Esta noche la pregonera Raquel Medina ha logrado transportar a todos los presentes por un Camino de sueños, a través de un sentido pregón que ha logrado elevar los espíritus de todos los presentes en varios momentos notables. Sólo había que cerrar los ojos, tal y como ella misma pidió al inicio de su intervención, para permitirnos visualizar cada una de las escenas que fueron emanando de su descriptivo verbo, acertadamente ayudado por el acompañamiento musical, con una selección bien escogida de temas.
Convocó en primer lugar al calor del hogar, a una reunión de seres queridos en torno a la Reina de las Marismas, escoltada en su preciosa alegoría por los que seguro la estarían observando desde el Rocío de los Cielos, fue llamando una por una a las personas que inundan el baúl de los recuerdos de su infancia, esa en la que bebió todo aquello que le hace ser Rociera, con mayúsculas.
Seguidamente, logró que de forma extraordinariamente amena, viviésemos casi físicamente cada instante que separa a los rocieros de Córdoba desde San Pablo hasta la mirada misma de la Virgen el Lunes por la mañana. Muy sincera la despedida de su otra Blanca Paloma, la que anida en Capuchinos e intenso el momento de la Presentación.
Aún faltaba narrar el capítulo más emotivo, cuando la Virgen se acercó al Simpecao de Córdoba. Mientras todos podíamos vivirlo, la pregonera recordó a los dos ángeles de los que todos los cordobeses nos hemos acordado tantas veces, y lo hizo de manera muy especial, fusionando el sentimiento con la tensión de la cercanía de Ella, con Verdad pero sin caer en el sentimentalismo fácil, arrancando sin lugar a dudas el mayor aplauso de la noche y más de una lágrima de emoción en los presentes.
Un soplo de aire fresco que esperemos inspire a quien deba elegir a los futuros ocupantes de atriles, para que los pregones estén más cercanos al latir del corazón y menos a la aburrida cátedra rebosante de sabiduría... y lejanía.
Guillermo Rodríguez
Recordatorio Raquel Medina, Pregonera
Fuente fotográfica