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martes, 15 de abril de 2014

El Cronista: Lunes Santo


Todas las historias son subjetivas porque son propias de los sujetos. Y algunos de ellos parecen encontrar su predicado en las cofradías. No es un predicamento estéril que se pierda en divagaciones inocuas, pues la divagación del cofrade es honda y vivida y solamente reflexiona sobre ella una vez ha pasado todo y el recuerdo es contemplación espiritual de lo sucedido. Así, cualquier día de la Semana puede resultar el día señalado, aunque no sea el tuyo. Y ello no significa que no vaya a ser igual o mejor, pero éste te ha vuelto a sorprender.

Atrás ha quedado el Lunes Santo y es el segundo día que salen las cofradías de manera ininterrumpida después de estos últimos años. Atrás ha quedado el cortejo de la Vera Cruz y la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora de la Merced de El Viso del Alcor que tan buen sabor deja cuando la estela procesional de la hermandad del Campo de la Verdad comienza a surcar la ciudad camino de la Catedral.

Atrás ha quedado el sorprendente cambio de itinerario del Remedio de Ánimas de regreso a San Lorenzo. Sin embargo, cuando este servidor mira a la Virgen de las Tristezas no puede sino recordar una conversación –antigua y emocionante- que tuvo con Pablo García Baena u otra con Fray Rafael María Cantueso (que dejaremos para el Jueves). Pablo es un hombre sencillo en su grandeza y recordaba aquellos tiempos fundacionales con la sencillez –que no simpleza- del trabajo que se conoce, de la simbología exacta que poseen cofradías como el Remedio de Ánimas.


Son propias de los sujetos. Por ello, cuando veo el palio de Gracia y Amparo el clasicismo que emana en el trabajo de su capataz, en el cortejo que precede, en la sinfonía decimonónica de la música… todo conduce a la búsqueda de la brillantez lánguida de otro tiempo, de otra Córdoba que no volverá, pero que a veces, en Hermandades como la de la Sentencia, se busca a sí misma para seguir avanzando.

No es un predicamento estéril el que posibilita el discurrir de la Estrella. Camina desde su barrio a su barrio, pasando por Carrera Oficial. Pero es allí, en la Huerta de la Reina donde la cofradía es plena, donde se justifican los motivos, donde alcanzan su paso largo por el tiempo las maneras, donde la gente no es gente ni público, sino un elemento más de la hermandad. Y así su banda se vuelve a su Cristo y le toca, a 25 años de devoción, y el nudo el garganta del metal es más grande porque el amor es más intenso contra más se cuida.

Camina el tambor ronco por la Judería y sé que ya todo es más subjetivo. Repaso el tiempo y hace tan poco. Tres años en los que aquella noche esa hermandad justificó el esfuerzo y las ganas de enfrentarme a la preocupación. El Cristo de la Salud parece sostenerme con su escalofrío. La noche es más clara, ¿o más oscura? No sé. Pero estoy ahí como una sombra camuflada, buscando la respuesta a la intemperie de la ciudad, a cobijo de aquella gratitud que siempre le deberé.

Y la piel siempre se eriza en este momento. Podía haber comenzado a la abertura de la tarde en San Antonio, pero no. A veces, hay que dejarse algo para el final como la mirada de la Virgen de la Merced. Es una cuestión de amistad y afinidad. Es parte admiración y una buena dosis de sentimiento. Es un deseo compartido y aunque no sea hermano, esa cofradía es parte de mi vida y mis mejores recuerdos. Y cada Lunes renueva la promesa.

Susurro cada recuerdo de camino a casa para no pasar por alto nada al escribir. Miro la hora y compruebo que es Martes Santo, que sus ojos me esperan y que, si Dios quiere, en unas horas cumpliré con una antigua cuenta.

Blas Jesús Muñoz









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