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lunes, 24 de febrero de 2014

La Firma Invitada: Hermanos costaleros


Cuarenta años después de que en la hermandad del Amor se iniciara este movimiento, las cosas han cambiado tanto que no tienen nada que ver con el principio. Nada que ver con aquellos jóvenes de aspecto enclenque que en muchos casos hasta debían llevar autorización firmada de sus padres porque aún no habían cumplido ni los dieciocho; nada que ver con la cantidad de ensayos que se convocaban porque la técnica en los primeros tiempos no era demasiado refinada.

Hoy el fenómeno se encuentra sin embargo con un problema bien distinto: la dificultad para que un hermano pueda salir precisamente de eso, de hermano costalero. El buen estado físico de estas generaciones -un señor de 60 años puede estar perfectamente para sacar pasos- está provocando el taponamiento a los jóvenes que quieren entrar en las cuadrillas. A veces hasta tienen que esperar 15 o más años. 


Y eso aburre al más devoto. Hay una generación que prácticamente no ha probado las trabajaderas y todo por la cesión que se ha hecho a los capataces de todo lo referente a la organización de la cuadrilla. Últimamente hay juntas de gobierno -cada vez más- que están pidiendo a esos capataces que empiecen a poner en marcha los planes de jubilación por un lado, y que incorpore a la cuadrilla a la gente joven de la hermandad para que no vea un año tras otro frustrados sus deseos de sacar a la Imagen de sus amores.  Y no está mal esto de establecer un cupo obligatorio, un número determinado de personas que forzosamente debería entrar en las cuadrillas para que aquel espíritu inicial con el que se fundaron, no se pierda.

¿Cuadrilla de supermanes técnicamente impecables o cuadrilla de hermanos? ¿Cuadrillas para danzar o para hacer -cada una a su estilo- la estación de penitencia?   Si es verdad que una junta gobierna la hermandad debe de hacerlo de arriba a abajo y no dejar el ingreso en esos grupos,  tan numerosos, compactos e importantes, los costaleros, solo a criterio del capataz.  No es del todo normal es que una persona tenga que esperar quince o cinco años para entrar en una cuadrilla. Esos errores, al final y con el tiempo, se terminan pagando.    



















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