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miércoles, 20 de noviembre de 2013

El Cirineo: El "Yoísmo" y sus consecuencias en nuestras cofradías

La semana pasada, nuestro nuevo compañero Isidro García Martín publicó en Gente de Paz un original artículo titulado “Día a día, una palabra que describe la Pasión”. En él, se narraba cómo en una tertulia cofrade se lanzaba al aire la petición de definir con un solo término cada día de los que componen la maravillosa semana que abarca desde el Domingo de Ramos al de Resurrección. El resultado era un collage de términos que representaban sentimientos, añoranzas y vivencias universalmente experimentadas por todos los que alguna vez fuimos parte del gran teatro que cada Luna de Nisán inunda las calles de Andalucía.

Desde el primer momento el texto despertó mi curiosidad y tras su lectura comencé a reflexionar acerca de las palabras que hubiese elegido y avanzando en mis pensamientos terminé cavilando qué palabras podrían evocar el universo cofrade en su globalidad.

Al imaginar una relación con las palabras más repetidas por los cofrades en general y "el capilleo" en particular, caí en la cuenta de que existe una que probablemente no sea la más usada pero que en mi humilde opinión es una de las que más chirrían cuando se emplea en este mundillo. Es uno de los términos que particularmente he escuchado con mucha frecuencia en mi vida cofrade, tal vez demasiada… una palabra que no huele a incienso, ni suena a música, ni luce como una candelería, ni camina como una cuadrilla, ni viste túnica, ni alumbra como un cirio, ni se mece como un varal, ni es estación de penitencia… Una única sílaba que ni siquiera es sustantivo y que es bandera del egocentrismo...  la palabra "YO".

Por vulgarización coloquial y derivación del término que significa "Exagerada exaltación de la propia personalidad" -el mencionado egocentrismo-, en muchas conversaciones con amigos cofrades he utilizado un término inventado para referirme a las personas que utilizan con más frecuencia de lo natural este concepto. Me gusta decir que padecen "Yoísmo". 

El "Yoísmo", de acuerdo con mi apreciación personal, podría definirse como el empleo desmesurado de la palabra "Yo" por personas con un mayor o menor grado de egocentrismo manifiesto. Puede presentar dos variantes. El primer tipo de "Yoísmo" lo padece aquél que manifiesta el hábito simplemente como vicio del lenguaje, sin ninguna connotación añadida. Hay personas que lo usan porque lo usan, como una coletilla, como esos futbolistas que intercalan el “sabes” o el “bueno” cada tres palabras, para penitencia de sus escuchantes. Este uso puede resultar molesto, pero poco más, no implica más que una costumbre, una especie de reafirmación personal. 

Sin embargo existe otra clase de "Yoísmo" totalmente distinto. Desde luego no es algo exclusivo del universo cofrade, sucede en cualquier ámbito de la vida, pero en el cofrade causa o debería causar mayor extrañeza en la medida en que todos los que formamos parte de este mundo lo hacemos de forma altruista, sin contraprestación pecuniaria alguna; quiero decir que una cosa es soportar el "Yoismo" de un superior jerárquico en nuestras ocupaciones laborales, puede que no nos quede más remedio, y otra muy distinta es aguantarlo en aquél que comparte sudores e ilusiones cofradieras con nosotros. 

El Yoísmo suele ser practicado por dirigentes de distintos niveles y en su ámbito de influencia, hermanos mayores, capataces, cargos de junta de gobierno, listeros, pateros, directores de bandas... 

Cuando un dirigente utiliza sistemáticamente la palabra YO para hablar de sus logros al frente de una hermandad, manifiesta una extrema soberbia además de una infinita falta de respeto hacia sus compañeros, que es lo que son los que le rodean y no empleados ni vasallos. 

Pensar que una persona, por mucha especial sensibilidad que crea tener, muchos supuestos conocimientos de arte, mucho poderío económico o mucho talento, -real o figurado, por él y/o por los que le rodean- para desarrollar cualquier actividad que se proponga, es capaz de hacer en una cofradía sin la ayuda de los le rodean, el ingente trabajo que se desarrolla cada día es de necios… necios nadando en un mar de prepotencia, pero necios al fin y al cabo. 

En las cofradías, desde siempre, la clave del éxito ha estado fundamentada en el "nosotros", sobre todo cuando se gobierna una hermandad que potencialmente dispone de un importante grupo humano. Una persona individual en el mundo cofrade no es nadie. Será por el equipo que trabaja a su lado o no será nada, por mucho legado patrimonial con que crea obsequiar a la humanidad o por muchas avenidas a las que consiga cambiar de nombre. Por eso es tan importante rodearse de personas con capacidad para aportar cuando se ostenta un cargo.

Sabido es que con mayor frecuencia de la que sería deseable, cuando una persona está llena de inseguridades y complejos, tiende a rodearse de personas que considera inferiores para que no le hagan sombra. Como dice el refrán, en el país de los ciegos, el tuerto es rey. Pero a pesar de que al estar encantado de haberse conocido crea lo contrario, siempre será el equipo el responsable de los éxitos, todos habrán aportado en mayor o menor medida su grano de arena para la consecución de los logros… y de los fracasos, ya que consecuentemente también su peso será compartido por múltiples hombros, porque esa es la otra lectura del asunto.

Todos los que pertenecen a una junta de gobierno son responsables de los aciertos y los errores derivados de la actuación colectiva y de las decisiones tomadas colegiadamente, y del mismo modo que se debe exigir al que ostenta el cargo, la vara dorada o cualquier otro, el respeto suficiente y necesario para ser consciente de que lo que se haga es obra conjunta, hay que reclamar al resto de miembros de la junta que asuman su responsabilidad. 

Todo lo que se hace en una junta es responsabilidad de todos. Todos contribuyen a la decisión tomada, por acción o por omisión. Que no nos cuenten cuentos que suenan a “esto es cosa de quien decide por si mismo sin tomar en consideración la opinión de los demás"... Menos rollos, si no se está de acuerdo con el rumbo tomado por una junta de gobierno, sus decisiones o su forma de proceder, se dimite y santas pascuas. Si se experimenta la sensación de ser constantemente mangoneado, se marcha uno a su casa... un poquito de dignidad, que no es incompatible con la humildad. 

Y si toda una junta o la mayoría de ella está en contra de las decisiones que se toman "desde el origen de los tiempos", actúen en consecuencia que existen recursos para ello y si no queda otra posibilidad, obliguen a dimitir a quien se pasa por el forro las opiniones de sus correligionarios, o déjenlo efectivamente solo. 

Pero si decides quedarte, si llevas toda una vida en juntas de gobierno con unos y con otros, eres corresponsable de todo lo que se haya hecho, ahora y siempre. De todo. Que nadie crea que nos engaña, que ya somos muy mayorcitos, ni se vista con el disfraz de disidente interno cuando empieza a oler a urna y papeleta como tantas veces se hizo en el pasado, porque no cuela, ya no cuela…


Guillermo Rodríguez












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