman el 20 de marzo de 1660 una concordia por la que los hermanos de San Diego siguen saliendo el Viernes Santo a condición de que no interfieran los horarios de las demás cofradías. 


La incorporación del colegio de escribanos públicos a mediados del siglo XVIII resulta beneficiosa para la cofradía del Santo Sepulcro ya que contribuye a solucionar la precaria situación económica. La vinculación de este influyente colectivo tiene lugar después de su expulsión de la hermandad de Jesús Nazareno en 1755. Así, a lo largo de la segunda mitad de la centuria del setecientos el sostenimiento de la hermandad corre a cargo de los escribanos que se ven obligados a reducir gastos. La estación de penitencia del Viernes Santo será el único acto religioso que celebrará la cofradía. La procesión se mantendrá a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XIX, salvo en los años de la exclaustración de los carmelitas calzados por orden del gobierno de José I en 1810. Con el regreso de los frailes la situación se volverá a normalizar. 

A pesar de que el reglamento de 1820 favorece a la cofradía del Sepulcro al establecer como única procesión la del Santo Entierro, la supresión de las estaciones de penitencia de Semana Santa en nuestra ciudad provoca el aletargamiento de la hermandad. Esta crítica situación se agravará en agosto de 1835 con la exclaustración de los carmelitas calzados. 

Las imágenes de la Cofradía del Santo Sepulcro, a raíz de la recuperación de la procesión del Santo Entierro por el ayuntamiento a mediados del siglo XIX, son trasladadas a la parroquia del Salvador y Santo Domingo de Silos, donde los escribanos públicos dan culto a la titular de la hermandad de Nuestra Señora de la Concepción fundada en 1937. 


El colegio de escribanos acompaña corporativamente el paso del Sepulcro en la procesión oficial del Santo Entierro hasta 1862, año en el que surgen un conflicto con el clero por cuestiones de protocolo. A partir de 1864 el Santo Sepulcro irá acompañado de su ilustre hermandad en la procesión oficial del Viernes Santo. Sin embargo, a finales de este siglo se deja de mencionar la presencia de los miembros de la cofradía en las fuentes documentales, lo que hace pensar en que la cofradía hubiese desaparecido. 


A comienzos del siglo XX tiene lugar la reorganización de la hermandad del Santo Sepulcro, cuyos miembros acompañan al paso del titular en la Semana Santa de 1910. La iniciativa partió del conde de Torres Cabrera, quien a través de las páginas del Diario Córdoba hizo un llamamiento a la nobleza para restaurar esta centenaria cofradía. Esta convocatoria coincide con el tiempo con la postración y extinción de la aristocrática hermandad de Jesús Nazareno y tiene una buena acogida. Así la hermandad acompañará a su titular hasta la Semana Santa de 1919, ya que en la década de los años veinte desaparece.

Durante la II República hay intentos por parte de Juan Serrano Rosas de reorganizar la cofradía. El trabajo dará sus frutos en 1935, año en el que los miembros de la hermandad participan en la procesión del Santo Entierro. A partir de 1937 la cofradía adquiere una gran vitalidad y sus miembros lucen en la procesión del Santo Entierro gola y vistosos y amplios mantos de raso negro, ostentando las insignias de la orden del Santo Sepulcro. 

A finales de los cuarenta aparecen síntomas de crisis, pero la cofradía resurge en los años inmediatos durante la etapa de gobierno de José Montero Tirado. Sin embargo, en la década siguiente entra en una fase de postración, al igual que un buen número de hermandades penitenciales, que culmina en enero de 1973 con su disolución.


La iniciativa de un grupo de jóvenes estudiantes posibilita la reorganización de la cofradía en marzo de 1973, siendo aprobados sus estatutos en ese mismo año por monseñor Cirarda Lachiondo.

A poco de la refundación, en el año 1976, la hermandad encarga al imaginero  sevillano Luis Álvarez Duarte una imagen de la Soledad, que sería advocada del Desconsuelo en el acto de su bendición por don Antonio Gómez Aguilar, el día de la Inmaculada de 1977.

En el año 1985 se aprueba en cabildo general extraordinario la incorporación de la advocación de la inmaculada Concepción al título de la cofradía, reanudando el tradicional culto a dicha imagen que habían tributado en los siglos anteriores el colegio de escribanos públicos. Tres años después se acuerda suspender la salida procesional en señal de protesta por la decisión del gobierno de suprimir el carácter festivo del día de la Inmaculada, patrona de España. 

En el año 1987, la hermandad logra la agregación a la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén de Roma y a la Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo; asimismo, el rey Juan Carlos I acepta el nombramiento de hermano mayor honorario. 


En el año 1995, Nuestra Señora del Desconsuelo en su Soledad realiza su primera salida procesional, presentándose en un paso hasta entonces inédito en nuestra ciudad, con dos figuras más, San Juan y María Magdalena, talladas por Miguel Ángel González Jurado y que completaban una escena de duelo que pese a su rigurosa innovación dio al conjunto tintes decimonónicos, y lo colocó bajo un palio de estudiado diseño en el que destacaba la novedad de sustituir los clásicos bordados por aplicaciones de alpaca cincelada. El paso se acompañaba por una reducida coral polifónica que no interpretaba motetes gregorianos, sino piezas musicales de los siglos XVI y XVII. La estética actual del Santo Sepulcro, con sus numerosos ciriales ante los pasos y otros ingredientes que la personalizan, dio en 1995 un paso muy importante para su consolidación.

Dentro de los actos organizados por la Diócesis de Córdoba, con motivo del CL Aniversario de la Proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción, el día 4 de diciembre del año 2004 , a las 4 de la tarde, procesionó hasta la Catedral la imagen de la Inmaculada Concepción de la cofradía del Santo Sepulcro para presidir el solemne triduo, la gran vigilia y la Misa de Pontifical del día de la Purísima. El día 8 de diciembre, a las 4 de la tarde, tuvo lugar la procesión de regreso desde la Catedral a la iglesia del Salvador y Santo Domingo de Silos (Compañía). La procesión, de carácter diocesano, siguió básicamente el orden de la procesión del Corpus con la participación de las cofradías cordobesas y tuvo una duración aproximada de dos horas y media.

En el año 2007, la hermandad acomete el proyecto de un nuevo paso para Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro. Este nuevo paso, de estilo neomanierista dorado y policromado en color negro  con aplicaciones de plata de ley e iluminado con cuatro grandes faroles octogonales en las esquinas, fue realizado sobre una idea y proyecto de Jorge Mellado Lucena y se estrenó en la tarde del Viernes Santo de ese mismo año causando una gran impresión entre los cofrades cordobeses.







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