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martes, 8 de octubre de 2013

Historia de la Hermandad del Rocío de Triana


La devoción rociera llegó a la provincia de Sevilla desde el mismo momento en que la Santísima Virgen del Rocío fue hallada en la chueca de un milenario acebuche.

La veneración a la Reina de las Marismas comenzó a extenderse de forma natural por la comarca del Aljarafe con rapidez y arraigo, aunque no cuajara en hermandades hasta mucho más tarde. Los pueblos del Aljarafe, por su conexión entre ellos, por idiosincrasia similar, por razones eclesiásticas e históricas parecidas, estaban también hace siglos, como ahora, conectadas directamente con Sevilla y muy especialmente con Triana por motivos comerciales, repobladores, administrativos, etc.

De antiguo también habría noticias en Sevilla de la ermita y de la Virgen de las Rocinas, cuando los reyes de Castilla partían desde esta ciudad para los cazaderos reales en sus monterías y se acercaban a orar ante Santa María de las Rocinas, como sucedió con don Alfonso X, don Alfonso XI, y otros monarcas. Perdida esta devoción, debido a los avatares históricos que ocurrieron en el Reino de Sevilla durante la Reconquista, llegó de nuevo a partir del siglo XV y poco a poco fue conocida en Triana, pues en este barrio, el más populoso de Sevilla, se habían avecindado muchas familias de pueblos aljarafeños.


En el siglo XVIII la esplendorosa devoción que algunos de estos pueblos mantienen hacia la Virgen del Rocío va tomando eco en Sevilla, en Triana, aún con visos de gran hacienda rural, con alfares y arboledas, y en los primeros años del siglo XIX surge con gran fuerza la primera hermandad constituida en una capital: la hermandad del Rocío de Triana.

El 6 de junio de 1813, don Francisco Antonio Hernández y doña María del Carmen Tamayo, avecindados en la calle Castilla del Barrio de Triana, fundaron una hermandad de Nuestra Señora del Rocío. A ellos se unieron “los Doce Primeros Hermanos que aquí se citan: don Juan de Adorna, don Benito Adorna, don Francisco Justo Pérez, don Juan Lúquez, don José Llorente, don José Sauceda, don José Gómez Mayor, don José Gómez Menor, don Juan Durán, don Pablo Fosao Vega, don José de Sirva y don Lorenzo Domínguez”.


Don Francisco Antonio Hernández, primero de todos los hermanos de esta Hermandad y director de ella, según el Libro de Asiento de Hermanos, “contribuyó con la cantidad de mil reales vellón en diferentes partidas para el costo de las insignias… y el 9 de enero de 1814 fue electo por Hermano Mayor y a sus dispensas a mayor abundamiento costeó una prevención memorable a nuestra Hermandad y a todos los que asistieron a las funciones que se celebraron en la Ermita del Rocío y Real Campo de ella, incluyéndose el costo del capellán, y más el alimento del tamborino y clarinero, y en sus carruajes los condujo a la ermita del Rocío para que no le fuera estos costos más gravosos a la expresada hermandad que acababa de crear”.

El 9 de enero de 1814 celebró por vez primera Cabildo de Elecciones y se comenzaron las gestiones para la confección del Simpecado, que lo bordó doña María Narcisa de Cuenca, sufragándose los gastos por vía de limosnas, entre las que destacó la aportación de doña María del Carmen Tamayo, hermano fundadora.

Su primera Romería la hizo el 27 de mayo de 1814 con 34 carretas y 28 caballos.

La hermandad de Triana conserva íntegramente todos sus Libros de Hermanos, de Actas y de Cuentas.


Tradicionalmente, los primeros Cabildos Generales de la hermandad se celebraron en el Rocío. Hay constancia de los que se llevaron a cabo en 3 de junio de 1827, 22 de mayo de 1831, 10 de junio de 1832, 22 de mayo de 1833, 7 de junio de 1835, 1836, 3 de junio de 1838 y 19 de mayo de 1939. En todos estos Cabildos se admitieron como hermanos a aquellos que lo tenían solicitado en el mismo lugar donde se celebró la reunión, que hasta entonces fue el sitio de su acampada en el Real, conocido por el nombre de “parada o rancho”.

A partir de 1840, aunque los Cabildos se hicieron en el Rocío, el recibimiento como hermano tenía su ceremonia dentro de la función que se celebraba en la Ermita.

El 1 de mayo de 1817, la hermandad quedó erigida canónicamente en la iglesia conventual de San Jacinto.

La hermandad de Triana quedó erigida canónicamente en la iglesia conventual de San Jacinto, según escritura de 1 de mayo de 1817, que recoge el convenio hecho por la hermandad con los religiosos dominicos. En esas fechas la única parroquia de Triana era la de Santa Ana. En 1829 sacó la hermandad copia de dicha escritura, firmada por Antonio de Santa Ana y Mateos.

El 8 de junio de 1816 terminóse de instalar el altar del Simpecado en el citado convento, por coste de 2151 reales que pagó el mayordomo don José Gómez mayor. Lo talló don Francisco Ruiz Rodríguez.

Según el inventario del 14 de mayo de 1841, don Francisco de Paula Soto Sánchez y don Joaquín Palacios entregaron a los Oficiales de la Hermandad los siguientes efectos: un Simpecado con borlas, nueve cañones y una cruz de planta con su vara y cajón, todo corriente; cuatro faroles con sus cuatro pescantes de hierro; dos varas de caoba con sus dos insignias de plata; un arca con dos llaves; una vara para el estandarte con su bandera de tafetán y borlas; una colcha de damasco con flecos, un trozo de damasco casi como una colcha y un pedazo de damasco chico; una cortinilla de tafetán carmesí; una tira de tafetán blanco y tres ramos de flores; y una cruz de madera plateada para el estandarte grande; el Libro de Reglas y los otros Libros de la Hermandad y 186 reales de vellón.

El 29 de marzo de 1848, don Antonio Prieto, en su nombre y el de sus herederos otorgó “venta real, por juro de heredad desde ahora y para siempre jamás, a doña María del Carmen Tamayo, viudad de don Francisco Hernández, vecina de la ciudad de Sevilla, por sí y los suyos, una choza de paja con pared de material, compuesta de un portal con tres cuartos de habitación y una despensa , situada en el Real del Rocío de este término; linda con chozas de José Franco Sandunga y otra de Sebastián Leal…”

La hermandad de Triana estrenó nuevo Simpecado en 1855, que sustituyó el primitivo de su fundación. Se trata de un estandarte de terciopelo verde, bordado en oro, mediante roelos que enmarcan en sus extremos inferiores o puntas sendos escudos rematados en corona ducal. En la parte central porta un lienzo de la Virgen del Rocío, que luce ráfagas de punta, sobre un paisaje campestre convencional, rodeado de ángeles. Todo el estandarte está coronado de gran presea real, bordada en oro.


En 1936 se confecciona el actual Simpecado, en los talleres de doña Esperanza Elena Caro. Está realizado en tejido, también de color verde, bordado en oro, con formas caladas muy originales, dejando exentas a los lados dos columnas salomónicas. La representación de la Virgen es una talla de vestir sobre peana de oro con incrustaciones de marfil y se completa con ráfaga, corona, cetro y media luna, todo en oro. En la parte inferior del estandarte lleva bordados los escudos de España y de armas de los Montpensier. En la superior remata con corona real y una paloma blanca. Este Simpecado está enriquecido, además, con gran cantidad de joyas que, como exvotos, han ofrecido los hermanos rocieros. De entre ellas sobresalen dos ángeles con incensarios y dos ramos de espigas y olivas, en oro fino.

La actual carreta del Simpecado de Triana ha marcado un hito en la forma y el arte de la devoción rociera.


Contó la hermandad, según figura en sus inventarios, con una primitiva carreta de las llamadas de “cajón”. En 1867 acordó construir nueva carreta que sería estrenada en la Romería del siguiente año. La actual carreta del Simpecado de Triana ha marcado un hito en la forma y el arte de la devoción rociera, quedando como modelo para muchas hermandades. es un templete de plata cincelada, formada por seis columnas que sostiene el techo, compuesto de triple bóveda adornada interiormente por artesonado y perfilada por amplia cornisa y crestería. En su fronstispicio lleva el escudo de la hermandad. Su exorno se completa con guirnaldas de flores en plata en los intercolumnios y cuatro grandes candelabros sostenidos por los arcángeles . En su parte delantera central lleva una pequeña imagen de plata con cara y manos de marfil de Nuestra Señora de los Reyes, patrona de la ciudad de Sevilla. La carreta es obra del orfebre García Armenta.

El camino de esta Hermandad hasta el Rocío se inicia el jueves anterior a Pentecostés, con la misa de romeros, para iniciar a continuación la marcha visitando la sede de las hermandades de la Virgen de la Estrella, de la Virgen de la O y el Cachorro, del barrio trianero.


En el puente del Patrocinio se da la despedida oficial a la hermandad en su peregrinar. De allí emprende el itinerario por los pueblos aljarafeños de Castilleja de la Cuesta, Bormujos y Bollullos de la Mitación, donde se le depara un cálido recibimiento. Hacia las diez de la noche llega la comitiva a la hacienda de Marlo, para efectuar la primera acampada nocturna. A la mañana siguiente, viernes, continúa la marcha hacia el Quema, donde sobre la una del mediodía se efectúa con un significativo ceremonial el rito de vadear el río.

Y ya, en la otra orilla, se prepara la hermandad para hacer su entrada oficial en Villamanrique, tomando el camino de la Cañada de los Fresnos. En ésta, visita el convento de las Hermanas de la Cruz, el palacio de los príncipes de Orleans- Braganza y la iglesia parroquial, donde es recibida corporativamente por la hermandad manriqueña, en un acto de fraternidad, esperado cada año por los rocieros.


Tras este acto, reemprende su camino por la calle Gregorio Medina hasta la Dehesa Boyal, que sustituye hoy a la de Gatos, para sestear. Al atardecer sigue por la Raya Real con la intención de llegar al Palacio del Rey, para realizar la segunda acampada nocturna. En la mañana del sábado, la hermandad se encamina hasta el Rocío, tras pasar tradicionalmente y fervorosamente el famoso puente del Ajolí , para hacer su entrada en el lugar que le corresponde en el desfile oficial.

El regreso de la Romería lo hace por el mismo itinerario a la inversa, haciendo su primera noche en la Dehesa de Villamanrique y en Marlo la segunda, para llegar a la capital sobre la medianoche del jueves después de Pentecostés.

Además de esta peregrinación oficial de la Romería del Rocío, la Hermandad de Triana realiza otras varias: una en noviembre y otra en el mes de febrero, en la festividad de la Candelaria, saliendo de Villamanrique a caballo hasta el Rocío. En agosto, y siguiendo el ejemplo de Gines, un fervoroso grupo de hermanos de Triana peregrinan andando desde Villamanrique al Rocío. Esta peregrinación a pie de las tres leguas que separan aquella localidad del Rocío se ha convertido en tradicional para otras muchas hermandades en su afán de postrarse ante la Blanca Paloma.


Según sus Reglas, la Hermandad de Triana celebra los siguientes cultos: solemne Novena, como preparación a la Romería, Función Principal de Instituto, generalmente presidida por el Señor Cardenal de Sevilla, Triduo en octubre en honor del Santo Rosario, Misa por los hermanos difuntos, Sabatinas y Primeros Viernes de mes.

Si la hermandad de Triana es conocida popularmente en el Rocío por la solemnidad y esplendor con que acude a la Romería de Pentecostés, no lo es menos por su labor de caridad y sus obras asistenciales, con un presupuesto destinado a este cometido de más de un millón de pesetas, repartido entre las colonias de verano y la campaña de Navidad y Reyes.

Entre los personajes más vinculados a esta hermandad trianera figuran don Antonio García Carranza, familia Astolfi, don Luis Murillo, doña Mercedes y doña Charo Senra, y las familias Becas, Alonso, Sierpes y Guardiola.









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