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domingo, 25 de mayo de 2014

Once horas de gloria macarena


El tiempo no existe en el espacio macareno, se ponga como se ponga Einstein. Con esta sentencia de la escritora y macarena Rosa García Perea se puede resumir todo lo que aconteció ayer no más despuntó el día en Sevilla, en San Gil, en la Macarena.

¿Tiempo? ¿A quién le importa el tiempo cuando la Madre de Dios, Nuestra Señora de la Esperanza va deteniéndose a cada paso, a cada chicotá para no olvidarse de uno solo de sus hijos? ¿Acaso se puede medir el tiempo cuando Ella está en la tierra, a ras de quienes le imploran, ruegan y rezan? Ayer, medio siglo después la Esperanza, como aquel mayo de 1964, volvió a recorrer el mismo camino que le llevó a la gloria de su coronación canónica. Y lo hizo, como no podía ser de otra forma, llevada por toda Sevilla. Levantá a levantá. Chicotá a chicotá. A golpe de corazón. A golpe de sentimiento. A golpe de fervor macareno.


Daba igual el tiempo. Al principio. Porque luego se vio que no, que se fue de las manos. Más de dos horas de retraso sobre el horario previsto de llegada a la Catedral saca de sus casillas hasta al Santo Job. Sobre todo si hay familias con niños esperando durante más de cuatro horas a que llegue la Virgen. Y eso se notó a medida que avanzaba la jornada. Eran las once y media de la noche y el palio no había llegado a la Plaza de San Francisco. Allí, precisamente, muchas de las personas que esperaban desde las siete y media u ocho de la tarde desistieron de seguir haciéndolo. Es que tenía que estar a más tardar a las nueve...

O la junta de gobierno midió mal los tiempos o la ciudad se desbordó de tal manera que fue imposible hacerse con el control de la procesión. El retraso fue tomando forma en la calle Parras, cuando el cortejo no podía avanzar por mor de la marea humana que allí se concentraba y creció de tal manera que, finalmente, desembocó en una espera muchas veces pesada como una losa. Ahí debe la junta de gobierno analizar qué es lo que pasó para que la situación no fuese la prevista.

Nada de eso se presagiaba cuando las puertas de la basílica se abrieron a las dos y veinte de la tarde y el gentío inundaba todo el entorno del arco, más allá de Resolana, de Don Fadrique, de Bécquer,  y supo indefectiblemente que Ella se hacía presente y que no iba a dejar de repartir Esperanza. 

Antes del estallido triunfal los hermanos fueron llegando y organizándose para lo que les esperaba vivir. Fotografías delante del palio. Todos se movían por la basílica mientras afuera las campanas repicaban desgañitándose para anunciar que la Esperanza estaba a punto de salir. 

Todo cambió, de repente, cuando ya con casi todo el cortejo en la calle, con la luz entrando hasta besar a la Virgen, Antonio Santiago tocó el dragón por vez primera. Pulsos acelerados, corazones desbordados, sonido que sabía a gloria bendita. «Hoy es el día de María Auxiliadora -dijo a los suyos mientras se le quebraba la voz-. Vamos a pedirle a la Esperanza que nos auxilie y que nos inunde de eso precisamente, de Esperanza». Y recuerdo en la primera levantá para su padre. «Hoy cumple Manolo Santiago años en el cielo. Esta levantá va por él». Y al cielo que se fue, dentro de la basílica, el palio macareno con la Esperanza. Azucenas, claveles, jacintos, nardos. Exorno floral para la Virgen. Blancura en todo su entorno. 

A partir de ahí, ya todo se desbordó y no existió el tiempo. Marcha Real en medio de una atronadora ovación mientras se perdía el gentío Don Fadrique arriba. Luego, en el atrio, «Coronación de la Macarena». Y «Macarena» de Abel Moreno y «Pasa la Virgen Macarena» -cómo estuvo el Carmen de Salteras- antes de revirar y pasar debajo de su arco mientras resonaba «Aniversario macareno». Todo se resumía en ese momento. 

Por Resolana gente, por Fray Luis de Sotelo más gente, lo mismo que en Escoberos. Pero fue llegar a Parras y ¡ay! aquello se desbordó. Petaladas, sevillanas como hace un cuarto de siglo pero, sobre todo, el clamor en estado puro. No podía andar la Virgen de gente que había. Ni la Policía era capaz de que avanzase el cortejo. Más de media hora de retraso conforme al horario establecido. 


De Virgen a Virgen

Pasadas las seis de la tarde llegó a la altura de Omnium Sanctorum el palio. Feria a rebosar esperando el momento del saludo. No entró pero sí lo hizo en la capilla de Montesión, ante una Plaza de los Carros que se venía abajo cuando sonaron las notas de «Rosario de Montesión». Macarena y Rosario frente a frente. Hasta el mismo altar.

¿Y en San Juan de la Palma? ¿Esperaba la Amargura? Lo hacía poniéndole una alfombra de flores en la puerta y bajando de su camarín para saludar a la Esperanza. Otra de las imágenes históricas de la jornada y de este cincuentenario. El palio de la Macarena dentro de otro de los templos que sólo con pisarlos uno se estremece. Se vivieron momentos inolvidables contemplando cómo se miraban, cara a cara, frente a frente, la Esperanza y la Amargura. Como en 1964. 

Pero si ya Feria era un tapón en el que prácticamente no se podía andar, la calle Santa Ángela de la Cruz, a las seis de la tarde, cuando quedaban al menos tres horas -por el gran retraso acumulado- por llegar el palio, no se cabía. El encuentro con las Hermanas de la Cruz siempre es fundamental para la Macarena. Y para Sevilla. Esperanza reparten ambas. Socorro y auxilio. Y como ocurriese hace 25 años y también hace 50, aquella niña que las monjitas designaron para ser su imagen en el madrinazgo de la coronación, Inmaculada, volvió a tocar el martillo entre los cantos celestiales. Aún así quedaban momentos por vivir en este éxtasis macareno en el que el tiempo, escrito está al principio, no significa nada. Por eso, cuando en la Anunciación la Virgen del Valle también recibió a la Dolorosa de San Gil, Sevilla se estremeció de tal manera que dijo que mayor gozo no podía existir. La Macarena se plantó ante la Virgen del Valle. Más devoción es imposible. Más amor tampoco. 

Y en la Plaza de San Francisco, con más de dos horas de retraso que hizo que mucha gente desistiese de esperar el paso de la Virgen, alfombra de sal marismeña de Sanlúcar de Barrameda, verde Esperanza, para que la Madre de Dios pasase por ella y la Corporación Municipal se rindiese a sus pies. Y luego la Avenida para despedirla por la Puerta de San Miguel de la Catedral a la una y media de la madrugada y desear que sean las nueve de la mañana de hoy para besarle las manos en la parroquia del Sagrario. 

¿Con qué momento de estas once horas largas de gloria macarena quedarse? Da igual, el tiempo no existe en el espacio macareno, aunque ayer muchos lo echaron de menos...











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