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miércoles, 26 de marzo de 2014

La Voz de la Inexperiencia: El paraíso se llama Semana Santa


Esta Cuaresma está siendo de las más amargas y difíciles desde que tengo uso de razón. Después de haber superado un sinfín de obstáculos y de seguir luchando cada noche para poder conciliar el sueño y cada mañana para poder sonreírle al espejo, creo que es momento de valorar lo que Dios nos da, de disfrutar de estos cuarenta benditos días de preparación, cuarenta días de gloria, de ensayos, de marchas y de goce en la hermandad.

Que ya es momento de ‘llamarse un poquito’ por el pasillo, es la hora de hacer izquierdos en la puerta de tu habitación, un ‘diiiiiiiime’ más sentío de la cuenta cuando escuchas tu nombre, porque ahora ‘ir de frente’ tiene más sentido que nunca, y es que “se torea como se vive, a compás”, y es así como se debe compenetrar una cuadrilla, fuera de las bandas de música, agrupaciones musicales, bandas de cornetas y tambores, coros y demás, hay un ‘run, run’ que se escucha aún en una procesión de silencio, ese no es otro que racheo de una cuadrilla que a compás va avanzando calle arriba…


Que todo esfuerzo tiene su recompensa, y que después de cada Cuaresma, siempre llega nuestra Semana. Semana en la que el Señor orará en su Huerto, tras la Entrada Triunfal, Silencio que apela a la Esperanza y a la Pena de un Jesús Rescatado. La Estrella de un barrio que alumbra el rostro cándido de una dolorosa a Merced de sus hermanos, Ánimas guiadas por un coro formado por ángeles que son capaces de erizarme la piel a su paso, Vía Crucis de luz y tambores roncos, calles estrechas y silencio. Hace años que llueve el martes sin Piedad, quedándonos vacíos de Caridad, Reina de los Ángeles que embellecen tu manto, Agonía del que ora bajo lágrimas del cielo. Perdón del Rocío que avisa la mañana, Paz capuchina que Humildemente espera la Misericordia tras el Calvario de la Pasión de Cristo. Reina de los Mártires que espera la salida Angustiosa del Nazareno y en sus Caídas, Caridad de la Gracia trinitaria. Descendimiento de los Dolores que contempla con Desconsuelo el Sepulcro del que Expira. Alegría de la Resurrección que impregna nuestro último día. 

No puedo concluir este artículo sin pedir a las hermandades que no se desvinculen nunca del sello que las caracteriza, pero sin embargo, no se debe olvidar que el pasea, es el Hijo de Dios y su bendita Madre, que no hay Calvario más acentuado que el que Cristo padeció. 

No pretendo hacer leña del árbol caído, pero sí pretendo concienciar al ambiente cofrade de que el Hijo de Dios y la Madre del mismo no entienden de rivalidades, de bordados, ni orfebrería, de políticas materiales y humanas. 

Sean felices y disfruten de lo que queda de cuaresma, a 18 días del Domingo de Ramos, aún nos quedan dieciocho noches para soñar con una semana soleada, con las calles oliendo a incienso y con las sonrisas de los padres que llevan en brazos a esclavinas que no levantan un palmo del suelo, con medallas que lejos de quedar a la altura del pecho, más bien sobrepasan sus rodillas. El paraíso tiene nombre y se llama Semana Santa. 

María Giraldo Cecilia











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