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jueves, 17 de abril de 2014

Málaga rendida ante el latido que no cesa


Cuando la ciudad abrió sus brazos para recibir un nuevo Martes Santo, el cielo se congració con la tierra un día más y brindó una jornada extraordinaria, casi veraniega, en la que apetecía salir, oler a incienso, encontrarse con amigos, llevar a los niños de paseo y saludar a los sagrados titulares que preñaban de religiosidad y costumbrismo las calles malagueñas. Cuando la cofradía del Rocío estaba entrando en la calle Larios y el Cristo de la Agonía tomaba la Alameda, las campanas de la iglesia de la Esperanza comenzaron a repicar y las miradas se fijaron en el puente. Por allí pasaba Jesús Nazareno del Perdón seguido de María Santísima de Nueva Esperanza. Con Jesús de la Humillación y la Virgen de la Estrella a punto de salir de Santo Domingo, el Martes Santo latía en plenitud. El otro escenario recogía en paralelo los otros protagonistas de la tarde, las hermandades victorianas. Rescate y Sentencia cerrarían el recorrido oficial en una jornada perfecta.

No cabía un alfiler en la Plaza San Marcelino Champagnat para esperar a la Novia de Málaga a la hora del café. El sol apretaba mientras el público asistente aguantaba con paraguas y gafas de sol. Tres llamadas al portón y la Cruz Guía de la Casa Hermandad del Rocío abría el desfile procesional en punto. Diez minutos más tarde era Nuestro Padre Jesús Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario el que enfilaba la difícil cuesta del Altozano. Algo hacía murmurar a los malagueños allí presentes. El Nazareno llevaba, por primera vez en sus más de 90 años de historia una túnica morada, obra de Raquel Romero.

Bajo los vítores de "guapa, guapa y guapa", María Santísima del Rocío ponía en marcha un recorrido de casi nueve horas en su último año antes de ser coronada canónicamente en 2015. Adornada con los claveles depositados el lunes en las ofrendas, la Novia de Málaga, la Virgen favorita de los malagueños, que cada año desborda alegría por las calles de Málaga.

La Tribuna de los Pobres se llenó para recibir al Nazareno y a María Santísima del Rocío, que se situaron frente a la Tribuna para elevarlos a pulso. La entrada a Calle Echegaray, desde San Agustín, acogió a las entrañas de los portadores, que tuvieron que llevar con esmero y cuidado al Nazareno y a la Virgen del Rocío al son de Puerta del Cielo. El barrio victoriano se volcó a la vuelta, en la larga Calle Victoria para recibir a su novia, a la Novia de Málaga y dar un último impulso a los hombres de trono, que llevaban procesionando desde primera hora de la tarde.

La Policía intentaba dejar espacio libre en la plazuela Virgen de las Penas, pero fue una labor complicada. Muchos eran los que querían ver de cerca la salida de la cofradía de las Penas, el Crucificado, la Señora del manto de flores. Puntuales sonaron unos toques del interior del oratorio de Santa María Reina y Madre y se abrió la puerta a la cruz guía. Las túnicas negras y capirotes burdeos comenzaron a desfilar con los sones de la banda de cornetas y tambores de la Esperanza por el tortuoso trazado árabe de Pozos Dulces. En cada zigzag de la calle, decenas de fieles esperaban ver una de las estampas más especiales del Martes Santo.

El Cristo de piel morena, de rostro ensangrentado y mirada cansada, casi vencida y a punto de agonizar, asomó llevado por unos 150 portadores y llenó la plaza con la rotundidad de su imagen. Avanzó para hacer el ángulo perfecto que le permitiese iniciar su recorrido en una tarde espléndida. Los faroles salieron encendidos y los portadores serios y concentrados en el paso, la música elevó las almas igual que las miradas hacia los ojos del Santísimo Cristo de la Agonía entonando alguna plegaria callada.

En su estación de penitencia lo acompañaba María Santísima de las Penas, la más peculiar de todas las Dolorosas por su manto confeccionado con flores naturales, una historia que se remonta a 1944. Un año después de la incorporación de la hermandad a la Agrupación de Cofradías, el jardinero mayor del Parque, Alfonso Cruz, fue el encargado de dirigir los adornos florales de un manto que midió ocho metros y generó una leyenda. Siempre se ha creído que se hizo por pura necesidad, por estrecheces económicas del momento, pero no hay constancia escrita de ello. Tampoco ha llegado hasta la actualidad testimonio de algún hermano que hubiera vivido los acontecimientos de esa fecha, como explican desde la cofradía. Así, entre el misterio se fraguó una tradición que perdura año tras año.

En el oratorio, minutos antes de las seis de la tarde fueron llamados los hombres de trono para iniciar la salida. Colocaron los varales frente a la puerta y comenzaron a "coger el paso", como pedía el capataz. El himno de España les ayudó a cuadrar la mecida de la Virgen adornada con claveles blancos en las ánforas. Cada centímetro de su palio verde lucía bordado y como manto la primavera. Ramas de ciprés, margaritas blancas y una mariposa de siemprevivas se fueron desfilando por la estrecha calleja. Las Penas ya estaba en la calle para dar sentido nuevamente al Martes Santo.

Poco antes de las cuatro de la tarde toda Nueva Málaga estaba echada a la calle. Los que no bajaron era porque aguardaban desde sus terrazas y balcones. Esperaban, entre charlas de padres y abuelos, de vecinos y amigos cercanos, la procesión de Jesús Nazareno del Perdón y María santísima de Nueva Esperanza. Las túnicas moradas comenzaron a salir de la iglesia en una tarde despejada y absolutamente primaveral. Minutos después de que se formara el cortejo sonaron las campanas del primer trono que salía de su casa hermandad, en la parte trasera del templo. Inició su paso mecido con tremenda elegancia el Cristo que porta el madero sobre su pedestal de oro. Aún no frenaba el murmullo, la excitación se palpaba en el ambiente, el barrio entero se había congregado en el camino de Castillejos y la calle Magistrado Salvador Barberá para ver a su cofradía, la que cada Martes Santo realiza una empresa titánica, de esfuerzo y dedicación. No en balde es la hermandad con el recorrido más largo de la Pasión malagueña.

Casi trece horas en la calle, sin descanso, es la particular penitencia de estos nazarenos y hombres de trono que iniciaban el itinerario orgullosos de portar al Señor en su camino al calvario con la pesada cruz que un ángel le ayuda a soportar. La banda del Cautivo de Estepona embellecía la estampa a la espera de la salida de su Madre, trono que este año ha estrenado la pintura del sobre techo del palio.

Cuando las mantillas y los capirotes verdes con túnicas color crema ya enfilaban la calle salió la Virgen, en su trono de plata y oro, con el manto de terciopelo que aguarda aún los bordados y la candelería encendida. Flores moradas y lilas, como las del Cristo, ofrecían un bonito contraste al color esperanza de las telas. Con la responsabilidad de saber que tenían una importante misión, los 240 hombres emprendieron los casi 7 kilómetros que tenían por delante cargando en cada hombro 15 kilos que se duplicarían con el peso de la noche.

Por segundo año consecutivo se abrieron las puertas de la iglesia de Santo Domingo para dar paso a la cofradía de la Estrella, que se encerró casi siete horas más tarde en su casa hermandad de la calle Padre Jorge Lamote.

La Policía Local, hermana honoraria de la cofradía, tuvo ayer especial protagonismo, ya que la hermandad quiso rendir homenaje al agente fallecido en accidente de tráfico el pasado sábado. La campana lucía un crespón negro en señal de luto y en el trono descansó su gorra. La banda de cornetas y tambores del Real Cuerpo de Bomberos precedió el cortejo de Nuestro Padre Jesús de la Humillación y Perdón, una talla de Francisco Palma Burgos de 1942.

Los niños daban la mano al desfile de nazarenos. Uno por uno parecían desear suerte y fuerza en la estación de penitencia que acababan de comenzar. Salió una representación con el uniforme de gala de la Policía Local, también con lazo negro. Tras ellos, los altos mandos del cuerpo.

El Señor con la túnica blanca mostrando un hombro desnudo, humillado por la crueldad del hombre, despreciado por Herodes, aguantando la tortura con infinita paciencia, emprendió sobre su trono de caoba y claveles rojos su recorrido oficial seguido por la banda de la Esperanza.

Los nazarenos de túnica azul anunciaban la salida de la Virgen a las ocho y media de la tarde, con la persistencia aún del calor. Precedió a María Santísima de la Estrella una representación de los cuerpos del Ejército. Los monaguillos llenaban de incienso la plaza Fray Alonso y la Virgen sorteó con extremo cuidado el arco del templo para salir casi rozando las tulipas de los arbotantes. "Vamos a dormirla pero andado, señores, éste es nuestro paso", decía el capataz de la Dolorosa. La banda Maestro Eloy García ponía la melodía y el manto salpicado de estrellas apagaba las últimas luces de la tarde para iluminar la noche del Martes Santo.

Desde la pequeña Calle Agua, con la capilla del Rescate de testigo directo, Nuestro Padre Jesús del Rescate encaraba la curva más difícil de su recorrido procesional. El trono del Cristo se ha visto ampliado tanto en la mesa como en los varales, pasando de seis a ocho, lo que hacía dificultar la maniobra. Los malagueños se agolpaban en la esquina de la calle Victoria para presenciar la curva, que terminó con el Cristo bajando hasta la Plaza de la Merced.

Calle Álamos recibió con los brazos abiertos a María Santísima de Gracia, que estrenaba la marcha Virgen de Gracia, obra de Ignacio Fortis. El de María Santísima de Gracia es el único trono de estilo neogótico que se procesiona en Málaga, dando una riqueza más a los tronos malagueños.

Antes, en la Casa Hermandad, la Virgen de Gracia era mecida al ritmo de la marcha Virgen del Valle en honor a un hermano de la Hermandad del Rescate.

Prácticamente la totalidad de las personas que asistieron a la salida del Rescate se desplazaron unos metros para bajar a calle Frailes y recibir al Señor de la Sentencia y María Santísima del Rosario. Media hora antes de que se pusiese en marcha la Cruz Guía de la Hermandad de la Cruz Verde las calles ya estaban repletas de curiosos y cofrades a partes iguales.

Un muro de obras justo enfrente de la Casa Hermandad hacía añadir un poco más de dificultad a la maniobra de salida para un trono encaraba un giro de 90º a la derecha para alcanzar el Mercado de la Merced. Los capirotes morados esperaban desde la Calle Hinojosa mientras se llamaba a la cabeza de procesión desde fuera. Tres golpes y a empezar.

La mirada del Señor de la Sentencia, sabedor de su futuro, inspira temor, pero también perdón. La talla, obra de Martín Simón, representa el momento en el que Jesús es sentenciado por Poncio Pilatos. Le esperaba una comitiva de los Gitanos, la Cofradía de la Columna, cuya Casa Hermandad está pared con pared con la de la Sentencia.


Desde niños chicos en cochecitos de bebé hasta personas mayores con bastón. Desde autóctonos de la propia Cruz Verde hasta turistas cámara en mano. Nadie quiso perderse la salida procesional de Nuestra Señora del Rosario, que justo antes de salir realizaba, dentro, un momento de recogimiento para los hermanos allí presentes.





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