Si algo he echado en falta en esta Semana Santa pasada por agua ha sido la compostura necesaria que debía haber habido en muchos. Evidentemente, a todos nos han dejado un regusto raro estos días lluviosos y de aguas torrenciales, que más parecían de Feria que de Semana Santa. A todos nos ha fastidiado, el no poder gozar con lo que llevábamos esperando tanto tiempo, y para lo que nos habían preparado nuestros cultos cuaresmales. Y todos hemos sentido una punzada de tristeza al ver nuestros pasos mudos y quietos en sus templos.
Pero aún así he visto y oído cosas que me han sorprendido por lo desmesurado. Y es entonces cuando la he echado de menos, cuando he buscado a la compostura y no la he encontrado por ninguna parte. Alguno dirá ¡vaya palabreja! Y le sonará a las cosas que dice su abuela. Como otras tantas cosas, se ha perdido el significado de un término que antes presidía nuestra Semana Santa.
Para deleite de sabios (...), diré que “compostura” es definida en el diccionario de la Real Academia como “modestia, mesura y circunspección”. Y desgraciadamente, las tres cualidades van faltando en nuestra Semana Santa hace bastante tiempo. Quizás en esta Semana Santa se han agudizado dejando patente una vez más como nuestra fiesta va camino de convertirse en un ente fosilizado en que la naturalidad se ha convertido en artificio; la espontaneidad en costumbre; y la fe sencilla en algo vacío y ritualista.