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domingo, 6 de abril de 2014

Nisán: XXXIII El Descendimiento


Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea, miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios, tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana y bajó el cuerpo de Jesús. Mc 15 42-46

En tu presencia Señor, entre los tuyos, contemplándote calladamente mientras te bajan de la cruz de tus tormentos. Dice el relicario de mis creencias que al morir, descendiste a los infiernos. Pero Tú no llegaste el averno cuando te capturó la muerte, sino desde el mismo instante en que viniste a este planeta ingrato, en aquél humilde pesebre… una gélida noche de diciembre, frente al mundo ignorante e indiferente. Y por él caminaste hasta tu martirio por el rechazo, el odio y el miedo del poder establecido al que te negaste a rendir pleitesía. Miedo a quien hace temblar el suelo bajo sus pies; a quien hace tambalear los pilares del santuario de sus miserias; miedo a quien sacude el trono de su avaricia.

Sembraste tu semilla de paz, de luz y de amor y el mundo te entregó a cambio negación, humillación y muerte. Éste es el verdadero infierno al que descendiste, el que demuestra golpe a golpe, paso a paso, día a día… que continúa girando de manera despreciable, sin comprender absolutamente nada…

Codiciada por el enemigo
la derrota para tu enseñanza

De la cruz te han descendido
apagada está tu llama
sometida al desafío
de soportar la lanzada
y el mundo gime entre escalofríos

Un sudario de claveles
pa’ secarte las heridas
y la Sangre de tus sienes
grita mi alma transida
por el dolor que ceba la muerte

Y tu cuerpo marchitado
por la tragedia y el odio
de quienes te condenaron
en el altar de mis lloros
es tesoro y relicario.

Guillermo Rodríguez






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