LO ÚLTIMO

miércoles, 23 de abril de 2014

Pauta musical: Las marchas procesionales del Maestro Rodríguez (en el centenario de su nacimiento)



Introducción

En una aproximación a la marcha procesional del Maestro Rodríguez en el centenario de su nacimiento, nos llama poderosamente la atención que la primera marcha procesional para Semana Santa, nacida en nuestro pueblo (Cabra), venga de sus sabias manos e inspiración. Resulta, cuanto menos raro, por no decir inexplicable, que un pueblo con las profundas raíces históricas de su Semana Santa, y la dilatada trayectoria de su banda de música, no tenga a día de hoy documentada ninguna marcha procesional con anterioridad (salvo los tradicionales pasacalles, que, obviamente, no se ajustan al tipo de marcha de procesión)

Puede caber esta posibilidad, claro está. Antes los repertorios de nuestras bandas eran, por norma, mucho más pequeños que actualmente y la demanda de nuevas composiciones no se asemejaba, para nada, a la de hoy. Las necesidades musicales de las hermandades de antaño no lo eran tanto como las actuales. La música, en general, no tenía un papel tan determinante, ni se cultivaba con tanta profusión como en la actualidad. Pero desde la segunda mitad del siglo XIX ya sonaban marchas procesionales en Semana Santa, nuestra banda estaba en plena actividad (con sus altos y bajos) y las primeras marchas se difundían lentamente por el resto de archivos de Andalucía. Pero esta interrogante, tan llamativa, al menos para quien esto escribe, tiene un análisis prolijo, con distintas conjeturas, que en este artículo no corresponden enumerar.

Virgen de Piedra (1963): su primera marcha

En 1963 José Rodríguez López, el Maestro Rodríguez, ostentaba ya la batuta de la banda municipal de Cabra, que con el paso de los años sufriría unas alteraciones en su naturaleza jurídica, pasando a ser sociedad y/o asociación instructivo musical con claras funciones y vocaciones de banda municipal. Nuestra Semana Santa resurgía con la aparición de distintas hermandades. Al repertorio de la banda municipal egabrense llegaban distintas partituras de música procesional, especialmente de Ricardo Dorado o Mariano San Miguel. Algunas conocidas composiciones sevillanas se introducían, de forma discreta y lenta, pero iban copando poco a poco los atriles.

Hace cincuenta años nace la primera marcha procesional en el seno de la banda de música de Cabra, que tengamos constancia hasta la fecha. Curiosamente, esta primogénita composición no está dedicada a ninguna imagen egabrense, sino lucentina. El Maestro Rodríguez tenía una estrecha relación de amistad con Antonio Villa, conocido músico lucentino, de fecunda actividad, que, junto con su mujer, en esos años eran hermanos mayores de una cofradía que procesionaba a una Virgen de las Angustias, conocida como Virgen de Piedra. A esta imagen y al matrimonio Villa-Serrano (tal y como reza en la partitura) dedicó su primera marcha, una de las obras más bellas del acervo musical de la Semana Santa lucentina y también una música inherente de la Semana Santa egabrense, que se ha cultivado en nuestras estaciones de penitencia, año tras año durante medio siglo, constituyéndose hoy día como una de las melodías más especiales de la memoria colectiva sonora de nuestro pueblo.

En “Virgen de Piedra” el maestro se postula para posteriores composiciones del género, como un compositor inspirado, capaz de generar melodías conmovedoras, adornándolas y envolviéndolas en una armonía clásica y sencilla, sin excesivos alardes, pero con seriedad y rigor.

La composición comienza con el tema principal, careciendo de introducción. El autor dibuja una melodía muy clara, grave y lenta, con aire misterioso, de profunda carga expresiva, que se desarrolla ampliamente en un primer pasaje que se repite. La música se encomienda a la tensión y la intensidad, aparecen mayores adornos melódicos y la banda entera, en tutti, acomete pasajes en fuerte de forma transitoria, con las maderas dibujando escalas de semicorcheas y los metales bajos anclando el discurso sólidamente. Este pasaje transitorio, con ecos del primer tema en una melodía obsesiva y bella que no termina de difuminarse, nos conduce directamente a una frase enérgica en fortísimo, conocida como fuerte de bajos, donde al contrario de lo que suele suceder, el peso de la melodía lo sostienen los metales bajos y el acompañamiento rítmico lo hacen las maderas. En este pasaje precisamente el maestro se deja imbuir por los giros de Cebrián, por ejemplo, en su marcha “Ntro. Padre Jesús”.

Tras unos compases de fuerte carácter, aparece el trío final, precioso episodio de cariz apacible y dulce, donde clarinetes y resto de maderas entonan un canto de gran carga lírica. Este trío se repite terminándose en el mayor de los casos la obra. Pero conviene subrayar que el autor concibió la marcha con da capo, esto es, con una repetición de toda la obra desde su comienzo hasta la anotación “fin”, que coincide precisamente con el último compás antes del trío, donde, todo sea dicho, pareciera como si llegara a la conclusión. Para acortar la marcha, normalmente no se hace este da capo, que pretende reforzar el carácter tonal y la solidez estructural de la composición, pero en las partituras así lo señaló el maestro.

Coincidiendo con el cincuentenario de esta marcha procesional, recientemente fue interpretada por la formación de plectro “Camerata Ipagro” de Aguilar de la Frontera, dirigida por el egabrense Antonio Moral, en un concierto organizado por la Fundación Aguilar y Eslava con motivo del Museo de la Pasión, interviniendo violines en el trío final.

“Martirio” (1969): tributo musical póstumo

Posiblemente nos encontremos ante su mejor marcha y una de sus obras más destacadas en general. En ella el maestro, afligido por la triste y accidentada pérdida de su hermano Vicente, consigue llevar a la partitura el terrible dolor que le invadía y la pesadumbre del espíritu. El autor se presenta aquí entregado al papel, sin estar sujeto a corsés ni límites en la expresividad, cristalizando una partitura de gran carga emocional y musical, conmovedora desde su inicio hasta el final, quizás la mejor conseguida desde el punto de vista técnico.

Abren la composición unos acordes desgarradores en fortísimo, creando una atmósfera tensa y épica, sobre la tonalidad de do menor que enfatiza más si cabe la tristeza del músico abatido por el llanto. Se anuncia así esta marcha de tintes dramáticos, solemne, embaucadora en su fuerza y expresividad. La alterada y enérgica música del principio se torna, en el mismo instante de iniciar la exposición del primer tema, en reposo y ritmo acompasado. El acento doliente no se desvanece, sigue muy presente, pero hay una necesaria calma en este pasaje nuclear de la obra.

A continuación, se retoma el fortísimo desgarrador, casi obsesivo, como un nuevo grito del músico donde subyace de nuevo la contradicción por la muerte de su hermano. Brotan acordes que parecen anclarse al ánimo apesadumbrado del artista y una tenebrosa atmósfera alzada sobre un rugido de viento metal que conmueve el alma. En este pasaje intermedio, a modo de puente, la música experimenta una intensa modulación a do mayor, en un tono brillante y apoteósico.

Será cuando aparezca el trío final, en modo mayor, con cierto atisbo de luminosidad en lo que se puede antojar como una confesión del propio autor en la esperanza de la resurrección. Clarinetes, fundamentalmente, recitan una hermosa melodía tranquila, sosegada, que en su repetición se ve desdoblada por unos preciosos repuntes de segundas voces, terminando la obra y cerrando así una página musical de importantes emociones encontradas.

Quizás “Martirio” es la marcha egabrense más difundida en banda de música fuera de nuestra ciudad, siendo tocada por distintas bandas de otros rincones de Andalucía que de alguna u otra forma han estado o están vinculadas a cofradías egabrenses, como la Banda Municipal de Rute, entre otras. El año pasado fue interpretada por la prestigiosa Banda de Música del Maestro Tejera de Sevilla en el concierto organizado por La Opinión de Cabra con motivo del centenario de la fundación del periódico.

La prensa de la época se hizo eco de la nueva composición del Maestro Rodríguez. Su estreno tuvo lugar en el Pregón pronunciado por D. Ramón Martín Cartaya el 28 de marzo de 1969. Las crónicas decían: “Actúa de nuevo la Banda de Música, para interpretar por vez primera, la marcha procesional “Martirio”. La pieza, bellísima y que puede parangonarse con las mejores del clásico y extenso repertorio de esta clase de obras musicales, fue escuchada con verdadera delectación por el auditorio que premió con grandes aplausos”. Este comentario responde al número 2381 de La Opinión (año LVII), en el que también se señala: “Finalmente felicitamos a la Banda de Música en la persona de su director Don José Rodríguez López y muy especialmente por el estreno de la bella marcha titulada “Martirio” de la que es autor el Maestro Rodríguez y que ha sido tan elogiada”.

Virgen del Socorro (1974): el telón musical propio del final de la Semana Santa

Para la Semana Santa de 1974, el maestro Rodríguez, amigo de más de un miembro de aquella Junta de Gobierno de la Virgen del Socorro, decide componer una marcha a esta espléndida Dolorosa que en la postrimera noche del Sábado Santo, pone prácticamente el final, las penúltimas luces de cera, a nuestra Semana Santa. Así, tras décadas de notas abrochadas a la trasera de su manto, “Virgen del Socorro” bien puede ser considerada como la música que nos coloca en la despedida y la nostalgia por una Semana Santa que está cumpliendo sus últimas horas.

“Virgen del Socorro”, estrenada en el pregón de la Semana Santa de 1974 pronunciado por Francisco Carmona, es una marcha sobria, solemne, sin apenas artificio, de sencilla y fácil melodía, sobre un ritmo acompasado y regular. Una introducción, con secos y contundentes acordes del metal alternados con breves fraseos de la madera, antecede al primer tema en el que se despliega el primer canto melódico que nos viene a la mente con sólo escuchar la primera nota. La melodía traza un hermoso discurso que se verá interrumpido por la aparición de un segundo tema en fuerte, a modo de fuerte de bajos, donde los metales destacan por encima de otros planos sonoros.

Todo desembocará en el inconfundible trío final, en el que nuevamente el autor distribuye los instrumentos y diseña la música de una forma parecida al primer tema, con una sucesión de tresillos de corchea que conducirán hasta un final reposado y tranquilo, extinguiéndose en el acorde de re mayor, en contraposición al carácter inicial de la composición, en un triste y melancólico re menor.

Se tiene constancia de una versión realizada al alimón por el maestro José Rodríguez y Sebastián Valero (importante músico de banda, de amplia trayectoria en Aguilar de la Frontera). Ambos coincidieron en el tiempo durante muchos años, dirigiendo las bandas municipales de Cabra y Aguilar de la Frontera respectivamente. Esta curiosa versión, parece conservar el sello y diseño melódico de la obra original, y en cambio presenta modificaciones en el entramado armónico y contrapuntístico.

Cristo del Perdón (1990): su última marcha

Para comprender el origen de esta marcha, tenemos que remontarnos a la Semana Santa de 1968, cuando el maestro Rodríguez escribe la primera marcha, de la que se tenga constancia documental, dedicada expresamente a una imagen de nuestra Semana Santa. Se trata de “Divino Cordero”, marcha fúnebre tributada a Ntro. Padre Jesús Nazareno, que durante años se interpretó por la banda egabrense tanto en actos previos a la Semana Santa como en las estaciones de penitencia de las cofradías a las que acompañaba la formación.

Pero el maestro no debió quedar muy contento y al cabo del tiempo dejó de tocarse, quedando la partitura relegada al archivo sin más uso que el testimonial. Con motivo del XXV aniversario de la fundación de la hermandad del Cristo del Perdón, surgió la posibilidad de cambiar el pasaje que no terminó de convencer al maestro –el trío final- modificándose y retitulándose con el nombre de “Cristo del Perdón”.

La marcha comienza con la exposición del motivo melódico fundamental y capital para entenderla. Una melodía en registro grave que todo egabrense reconoce e identifica. Esta introducción repite prácticamente la misma frase, pero en una octava por encima conduciendo directamente a la exposición del primer tema. En un carácter legato y sostenida por las maderas, la música entra en un discurso solemne y envolvente, con leves repuntes de fliscornos y trompetas enfatizando los crescendos. Tras su término, con repetición incluida, aparece una frase puente o transitoria, en fortísimo, que recoge la misma idea melódica expuesta en la introducción, pero en tutti (es decir, toda la banda se encuentra tocando) Esta frase puente engarza nuevamente con el primer tema, para luego desembocar en el trío final.

En este pasaje tiene lugar la modulación a modo mayor, adoptando la música un cariz más vivo, tímidamente grácil. El trío se diseña de una forma muy parecida al resto de sus marchas. Con la sencillez como denominador común, la melodía es regida por el viento madera y en la repetición aparecen fliscornos y trompetas para reforzar el canto que de forma elegante nos lleva a la conclusión.

Como así ocurre en “Virgen de Piedra”, la marcha presenta un da capo, de forma que vuelve a repetirse desde el principio llegando al último compás justamente antes del inicio del trío final. Casi siempre, este da capo se omite.

Si de estampas visuales y sonoras hablamos en nuestra Semana Santa, sin duda la conformada por el Cristo del Perdón y su marcha es una de las más características. Todo egabrense no concibe al Cristo del Perdón sin su música, interpretada durante muchísimos años por la Banda Municipal de Rute, en la madrugada ya del Sábado Santo.

Grabaciones discográficas

Todas las marchas del maestro se encuentran registradas en estudio.

“Martirio” y “Virgen del Socorro” han sido grabadas en tres ocasiones, en los siguientes trabajos: “Marchas procesionales Semana Santa de Cabra” –cinta- (Banda de Música de Cabra, 1988); “Marchas procesionales” –doble cinta- (Banda de Música de Cabra, 1992) y “Marchas procesionales egabrenses” –CD- (Banda de Música de Cabra, 1996)

“Virgen de Piedra” y “Cristo del Perdón” en dos ocasiones. Para la primera, en la cinta de 1988 y la doble cinta de 1992. Para la segunda, en la doble cinta de 1992 y en el disco de 1996, que además sirvió de homenaje a la figura del maestro por su fallecimiento meses atrás.

Agradecimientos

A la Banda de Música de Cabra, por ofrecerme su archivo para poder acceder a las partituras de las distintas marchas.

Mateo Olaya Marín





Hoy en GdP