A las 11:30 horas, ya se presagiaba que algo pasaba en el centro de la ciudad, pues los cielos eran surcados por los cohetes anunciadores rocieros. El aire se llenaba de sones al compás del tambor y la flauta. Alrededor de las 12:00 horas, el Simpecado cordobés, se colocó en el Altar Mayor de la iglesia de San Pablo para presidir la Eucaristía a la que asistieron un elevado número de hermanos y cordobeses que querían ser parte activa de la historia de esta hermandad rociera. A la finalización de la misma, y a los pies del altar, se dio a besar la reliquia del Beato Juan Pablo II, el Papa rociero, como se le conoce entre las hermandades que tienen a la Reina de las Marismas como Titular.
Acto seguido, y con la solemnidad que merecía el acto, el Simpecado fue avanzando por la nave central del templo, buscando el camino de la que será a partir de ahora, capilla de Nuestra Señora del Rocío, no sin antes detenerse y despedirse de Nuestra Señora del Rosario.
Una vez entronizado el Simpecado de la Hermandad al son del himno nacional, se cantó la salve y dio por finalizada una jornada histórica para esta filial rociera.
Una vez entronizado el Simpecado de la Hermandad al son del himno nacional, se cantó la salve y dio por finalizada una jornada histórica para esta filial rociera.
Raquel Medina Rodríguez
Recordatorio Historia de la Hermandad del Rocío de Córdoba