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jueves, 8 de mayo de 2014

Sobre los pies: Ser cofrade



¿Qué significa ser cofrade? Depende de a quién le preguntes te responderá una cosa u otra. Por lo tanto, es una pregunta que ahora mismo tiene diversas respuestas. Unos te dirán que significa ser un gran aficionado a la Semana Santa y todo lo que rodea a este mundo. Otros te dirán que supone vivir en comunión con todos los hermanos de la comunidad cristiana. Y otros te dirán que es una mezcla de las dos.

Vivimos en una sociedad donde no sabemos con exactitud lo que significa ser cofrade, bien porque no hay un sentido por el que regirnos o bien porque no hay nadie que sea capaz de decírnoslo. En cualquier caso, cada uno tiene su propia idea de lo que supone. Y puede que sea compartida por varias personas o no.


En mi opinión, ser cofrade no es solo pertenecer a una hermandad, ser nazareno, costalero o un gran aficionado que cuando sale a la calle se pone los cascos y escucha marchas de Semana Santa. No, para mí es algo más. Es sentirte orgulloso de ser cristiano y ser feliz de poder pertenecer a un grupo de personas, a una familia en la que todos sus miembros tienen algo en común: su devoción y amor hacia el o los titulares de su cofradía.

A partir de aquí no hay que pensar que hay que luchar porque nuestra hermandad sea la mejor, lleve la banda de más prestigio, sus titulares sean los mejores vestidos o sus cuadrillas sean las que anden con más elegancia. No. Porque no se trata de una competición y, si se confunde, no entenderemos lo que encarna. Uno debe luchar por sentirse bien y feliz dentro de su hermandad. Tampoco debemos ver al resto de cofradías como rivales porque no hay ningún premio al final de Carrera Oficial. Debemos verlos como hermanos y actuar como actuaría Nuestro Señor Jesucristo: ayudando siempre al que menos tiene para que todos podamos vivir bien y en armonía. Si lo hacemos, todos nos sentiremos felices con nosotros mismos y con nuestra hermandad porque da igual como se llamen nuestros titulares. Da igual la advocación que tengan. Da igual si el paso es de madera, es dorado o caoba. Da igual si es un gran misterio o si va solo en su paso. Da igual si nuestro palio brilla más o menos. Da igual si el manto de nuestra Virgen va bordado o no.

Al final quienes van en lo alto del paso son la misma persona: Nuestro Padre y Señor Jesucristo y Nuestra Madre y Señora María Santísima.

Cuando entendamos eso, sólo entonces, seremos cofrades.

Alberto Rider Cros




Fuente Fotográfica Alberto Rider Cros



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