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lunes, 28 de abril de 2014

El día de los cuatro Papas


Los beatos San Juan XXIII y San Juan Pablo II están ya inscritos en el Libro de los Santos. El Papa Francisco ha presidido la ceremonia de canonización de dos de sus predecesores de este domingo, solemne pero también emotiva, que ha dejado algunos momentos para el recuerdo.


La aparición de Benedicto XVI

Momentos antes de que se iniciara la ceremonia, el papa emérito Benedicto XVI aparecía en la Plaza de San Pedro del Vaticano, donde fue recibido con una gran ovación por parte de los miles de peregrinos que ocupaban la plaza y las calles adyacentes.

Cuando el Papa Francisco hacía también su entrada en la Plaza, se acercó hasta el sector izquierdo de la misma para fundirse en un cariñoso abrazo con el Papa emérito antes de comenzar el rito. Igualmente, ha acudido de nuevo al terminar para estrechar ambas manos del Papa emérito, que le ha correspondido sonriente.



Inscripción en el Libro de los Santos

Era el momento más esperado. El Papa Francisco proclamó santos a sus dos grandes predecesores del siglo XX, que ahora se llaman San Juan Pablo II y San Juan XXIII. Eran las 10.15 de la mañana del Domingo de la Divina Misericordia, que será recordado como el «Día de los cuatro Papas» y se producía el momento culminante en la solemne declaración papal, pronunciada en latín: «En honor de la Santísima Trinidad (…) con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, y la nuestra (…) declaramos y definimos santos a los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II…».


Sangre y piel, reliquias de Santos

Las reliquias de los papas recién proclamados santos Juan Pablo II y Juan XXIII fueron colocadas junto al altar mayor del atrio de la Plaza de San Pedro. El momento de la entrega de los relicarios, justo después de que el papa Francisco proclamase santos a ambos pontífices, fue también especialmente emotivo.

El relicario en plata del papa Karol Wojtyla fue llevado a Francisco por Floribeth Mora Diaz, la mujer costarricense cuya sanación en 2011 fue considerada el segundo milagro que sirvió para canonizar Juan Pablo II. La reliquia era una ampolla con la sangre del papa polaco.

La reliquia de Juan XXIII es un trozo de piel que fue extraído de su cuerpo, exhumado en el 2001 para su beatificación. El relicario del llamado «Papa bueno» fue entregado al papa Francisco por los sobrinos-nietos de Roncalli.



Homilía breve pero contundente

La Homilía que el Papa Francisco dedicó a los dos nuevos santos —San Juan XXIII, «el Papa de la docilidad al Espíritu Santo», y San Juan Pablo II, «el Papa de la familia»— fue corta pero contundente, marcada por una clara mirada al futuro de la Iglesia. Precisamente, Francisco aseguró que «son los Santos quienes hacen crecer la Iglesia». «Colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar la Iglesia según su fixonomía originaria, la que le dieron los Santos a lo largo de los siglos», añadió. Ambos «fueron dos hombres valientes, llenos de la parresía del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la voluntad de Dios».

«Las llagas de Jesús son un escándalo para la fé, pero son también la verificación de la fé, por eso no desaparecen en el cuerpo de Cristo crucificado (...) Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús. No se avergonzaron de la carne de Cristo; en cada persona que sufre veían a Jesús (...)En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo había una esperanza viva junto a un gozo inefable y rallante».. Son precisamente», relata Francisco.



Saludo a las autoridades

Francisco tuvo palabras para todos los fieles, las delegaciones de los países y los religiosos, a quienes agradeció su presencia en San Pedro para rendir homenaje a los santos. Al concluir la misa, agradeció el afecto de los peregrinos de las diócesis Bergamo (norte de Italia) y Cracovia y les pidió que «siguiesen fielmente las enseñanzas de los santos».

Se refirió incluso a quienes siguieron la ceremonia «por radio y televisión» y agradeció a los medios de comunicación «haber dado la posibilidad de participar a tantas personas».

Al finalizar la ceremonia saludó uno a uno a los representantes de cada delegación, apretándoles las manos. Especialmente emotivo fue el saludo a los Reyes de España, con quienes se reunirá mañana en audiencia por primera vez.



Emoción de los fieles

Las primeras gotas de lluvia, que amenazaban con pintar de gris un día que pretendía llenarse de luz, no pudieron con el fervor de los 800.000 fieles —según las cifras oficiales de El Vaticano— que se congregaron en la Plaza de San Pedro y en las calles adyacentes para asistir a tan importante cita.

El respetuoso silencio sólo se quebró en los momentos en que los feligreses entonaban los cánticos litúrgicos y se atrevían a romperse en aplausos tras las palabras del papa Francisco o la aparición de Benedicto XVI.

«Un Santo al que hemos podido tocar» fue la frase más refpetida entre quienes concoiero a Juan Pablo II en vida. Nadie quiso perderse la ceremonia y por ello se instalaron pantallas en los aledaños de la Plaza para los 300.000 asistentes que se quedaron sin sitio junto al altar.











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