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sábado, 15 de febrero de 2014

Los Agujeros Negros de la Madrugá del Pánico (I)

Publicado por Juan Miguel Vega en el Diario El Mundo el 02/01/2005


Ya habrá pasado incluso la Feria cuando, el próximo 21 de abril, se cumplan cinco años de los incidentes acaecidos en la Madrugá del año 2000, durante los que más de cien personas resultaron heridas, sin que la opinión pública haya sabido a ciencia cierta cual fue la verdadera causa que originó las tristemente famosas turbamultas.

Qué, quién o quiénes estuvieron detrás de unos hechos que podían haber degenerado en una enorme tragedia y que, oficialmente, fueron atribuidos a la histeria colectiva debido a que —hagamos hincapié en el adverbio— 'oficialmente' no se pudieron probar otras causas en la investigación policial que se llevó a cabo.

Sin embargo, un lustro después de aquellos acontecimientos, aún persisten a su alrededor demasiadas sombras, cuya opacidad se acrecienta por el escaso celo mostrado por algunas autoridades, si no todas, para averiguar sus causas a fin de evitar la posible repetición de hechos similares.

¿Por qué? ¿Qué les garantiza que no volverá a ocurrir? ¿Saben algo que los ciudadanos de a pie no sepamos? Ese quizá puede ser el primer y gran agujero negro que se abre en tomo a la Madrugá del año 2000. Porque lo cierto y verdad es que ni buena parte de la ciudadanía ni desde luego las hermandades, y mucho menos las afectadas por aquellos hechos, comparten la tesis oficial de que aquellas turbamultas —que se extendieron desde la calle Gravina a Sor Ángela de la Cruz y del Postigo al Duque- estuvieron originadas por el pánico desatado entre las masas a raíz de la aparición en la calle Javier Lasso de la Vega de un toxicómano trastornado esgrimiendo un cuchillo. Tesis que, curiosamente, al principio tampoco compartieron en absoluto los responsables municipales, pero que sirvió a la postre para dar carpetazo al asunto sin hacer más indagaciones a pesar de que, como tendremos ocasión de comprobar, existieron indicios suficientes como para sospechar que las causas podrían ser otras.  ¿Por qué no se investigaron? ¿De verdad no se investigaron? Ese podría ser el segundo agujero negro.




¿Casualidad?

Pero empecemos por el principio y volvamos a los hechos. Todo empezó en el momento clave -¿casualidad o algo más?— en el que las seis cofradías de la Madrugá se concentraban en el estrecho entorno de la carrera oficial. El Cristo de la Esperanza de Triana entraba en la Campana , el Silencio discurría por el Duque camino de su entrada; Los Gitanos bajaba por Javier Lasso de la Vega buscando el Duque; la Macarena se desplegaba entre la calle Cuna y la Catedral ; el Gran Poder, entre el Museo y el Arenal, y el Calvario discurría íntegramente por la carrera oficial. Eran las 5.15 de la madrugada.

Primero fueron unas carreras en la plaza del Duque a las que no se dio más importancia, a pesar de que acabaron provocando el desalojo de una parcela de sillas. Pero poco después empezaban a llegar noticias a las emisoras de radio de que, al mismo tiempo, se estaban produciendo avalanchas de gente que corría despavorida en calles como Gravina, Sor Ángela de la Cruz o Cuna, con la suficiente distancia entre sí como para hacer comprender que no se trataba de la misma avalancha.

Aunque la causa del pánico se atribuía a cosas distintas, en general era común el comentario de que había gente con pistolas. Minutos más tarde, dos avalanchas, una procedente de la calle San Eloy, la otra de Laraña, confluían en la Campana , viniendo a demostrar que el punto donde, según la versión oficial, se originaron los tumultos, la entrada de la carrera oficial, fue en realidad el lugar donde éstos vinieron a confluir. Cosa que no debe pasar desapercibida y que es, sin duda, un nuevo agujero negro. Tres cuartos de hora más tarde, del mismo modo que surgió, el pánico vino a difuminarse, tras dejar una estela de caos.

Según la Cruz Roja, la avalancha humana causó 200 heridos de diversa consideración. Entre ellos, hubo dos personas que tuvieron que ser ingresadas con crisis cardíacas y también fueron numerosas las fracturas óseas. Vamos con las explicaciones que se dieron a los hechos. Tras afirmar que su origen fue la explosión de una tubería de agua en la calle Jesús de la Vera-Cruz (explosión que nunca se produjo), el entonces delegado de Seguridad Ciudadana, José Gallardo, -que, por cierto, nunca explicó de dónde sacó esa información— aseguró que los culpables habían sido «70 u 80 jóvenes sevillanos organizados en cinco o seis grupos que provocaban carreras de fuera adentro de la carrera oficial».

Contra esta tesis, nada descabellada como habrá ocasión de comprobar, la Delegación del Gobierno, por medio de la entonces subdelegada, Rocío Roche, sostiene desde primera hora la teoría del caos generado por David S.S., el joven toxicómano que fue detenido por la Policía Local cuando corría portando un cuchillo de grandes dimensiones. Una teoría a la que se opuso el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, afirmando que «la detención del delincuente no se corresponde en absoluto con la realidad.

Nadie cree en Sevilla que, como consecuencia de una detención de un delincuente en un punto concreto de la ciudad, se produjeran estas avalanchas humanas». La subdelegada le respondería llamándolo «político inexperto» (¿?). Pero lo más significativo a este respecto fue que el propio agente de la Policía Local que detuvo a David S.S. negó, en declaraciones a Radio Sevilla, que éste hubiera provocado las avalanchas.

Rápidamente empezaron a surgir otras hipótesis. Una adjudicaba los hechos a activistas de Jarrai desplazados desde el País Vasco; otra, a jugadores de rol (estaba reciente el estreno de la película Nadie conoce a nadie) y una tercera atribuía los hechos a trabajadores del Ayuntamiento —concretamente miembros de la Policía Local — que, por aquel entonces, sostenían un conflicto laboral con el Consistorio.



Hipótesis rechazadas

Todas ellas fueron rechazadas por la Policía Nacional que, meses después, presentaba las conclusiones de su investigación, asegurando que «un incidente aislado —el tipo del cuchillo- desencadenó la primera avalancha, la enorme masificación de la zona de la Campana expandió a miles de personas en diferentes direcciones (al contrario de lo que ocurrió en realidad) y el pánico colectivo dio origen a nuevas avalanchas». Dichas conclusiones recibirían el plácet del fiscal jefe de la Audiencia , Alfredo Flores, por lo que el asunto se archivó.

Un año y medio después, se publicó un libro en el que se hacían alusiones al asunto. El libro acababa con una espectacular revelación realizada por alguien relacionado con los servicios de seguridad cuya identidad no se citaba: «Como no tengo nada que hacer, me dediqué pacientemente a investigar por mi cuenta y conseguí llegar a donde me proponía. Hablé con ellos. Con los autores del proyecto y con los que lo habían llevado a cabo. Estaban asustados. Se les fue de las manos. Estoy seguro que éstos no lo harán más». Preocupado por las consecuencias que pudiera tener esta revelación, su autor rogó al redactor de aquel libro que no la incluyera. Pero el libro ya estaba en el mercado. Hubo que retirar todos los ejemplares y reimprimir la obra, excluyendo lo más sabroso de ella. Y éste es, sin duda, un enorme agujero negro, al que prometemos asomarnos pronto. Muy pronto.

Juan Miguel Vega









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