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domingo, 6 de octubre de 2013

La Huelga de costaleros de 1901

Reproducimos a continuación un interesantísimo y excelente artículo recogido de la magnífica página Hombres de Dios Bajo las trabajaderas por su importancia histórica. En muchas ocasiones somos proclives a pensar que la realidad actual es como es desde hace décadas, siglos incluso. Nada más lejos de la verdad. Si echamos la vista atrás podemos descubrir el abismo que nos separa de nuestro pasado más inmediato. Lean atentamente y saquen sus propias conclusiones.

Gente de Paz


“Yo te puedo decir que nuestra gente, es decir, nuestros costaleros eran los primeros que cobraban antes que nosotros los capataces y te puedo enseñar datos sobre esto, para nosotros el salario de los costaleros era sagrado. También recuerdo que mi padre cuando iba a firmar una cofradía por ejemplo recuerdo el Baratillo, se llevaba siempre a un par de peones de confianza para que supieran lo que había”. (Pepe Ariza, Capataz de Sevilla)

Los costaleros asalariados, en ocasiones habían planteado dificultades a las hermandades y cofradias, son diversos los pleitos y disturbios acontecidos al respecto, no sólo dejando de acudir para sacar los pasos, sino pidiendo más emolumentos que en el caso de no ser concedidos, determinaba que los costaleros recurrieran a la huelga como medida final de presión.

Nos situamos en los primeros meses del año 1901. Llegado los días previos a la Semana Santa se produjo lo que al parecer, porque no se conoce otra anterior, fue la primera huelga, ocasionada por los enfrentamientos de los costaleros con las hermandades y capataces.

Para una mejor comprensión de los acontecimientos, lo primero que haremos será dibujar brevemente como era el contexto social y económico de la época a nivel nacional, y en la propia ciudad de Sevilla. España se encontraba sumida en una profunda crisis económica y social a comienzo del siglo XX, el panorama nacional estaba determinado por la Restauración borbónica que arrastraba el lastre de la pérdida de las últimas colonias de ultramar en el año 1898. Con respecto a Sevilla, nos encontramos con una ciudad anticuada, anquilosada estructuralmente, que además se encontraba saturada de población desempleada como consecuencia del éxodo rural que en aquellos momentos se estaba produciendo. La realidad era la de una ciudad llena de mano de obra no cualificada, en un momento en el que la maquina comenzaba a abrirse paso en la ciudad moderna.


Durante la Cuaresma de ese mismo año se originó una de las habituales polémicas entre las hermandades del momento. El motivo de discusión no era otro que el de la economía de las hermandades, en concreto la eterna discusión acerca de la cuantía de la subvención que las hermandades habían de percibir del Ayuntamiento. Finalmente el día 22 de febrero llegó la propuesta de subvención del Ayuntamiento, cuya cantidad ascendía a 16.500 pesetas. El montante a conceder por hermandad dependía de una serie de criterios más o menos objetivos como el número de pasos, bandas de música, tiempo en la calle, día de salida, etc. A modo de referencia detallamos algunas de estas subvenciones: Hermandad de la Estrella (600 ptas), Hermandad de las Aguas (275 ptas), Hermandad del Cristo de Burgos (400 ptas), Hermandad de la Macarena (750 ptas). Las hermandades del Gran Poder y Silencio, como en otras ocasiones, renunciaban a percibir cantidad alguna, por considerar que con los recursos autogenerados por las propias hermandades les era suficiente para afrontar los gastos de la salida además de reivindicar una vieja autonomía respecto de cualquier poder público.

En el mes de enero del año 1901 los trabajadores de la imprenta de un diario sevillano iniciaron una huelga, que se extendió a los demás gremios de la ciudad, incluido al de los costaleros. Esta circunstancia estuvo a punto de dejar sin procesiones aquel año a la ciudad de Sevilla.

Lógicamente el inicio de todo hay que entenderlo en el ambiente enrarecido que a todos los niveles estaba viviendo la ciudad de Sevilla en esos momentos al comienzo del siglo XX. Las cuadrillas de costaleros se agruparon y plantearon una serie de reivindicaciones a las hermandades y cofradías que habían de contratar sus servicios de cara a la inminente Semana Santa. Estas reivindicaciones estaban basadas en mejoras salariales y de otra índole, ante los atropellos que venían sufriendo los costaleros por parte de las mismas, y también por parte de los propios capataces. Nos encontramos en una época en la que los sueldos y jornales no estaban regularizados, el caciquismo propio de Andalucía decimonónica imperaba en muchos sectores de la sociedad sevillana todavía, trabajándose prácticamente por la comida y lugar donde dormir.

Los capataces y costaleros de Sevilla celebraron una asamblea el día 29 de marzo, Viernes de Dolores, en la Universidad, que entonces estaba en la calle Laraña, a la que asistieron más de cuatrocientos costaleros y capataces. Lo que allí se discutió, que supuestamente era lo que se le demandaba a las hermandades, quedó recogido en un pliego que contaba con once puntos. El único capataz de primera línea que verdaderamente tomó partido y se implicó con los costaleros fue Antonio Torres Macías, popularmente conocido por “Juanillo Fatiga”. La no implicación de los capataces era bastante lógico, ya que los capataces solían explotar habitualmente igual que las hermandades a los costaleros, a los que trataban de forma vejatoria y despectiva llegando en ocasiones al maltrato físico. Por lo que era normal que no apoyasen las reivindicaciones de los costaleros frente a las hermandades.

“Mira: yo el primer año que saqué cofradías cobrando, saqué seis, y me dieron 595 pesetas; eso fue en el año 1953, yo ganaba todos los días treinta o cuarenta duros en la tienda de Agustín Peral, vamos que perdía dinero” (Domingo Rojas Puerta, Capataz de Sevilla).

El pliego con las condiciones de los costaleros de Sevilla:

* Tarifa de 5 pesetas por hombre para una estación normal de 4 horas.
* 1 peseta adicional, a cada hombre, por cada hora o fracción que pase de las 4 horas estipuladas inicialmente.
* Exigencia de que el mayordomo, o en su defecto representante de la hermandad o cofradía, avalase a esta firmando a título personal.
* El mayordomo será el encargado de pasar revista a la cuadrilla.
* El mayordomo será el encargado de despedir a aquellos costaleros que se encuentren embriagados.
* En el caso de que el mayordomo no lo realizara, el capataz no se compromete a hacerlo.
* En caso de aplazarse la salida, suponiendo la retención de los costaleros por más de una hora, deberá abonársele a cada hombre la cantidad de 2´50 pesetas.
* Los capataces deberán pasar lista varias veces, antes (en el sindicato de los albañiles) y durante el recorrido, para evitar desbandadas y que el paso valla con gente de menos.
* Sobre el ritmo de las “chicotas”, estas no podrán ser tan aceleradas que lastimen los músculos de los costaleros.
* En los pasos que pesen excesivamente (Cena, Tres Necesidades, Exaltación...) se contratará un tercio más del personal necesario, para reponer en su caso a los más exhaustos.
* En condiciones normales, se contratará a cinco hombres por trabajadera.

Después de la asamblea celebrada el Viernes de Dolores, el Sábado de Pasión estaba el conflicto sin resolver al no haberse llegado a ningún acuerdo, aún en la misma mañana del Domingo de Ramos, el que salieran las cofradías estaba por ver. Ese mismo sábado por la tarde, una comisión de costaleros visitó a las hermandades del Domingo de Ramos preguntando si aceptaban las condiciones planteadas, y ante la respuesta de que hasta las 22:00 h. no les darían una contestación por estar reunidos los mayordomos, los costaleros dijeron que se retiraban al Centro (Sindicato de Albañiles, situado en la calle Universidad nº2) y que allí esperarían noticias. De todas formas el domingo estarían todos los costaleros disponibles desde las 10:00 h. hasta las 12:00 h. para sacar las cofradías.

A pesar de la intransigencia inicial de los costaleros, finalmente se decidieron a sacar los pasos, por lo que las cofradías aparecieron finalmente en la calle. Pero la huelga había dado sus frutos, pues de los 12 reales que se venían pagando se pasaron a los 20 reales (5 pesetas) como mínimo, con la añadidura de un cuartillo de vino. Este fue el trato que permitió que las cofradías pudiesen realizar sus desfiles procesionales aquel año. Los años que siguieron a éste fueron proclives a conflictivos para el mundo de los costaleros, planteándose muy frecuentes reivindicaciones en materias salariales con los representantes de las cofradías. El mecanismo de presión más significativo consistía en exigir mejoras salariales el mismo día de la salida, poco antes de la hora prevista, o incluso con los pasos ya en la calle, amenazando con abandonar las trabajaderas.

Trabajadores del muelle de Sevilla durante la huelga de 1901







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