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sábado, 18 de enero de 2014

Rafael Rabasco es designado nuevo párroco de San Lorenzo


Después de 18 años sirviendo a la iglesia de San Bartolomé de Montoro, el sacerdote Rafael Rabasco Ferreira ha tomado posesión de la de San Lorenzo, una castiza parroquia en el Casco Histórico de la capital. «Un sacerdote es como un árbol, con el tiempo echa raíces y trasladarlo supone un cierto desgarro, pero también da alegría decirle a Dios que sí, que aquí estoy y sigo a su servicio», apuntó.

Rafael Rabasco apenas lleva una semana en el histórico templo fernandino y todavía está en la fase de ir conociendo a las personas e instituciones que en adelante acompañarán su apostolado. Al acabar la misa de las 19.30 horas, recibe en la sacristía —un «despacho de lujo» en un templo sin igual— a personas y familias que forman colas para saludarlo y darse a conocer al nuevo párroco.

«De Montoro —prosigue— me traigo la experiencia de un pueblo cercano, familiar con una gran fe y con quienes me he encontrado en mi casa». Rafael Rabasco habla con alegría y convicción. Reconoce abiertamente que sintió la vocación sacerdotal «desde el seno de mi madre, siempre tuve muy claro, desde niño, que quería ser cura», y repite con mirada brillante y optimista que «si mil veces naciera, mil veces volvería a ser sacerdote del Señor, porque viviendo esta vocación es mucho más lo que se recibe que lo que se da en trabajo y en servicio».


Cambiar el corazón

Al llegar a San Lorenzo reconoce que se ha sentido muy a gusto desde el primer momento con estos nuevos feligreses, a los que califica de «cristianos con el corazón muy abierto», lo cual le ha ayudado mucho porque «la ciudad grande asusta, y con ellos me está siendo mucho más fácil el “aterrizaje”».

Si la semana pasada, durante el transcurso de la jornada del Laicado Asociado, se hablaba de la importancia de la parroquia, Rafael Rabasco habla del tema desde la experiencia: «Para estar viva, una parroquia necesita hacer que el mensaje de Jesús nos cambie el corazón y nos haga más hermanos, para que nuestro testimonio llegue a todos, a la familia, al barrio, llenando de esperanza a quienes viven cerca de nosotros».

A sus nuevos feligreses, el nuevo párroco les pide «que sean comprensivos y pacientes, y sobre todo que recen por mí, porque la oración es fundamental; que las ovejas cuiden al pastor y viceversa: yo les prometo dedicación, entrega y diligencia».









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