Se acerca la Semana con la
sucesión decidida de la primavera. Pronto veremos las Imágenes que desatan la
devoción, recorriendo miles de puntos de nuestra geografía. Obras e imagineros
que han esculpido nuestra historia como, hace cuatro siglos por estas fechas,
hiciera el cordobés Juan de Mesa y Velasco.
"Dio tanto de Dios que se
olvidó de sí", eso me dijeron hace poco y creo que es verdad. Su historia,
anónima durante casi 300 años, parece dar calibre a esa afirmación que cataloga
-al escultor y ensamblador con el grado de su gremio- como carne de
beatificación durante una trayectoria vital que se expresa en unas Imágenes que
son fuerza y ternura, que despiertan la fe y el amor que emana de ésta.
No tratamos en estas someras
líneas ni a las Angustias, al Amor, Buena Muerte, Gran Poder... En un libro de
José Hernández Díaz (que fue el gran difusor e investigador de Mesa en el siglo
XX), se llegaba a decir que era un Laocoonte del Barroco.
El Cristo de Vergara (Guipúzcoa)
fue encargado por Juan Pérez de Irazábal, Superintendente de la armada y
Contador Mayor de Felipe III y Felipe IV en la Real Hacienda de Sevilla.
Acordando con el imaginero la hechura de un Cristo Crucificado que estaría
vivo, clavado en la Cruz y coronado de espinas. Su envergadura debía ser
superior al natural, alrededor de las diez cuartas, y el plazo de ejecución se
fijó en 4 meses; con un coste que ascendería a 1300 reales. Una vez realizado,
el Cristo de la Agonía permaneció en Sevilla durante un período de cuatro años
hasta que fuer entregado a la Parroquia de San Pedro de la Villa de Bergara. Así, el 5 de Octubre de 1626, a
manos del hijo del contador, Juan Bautista Pérez de Irazábal, fue entregada a
dicha parroquia para hacer más universal la obra de un imaginero que nos entregó
todo de sí.
Blas Jesús Muñoz
Recordatorio La Biografía de un Genio: Juan de Mesa y Velasco