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sábado, 9 de noviembre de 2013

En mi Huerto de los olivos: ... Jugamos a ser costaleros y capataces...

… caía la noche del pasado martes, cuando iba hacia mi Parroquia de San Francisco, mi parroquia por la afinidad que me une a la hermandad de la Oración en el Huerto, ya que quedé con D. Joaquín Alberto Onieva, para un asunto de ayuda a una familia. Y llegando hasta el citado lugar, mi cabeza no dejaba de dar vueltas sobre qué iba a exponer en este segundo artículo.

Pensaba en la falta de solidaridad del triste acontecimiento en el comedor social de los Trinitarios, pero al mismo tiempo me decía, ¿falta de solidaridad?…

¿Y si ha sido, necesidad, lo que ha llevado a esta gente a realizar tan desagradable hecho?. No encontraba en mi cabeza una explicación que me pudiese explicar dicho acto, intentaba buscarlo pero prometo que no lo lograba.

Y más ahora con las fechas que se acercan. Operación kilo, solidaridad para los más necesitados y todo este tipo de eventos que realizamos para que los más necesitados “puedan” estar un poco mejor... aunque digamos alto y claro que Cáritas y la criticada IGLESIA, lo hace durante todo el año. 

No sé a cuánta gente, y hablo por mí, habré llevado algo de comida que me ha dado Cáritas y la Parroquia, para familias de cuatro personas que sólo tenían un pobre y triste paquete de salchichas en su frigorífico.

Y en estos tiempos en los cuales nos ha tocado vivir, con los problemas económicos acuciando a la sociedad, da igual más alta o menos, todos estamos sufriendo por parte de algún familiar, amigo o el primo de…, esta terrible situación.

Desde estas humildes palabras animo a todos a que, en la medida de sus posibilidades, den un kilo de comida. De verdad, que no es tanto y "si yo doy y tú me ves", seguro que también ayudarás. Un sólo kilo de muchos pueden ser toneladas.

Con tanta tecnología, móviles, ordenadores, tablets, ipads…, donde parece que los sentimientos y valores se están perdiendo, -conste que soy un enamorado de dichos aparatos-, sólo nos queda la sencillez de los niños y las ganas de ser felices, porque aún ellos no se dan cuenta de tan triste situación.  

Esperando a D. Joaquín, allí sentado en un banco, mientras le daba vueltas a mi cabeza, con mi móvil en la mano, que si un sms por facebook, twitter… o por donde sea, oigo en el claustro del antiguo convento franciscano a unos chiquillos jugar y vociferar.

Al principio reconozco que no di mucha importancia a lo que hablaban o jugaban, y me extrañó ver que jugaban allí y no tenían algún elemento tecnológico en la mano como el que yo estaba en ese momento mirando.

Me trajo recuerdos de cuando en mi niñez jugaba al trompo, a las canicas, a la pelota… a todos esos juegos con los que crecimos y no como la mayoría de niños de hoy en día. Pero mi poca importancia hacia esos niños, a lo que hacían, se hizo admiración, cuando uno de ellos dijo… jugamos a costaleros y capataces… 

Solo deje de pensar y de hacer lo que estaba haciendo hasta ese momento, para fijar mi vista en aquellos niños que jugaban a ser costaleros y capataces, con la misma ilusión, ganas, sencillez que cuando éramos niños.

Izquierda “alante”, derecha “atrás”, no te lo lleves hacia tu lado, más hacia el centro, no podía dejar de sonreír, de admirar, de disfrutar de ese momento... en momentos donde no se disfruta.

Pachi Giraldo

















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