El Ayuntamiento Hispalense renueva anualmente el Voto de Acción de Gracias que, desde el año 1649, realiza ante el Crucificado por la extinción de una epidemia de peste que asoló Sevilla. Aunque no se tiene certeza exacta del comienzo de su devoción en Sevilla, ya en 1314 (siglo XIV) se tienen datos de su existencia, en un punto indeterminado entre el Convento de San Agustín y la Orden Trinitaria, según el cronista Ortíz de Zúñiga.
Por aquellas fechas, aún no existían en Sevilla las hoy tan conocidas hermandades, puesto que sería mucho después cuando se empieza a tener constancia de la Primitiva Hermandad de Nazarenos de Sevilla, y faltando más de un siglo para el culto al Gran Poder, por citar dos ejemplos.
Tal era la devoción hacia la Imagen que en 1482, el asistente de Sevilla, don Diego de Merlo, mandó construir, con autorización de los Reyes Católicos, un templete y en el centro del mismo una columna con una copia en mármol del Santo Crucifijo de San Agustín, el icono de Jesús más venerado de aquel tiempo, para que su visión sirviera de meditación a sus múltiples devotos, aunque la talla no se realizó y en 1594 el imaginero Lorenzo de Matamoros modeló las esculturas que aún se conservan.
La imagen es de estilo gótico, con cabellos naturales y paño de pureza de tela, con Áurea nimbo, a semejanza de los Cristos realizados en Hispanoamérica, sobre todo los conocidos por mejicanos. Este Cristo tuvo una amplia devoción en la capital hispalense, debido a la creencia de sus múltiples milagros que se le atribuían con respecto a sanación de enfermos e incluso cambios climáticos o erradicación de epidemias, quedando incluso hoy en día constancia de este hecho en el Voto de Acción de Gracias que anualmente renueva el Ayuntamiento de Sevilla desde 1649, en acción de gracia por la extinción de una epidemia de peste que asoló y menguó a la población sevillana en aquellos días.