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lunes, 20 de enero de 2014

El Viejo Costal: Agradecemos, Sentimos Gratitud

Repaso de memoria a los hermanos que han dado muchas de sus horas de tiempo, y mucho de su esfuerzo físico a nuestra hermandad, y me sale una espeluznante lista de hombres, mujeres y jóvenes. Y es ahora cuando los busco, que no los encuentro entre las filas de habituales asistentes a los distintos actos, y actividades.

¿Se han perdido en el camino?, ¿han sido apartados por algo?, ¿sencillamente se han cansado y se han retirado de sus puestos habituales a su domicilio después de haber entregado durante meses, otros durante años, su abnegado trabajo?.

En un ejercicio de memoria me salen cerca de un centenar de hermanos en este limbo de desaparecidos, y a los que habéis vivido durante décadas las actividades extra cofrades de nuestra hermandad, ¿no notáis en falta a las señoras que habitualmente ocupaban la cocina desde los remotos años de la caseta de feria de La Sevillana, en la esquina del Paseo de la Victoria?.

¿Y a los hermanos que de forma desinteresada, montaban la caseta de feria, las primeras ferias del Arenal?, recuerdo algunas familias enteras que desde primeras horas de la tarde hasta la madrugada, formando equipo, fabricaban flores de papel, abrían farolillos, montaban bombillas, y yo qué se cuántas cosas más.

Se hablaba, se compartían tiempo, amistad, familia, mesa, durante algunas semanas antes del inicio de la fiesta, durante una semana de la propia fiesta y un par de semanas de desmontaje, tras la fiesta; todo un mes de servicio a la Hermandad, desinteresado servicio.

Siempre existía un alma amable que traía desde casa, algo de café, bocadillos, algunos dulces, consiguiendo hacer más amenas aquellas interminables horas de trabajo, que se compartían entre todos los asistentes, sin diferencias, sin estamentos, sin distinciones, llanamente, como entre hermanos.

Año tras año eran las mismas personas, cambiaba el año, cambiaba el lugar, cambiaban al Hermano Mayor, cambiaban a la Junta de Gobierno, pero ellos eran siempre los mismos. ¿Dónde están ahora?.

Siempre luchando con una clara meta en la mente, una candelería nueva, un paso de misterio nuevo, un dorado de calidad... cada meta alcanzada les llenaba de orgullo y les daba fuerzas para fijar la siguiente y luchar hasta alcanzarla, casi era un ejercicio de penitencia.

Todos excelentes luchadores, inagotables trabajadores, impertérritos soportadores de largas noches de fiesta ajena, e interminables horas de trabajo para ellos. ¿Dónde están?, cuando todos descansábamos, siempre había alguno de ellos reponiendo bebida, otros preparando comida en la cocina, otros haciendo los pedidos, siempre trabajando para los demás y para nuestra hermandad.

El calentamiento era siempre el montaje de los pasos, la puesta en marcha de nuestro guión penitencial en la calle, una primera prueba en la Cruz de Mayo, solo unos días, de tres a cinco, dependiendo de las fechas, y si pasabas todas estas pruebas, la de verdad, semana de montaje de caseta, a continuación nueve interminables días de feria, y semana de desmontaje, menudo mes de Mayo.

¿Pero donde están todos esos hermanos que no los encuentro ahora?, se han cansado de dar lo mejor de su corazón y esfuerzo, ¿a cambio de…?, no, si ninguno de ellos quería nada de nada, sólo las metas fijadas desde los Cabildos de Hermanos, y continuadas por las Juntas de Gobierno.

Pero es que nunca les hemos dado nada a cambio de tanto esfuerzo, ni las gracias, ni unas palabras de aliento, y cuando te cansas y no hay una meta libremente elegida entre hermanos, cuando la meta es solo cubrir deseos personales, intereses particulares, ya no se tienen ganas de dar nada de nada.

Cuando además ves que a algunos de tus hermanos defenestrados por ese mensaje tiránico, “no eres digno de ocupar el puesto de privilegio que ocupas en esta casa”, y el único privilegio que has visto que ha ejercido es el de servir a los demás, cuando otros son amenazados veladamente, entonces es cuando te retiras libremente, te quedas en tu casa, y dejas tu sitio de privilegio a otro que acaba de llegar, si, hay que dejarles sitio.

Ahora aquí estamos los que durante décadas hemos trabajado sin mirar a nadie, aquí sabemos lo que es el trabajo, conocemos el desagradecimiento, ¡abrázate a los que aquí estamos!,  deja que nuestro corazón grite con el tuyo “¡Muchas gracias, por tu tiempo, por tu trabajo, aquí nos tienes ocupando este privilegio, para servirte a ti que de verdad eres mi Hermano!”.

Antonio Alcántara Zafra






Recordatorio El Viejo Costal






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