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viernes, 21 de marzo de 2014

El Cáliz de Claudio: Un mar de dudas


Tal vez sea por nuestra forma de ser. Una frase tan repetida desde que tengo uso de razón. Tal vez, la mitad o la parte completa, sean por la genialidad del instante o por la mezquindad repetida. Puede que sea porque la Cuaresma es breve y el hastío del resto del año sea intenso. Los motivos pueden buscarse, perseguirse o indagarse, pero, en realidad, nunca se buscan con el ahínco suficiente como si fuésemos políticos en campaña circular y nuestras ataduras no nos ofreciesen la posibilidad de pensar a largo plazo. 

Antes de escribir estas líneas he pasado días sopesando el tema a tratar. La verdad es que había unos cuantos. Pero los hechos siempre van más allá y regresan a la oscuridad pretendida de su templo por más que el tiempo pase. Y es un templo el que centra la actualidad porque la actualidad es así de interesada, no sé si ruin, pero siempre interesada, subjetiva porque pertenece a los sujetos y carente de imparcialidad, sosiego y mesura. Es populista, como señalar que hay temas más importantes que la propiedad de la Catedral, pero –nos guste o no- los hay y van desde la desesperanza de una sociedad en declive hasta el inmovilismo de una ciudad que es el resultado indefectible de sí misma.

Se han argüido las evidencias necesarias para saber quién es y debe seguir siendo el propietario y no seré yo quien lo discuta porque también lo pienso. Y tampoco aportaré nada que ya no se haya dicho puesto que las razones religiosas, históricas, culturales y de gestión avalan de sobra cualquier disquisición. Y una gestión distinta nos traería ejemplos tan brillantes como las ruinas de Medina Azahara, o los campos de golf que se proyectan en sus alrededores como la panacea que emula a la versión de un tiempo tan reciente que nos trajo hasta éste que ahora “disfrutamos”.

Pero no sólo de malos políticos vive Córdoba, también de cofrades que cambiaron el terno por el ropaje capitular o de algunos que callan y otorgan porque, al menos, los que firman exponen su nombre al público que los valorará. Y así, cuando en cualquier lugar de nuestra geografía sureña y caliente, lo lógico sería hacer penitencia en la Santa Iglesia Catedral, en nuestra querida ciudad nunca lo fue. Fue la excepción, la controversia hace cinco décadas, la locura de unos pocos, la ilusión de menos y la moda que nos invade. Así, sin fundamentos sólidos unos piden permiso para estudiarlo mientras se reponen –como se pregunta en algún medio- de magnos actos y hay quien se sigue negando. Y ahí radica el problema. Defender en lo que no se cree conduce al fracaso, a la debilidad. Ha habido voces claras, altas y diáfanas mientras otras se adormecen para no molestar, para no señalarse. 

Pasan los días y la actualidad sigue su curso y, seguramente, al político de turno se le ocurrirá una nueva cortina de humo con la que cubrir su inoperancia adquirida. La actualidad, tan subjetiva, buscará otros sujetos nuevos que alimenten otras tertulias. Pero las cofradías seguirán ahí, unas camino del primer templo de la ciudad, otras espero que también, aunque tras 36 años y medio de ver casi siempre lo mismo permítanme que dude.

Blas Jesús Muñoz

Recordatorio El Cáliz de Claudio






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