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viernes, 21 de febrero de 2014

La Firma Invitada: Acólitas, dalmáticas y arzobispales

La figura litúrgica del acólito está perfectamente reglada en la Iglesia
«Sufro, y os digo la verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas instituciones eclesiales que el papel de la mujer queda relegado a un papel de servidumbre y no de servicio». Son palabras del Papa Francisco sobre una situación que se ve y se vive en demasiadas ocasiones, muchas veces al hilo de viejas posturas recalcitrantes y otras por puro desconocimiento de los ministerios eclesiales que pueden confiarse y pueden ejercer las mujeres en el seno de una institución con más de 2.000 años a sus espaldas que se adapta lentamente a los cambios y a los tiempos.

Luis Rueda, delegado diocesano de Liturgia y prefecto de Liturgia de la Catedral, explica las razones históricas del papel de la mujer mucho más restringido en la liturgia, que van ligadas a la clericalización de los ministerios litúrgicos, que formaron parte el Cursus Honorum de la carrera del sacerdocio. Pablo VI y el Concilio Vaticano II revalorizaron el papel de la mujer al tiempo que se suprimieron las órdenes menores, con lo que lectores y acólitos pasaron a ser ministerios instituidos, pero permitidos también a personas no establemente instituidas. En el Código Canónico de 1983 se habla de laicos  para desempeñar funciones en las ceremonias litúrgicas. Y la Pontificia Comisión para la interpretación del Derecho Canónico aclarará  después que laico es todo fiel bautizado, sea hombre o mujer. Pueden, por tanto, ejercer ministerios litúrgicos no propios del sacerdote, incluidos servicios del altar, ser lectoras o acólitas -como curiosidad, añadir que los acólitos no visten dalmáticas, que sólo pueden llevar los diáconos, sino tunicelas, prendas que, en la liturgia antigua, correspondía a los subdiáconos, aunque popularmente se conozcan en la acepción citada-, como ha informado ABC de Sevilla.


No obstante, en cada diócesis, el obispo tiene potestad para prohibir estos servicios a mujeres y en Sevilla jamás ha ocurrido. Por ello, sorprende y resulta hartamente sospechoso cómo no dejan de circular por redes sociales y whatsapp mensajes, tan llenos de desconocimiento como cargados de malas intenciones, sobre supuestas prohibiciones del arzobispo, monseñor Juan José Asenjo, a la presencia de niñas acólitas en determinados  cultos en hermandades. El prelado, nuevamente sorprendido y dolido, lo ha negado categóricamente, tildando estos mensajes de «mentiras y calumnias». 

La intención y la predisposición de la Archidiócesis hacia el papel de la mujer, repito, en una institución de paso lento, es indudable. Como muestra, y al pelo de las polémicas, las trescientas personas, niños y niñas, diputados y diputadas de culto, que han participado en el curso para acólitos organizado por el Consejo de Cofradías y la Delegación de Liturgia en la Catedral. 










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