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lunes, 28 de octubre de 2013

El viejo costal: Tradición y Payasos

Yo que he portado sobre mi cerviz pasos de misterio, siempre he tenido en la cabeza antes de cada salida el enorme privilegio de poder ser las mismas sandalias del Señor.

Privilegio que me ha llenado de humilde orgullo, por permitirme algo vetado a los demás mortales, resonando en mi mente, antes de cada salida, un pasaje de la Biblia, que me obligaba a prepararme antes de la salida procesional, cuidando cada uno de los detalles de mi forma de vestir, prepararme espiritual y físicamente.

El pasaje está en los cuatro Evangelios, por ejemplo, en Marcos 1,7 se dice “viene tras de mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado”.

Y en esos días ya lejanos, yo me sentía lleno de felicidad, por ser durante unas horas digno calzado entre el paso de mi Señor y el suelo de mi ciudad.

Para ello procuraba que la ropa de ese día fuese inmaculada en su aspecto y limpieza, y a pesar de ser ropa humilde de trabajo, formada por unas alpargatas, un pantalón, una camiseta, una faja, mi costal, con su morcilla, y una sudadera para mitigar la diferencia de temperatura del interior del paso a la calle en los periodos de descanso.

Procuraba que todo estuviese perfectamente limpio, planchado, ordenado, antes de proceder al ritual de vestirme con estas ropas.


Mi costal blanco de aspillera, mi faja negra, mis alpargatas negras de esparto, mi camiseta y mi pantalón planchado sin mácula ninguna, y la constante oración de petición al Cielo... “Señor dame fuerzas para llegar contigo de regreso a casa”  y así poder cumplir con este casi centenario privilegio de ser sus sandalias en las calles de nuestra vieja ciudad de Córdoba. 

Todo esto me ayudó a comprender el silencio del tradicional sufrimiento entregado, recuerdo a aquel costalero que dijo una vez bajo las gualdrapas del paso “más sufrió nuestro Señor y nunca se quejó de nada” a modo de riña a aquellos que por las horas de trabajo y el esfuerzo resoplaban alarmantemente.

Y seguir con la tradición, tradición viene del latín “tradere” que significa entrega, y de forma tradicional de mis mayores aprendí el respeto a las benditas Imágenes de mis Titulares, y me gustaría poder dejar y entregar ese respeto a mis sucesores, como conmigo lo hicieron.

Me gustaría que nunca se perdiera la memoria colectiva y no tener que reinventar cada año cada rito, sino que con naturalidad y respetando la tradición se repitieran de la misma forma cada instante de estos señalados momentos. 

Repitiendo cada uno de ellos, primero se nos hace más fácil y segura, además de confortable, nuestra forma de actuar, y al estar fijada como tradición, sólo hemos de pasar por ellas sin tener que inventar a cada instante una manera distinta de celebrar esos grandes momentos.

Ya que si inventamos distintas maneras, seguro que en alguna nos equivocamos y rompemos el momento, la tradición y buena parte de la historia.

Por eso nunca entendí esos pantalones arremangados hasta la misma ridiculez, esas camisetas sin mangas, con el torso desnudo al aire, nunca entendí esos costales con dibujos florales, animados, fotográficos, a cuadros, y de cualquier color.

Nunca entendí los costales hasta la misma punta de la nariz, siempre en esos momentos recuerdo la definición a esto, dada por el capataz D. Antonio Santiago en el I  congreso de costaleros y capataces en Marchena: “los costaleros que presumen descaradamente o llaman la atención notablemente hay que ponerles un adjetivo, payaso”, y llamó a los asistentes a que los costaleros “no pierdan el anonimato”.

Por la misma razón nunca entendí el cambio por el cambio, es muy fácil navegar sobre el mar de las tradiciones con garantía de éxito, no hay que inventar a cada instante, no hay que cambiar nada por cambiar, hay que permanecer en el anonimato, ya que puede pasar que perdamos el norte de tanto cambio de rumbo, es tremendamente fácil seguir navegando sobre lo que nuestros mayores nos enseñaron, no es tan difícil solo hay que hacer lo que siempre se hace, simple.

No me gustaría aplicar de la misma manera la definición de D. Antonio  a los que cambian las cosas solo por cambiarlas, o por señalarse, vamos a ser serios, vamos a dejar de ser payasos, vamos a procurar ser anónimos y vamos aplicar la sencillez de lo tradicional, sin inventos, sin novedades arriesgadas.

Solo se necesita la sencillez y simpleza de lo originalmente magnifico, como el andar de los costaleros “siempre igual” y paso a paso, siendo las dignas sandalias del Señor llegar a las mismas puertas del cielo, con toda nuestra tradición por igual, sin cambios, sin payasadas.

Ya sabes Hermano ¡¡¡ A la esta es!!!

Antonio Alcántara Zafra









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