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viernes, 20 de diciembre de 2013

Verde Esperanza: Esa sospecha continua sobre los cofrades…

Si es usted asiduo a leer mis artículos, habrá notado que suelo ser muy crítico con los (que dicen ser) cofrades. Una de las razones es que mi personalidad me lleva a decir a las claras todo aquello que no me gusta, especialmente si de alguna manera me afecta a mí. Y la razón de mayor peso es porque a raíz de todo aquello que vengo denunciando, ser cofrade, tanto dentro como fuera de la Iglesia, está mal visto. Y en muchas ocasiones no les falta razón.

Dentro de la Iglesia estamos concebidos como un grupo poco católico, más bien movido por la idolatría a las imágenes y que se preocupa más por lo folclórico que por lo que es verdaderamente importante: Dios. Sólo hay una cosa que puedo matizar, lo haré al final de este artículo. Por lo demás, me temo que en muchas ocasiones esa crítica está justificada. Fuera de la Iglesia somos esos que durante una semana al año cortamos calles, armamos ruido (no en el sentido en el que lo dijo el Papa Francisco). Los que, injustificadamente, aglutinamos cuantos más dorados y bordados mejor. O los tontos que van detrás de una imagen, jugando a los pasitos. Es decir, los capillitas. Qué poco me gusta esa palabra, por cierto. En estas críticas habría más que desmontar, pero será en otra ocasión.


Lo primero que hay que decir, matizando como comentaba anteriormente, es que las generalizaciones son tan atrevidas como peligrosas. Cuando digo que ser cofrade no está bien visto, es porque la gente nos mete a todos los cofrades en el mismo saco, cuando uno de los pilares, a mi parecer, para ser cofrade es ser cristiano. Y el que no sea cristiano NO es cofrade. Fijaos si ya estamos eliminando “kofrades” de la lista. Así que cuando se dice aquello de que los cofrades se preocupan más por lo folclórico que por lo religioso, mi traducción es que los que dicen ser cofrades pero no tienen ni idea de lo que implica y significa serlo, se preocupan más por lo folclórico que por lo religioso. Este ejemplo es prácticamente extrapolable a todas esas críticas que vienen desde fuera hacia el mundo de las Cofradías.

Desgraciadamente, de puertas para afuera, parecemos un grupo muy heterogéneo en cuanto a la esencia: parece que hay muchos tipos de cofrade. Cuando no es así. Ya escribí hace tiempo un artículo señalando algunas características de lo que para mí significa ser cofrade. Aunque exista una diversidad que yo señalo no como positiva, sino como extraordinariamente positiva (en la manera de interpretar y mostrar la Pasión de Cristo: unos con música, otros en silencio…), en esencia, todos los cofrades compartimos actitudes, sentimientos, estilo de vida… Y si esta varía, peligro. Lo digo sin tapujos. Si esa esencia no aparece en alguien que dice ser cofrade, es que realmente no lo es.

Por ello quiero dar un pequeño golpe sobre la mesa. Estoy cansado de que los cofrades estemos bajo continua sospecha sin ni siquiera preocuparse por diferenciar al que es cofrade del que dice serlo. Porque los que sí lo somos, y perdónenme que me incluya, solemos dar ejemplo en cuanto a la esencia que comentaba anteriormente. Por eso suelo señalar lo que no me gusta de este mundillo. Que cada palo aguante su vela, pero no podemos seguir cayendo todos en esa generalización injusta. Ser cofrade es un estilo de vida ejemplar, que quede bien claro.


José Barea










Recordatorio Verde Esperanza







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