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miércoles, 8 de enero de 2014

El último nazareno de cirio

El ser de una junta de gobierno de hermandad es para muchos (por supuesto no para todos) el recurso o la compensación de una carencia o falta de una cosa fundamental, el número, o lo que es lo mismo, la antigüedad y, por ello, por cuanto los modernos no pueden sacar nada más que un cirio, una cruz de penitente o, todo lo más, una vara en el Senatus, se meten en la Junta y a presidir, a presidir los más modestos, claro, porque los más gallitos se cogen un palo –palermo– y a disfrutar delante del palio como fiscal, ayudante del fiscal o, lo mejor, cascarón de huevo, sin hacer nada.

La aristocracia verdadera de una cofradía ni va en la presidencia ni va mandando con palermos, canastillas o varas enanas; la aristocracia va en el último tramo del paso más fuerte devocionalmente que tenga la hermandad. Fíjense en las manos, arrugadas y secas, miren las ojeras, miren el estado de la túnica (gastadas, sin apresto de ninguna clase, que son más bonitas que las nuevas), fíjense en los andares.

El último tramo es una Maestranza de nazarenos, lo conforman gentes que nada tienen que comprar, nada que invertir (tiempo, dedicación, horas) y, además son los más libres, pues al tener un derecho y, por lo tanto, no recibir una gracia o favor del que manda, sólo tienen que reírse cuando los chistes tienen gracia, sea quien sea el que los cuente.

Todo esto lo dice muy claro mi amigo Juanma, el Lemus, que en su cofradía va con su cirio conformando la última pareja del último tramo de su Virgen. Voy todos los años a verlo y cuando al día siguiente lo veo me dice “de mí para atrás, o tos pagando o yendo a la hermandad to los días”.







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