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domingo, 2 de marzo de 2014

Calvario de Iris: La Mezquita Catedral de Córdoba, patrimonio de sus sentidos


Los humanos y nuestra insaciable capacidad de poseer. Hemos hecho nuestros mares y cielos, continentes y tierras vírgenes. Incluso hombres se han proclamado dueños, de otros hombres esclavizando sus cuerpos. Nos creernos amos, del latir del corazón que nos ama. Los signos de identidad que los antiguos moradores, quisieron dar a sus ciudades, en cada cultura, en la ramificación artística de la contemplación, por siglos inalterable. Cual ritmo incesante sobre el pétreo mármol, gota a gota, la virtud de la humildad de Francisco I, golpea a los que se aferran a seguir poseyendo la universalidad de los siglos. Firmas terrenales no pueden rubricar, los oníricos sentimientos que a tantas almas han inspirado. El respeto por la oración ajena, a cualquier libro sagrado, crisol de culturas que abraza la identidad del hombre, haciendo a Córdoba centro del mundo. Solo tú eres dueña de tu sueño, solo a ti te acarician las virtudes embelleciendo tus sentidos. Solo tú eres dueña de tus silencios que aromatizan versos y rumor de fuentes. Mezquita-Catedral de Córdoba.


Un nuevo Pablo de Tarso

El científico de la fe, el estudioso de “la causa efecto” de lo divino sobre lo humano, ha iniciado un retiro buscando la difuminada palabra del Padre. Medito sobre el preclaro teólogo, y un cierto amargor recorre mi garganta al contemplar al cabizbajo  hombre. Viene a mi mente, aquel, cegado y rehabilitado Pablo, apasionado transmisor de la palabra del Nazareno, en las ágoras más reacias a comulgar con la nueva doctrina. La luz insuflada por la mano divina, plantó en su alma  la necesidad de saber, de investigar y dejar por escrito, como un cuerpo espiritual encuentra a Jesús, convirtiéndose en un escrupuloso seguidor de la Ley Escrita. La pena corporal y las negras manipulaciones, lejos están de representar al hombre que redimió con su sangre al mundo, siendo clavado en un madero, eliminando las tinieblas y temores en la conciencia del ser. Pablo, preso hasta su muerte, dejó constancia de la figura y significado de Jesús en su tiempo y  el mensaje de amor y esperanza que insufló al mundo. Ratzinger fuente de conocimiento, cree en el imperecedero  mensaje y reconoce una iglesia de “apertura”,  caminando de la mano de las carencias personales y espirituales de los creyentes. Hoy las bienaventuranzas  del maestro claman con el fulgor del rayo, escuchémoslo y haremos entre todos una Iglesia reflejo de Jesús el Nazareno.

José Antonio Guzmán Pérez.








Recordatorio Calvario de Iris





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