Dicen que cuando el río suena agua lleva, y el rumor ha empezado a circular por ambientes cofrades o kofrades. Hace días, semanas incluso, que el caudal de la voz del pueblo habla de salida extraordinaria junto al Bailío. Con independencia del fundamento que pueda respaldar este susurro, no hay que ser el inventor de la rueda para considerar semejante idea, nadie entendería que una hermandad que ha puesto a su titular mariana en la calle por cumplir setenta años, no lo haga cuando se alcanzan los setenta y cinco. Por tanto, barajar la opción y estimarla factible entra dentro de la lógica más aplastante. A la ecuación habría que añadir que en esta ocasión, por razones obvias, la Magna Mariana no podrá ser aprovechada, al contrario de lo que ocurrió con el Vía Crucis Magno y la salida extraordinaria que nunca fue, del Humilde entre los humildes.
Los que me conocen –lo dije precisamente entonces–, saben que no soy amigo de salidas extraordinarias por cualquier circunstancia. Setenta y cinco años en medidas humanas puede ser una cifra destacable, pero en medidas cofrades –de historia cofrade se entiende– no supone gran cosa. Puedo considerar adecuada una salida extraordinaria cuando se cumplen cien, doscientos, trescientos años de vida de una corporación, pero ni los setenta y cinco ni los trescientos cincuenta me parecen cifras lo suficientemente redondas como para que se haga. No obstante, esto no deja de ser mi opinión personal y entiendo perfectamente que haya quienes piensen lo contrario. Sin embargo, si diré, que del mismo modo que me pareció una barbaridad sacar a un titular a la calle por cumplir setenta años, creo que no lo es hacerlo por cumplir setenta y cinco a pesar de que si de mi dependiese no se haría.
En cualquier caso la idea no deja de ser una mera conjetura ya que a fecha de hoy, que se sepa, no existe ninguna comunicación oficial de acto alguno por parte de la corporación capuchina por sus bodas de platino. Y digo a fecha de hoy porque Nuestra Señora de la Paz y Esperanza fue bendecida el 8 de septiembre de 1939, lo que implica que el día de la Fuensanta de 2014 cumple setenta y cinco años. Pues bien, a falta de dos meses para esta cita, salvo error o desconocimiento por mi parte, no hay ningún evento programado para celebrar dicha efemérides. De hecho no existe programa oficial alguno.
Cuando en una hermandad se plantea una salida extraordinaria, se hace –o se debe hacer– como guinda, como punto culminante de todo un programa de actos que se han de desarrollar a lo largo de un año entero de conmemoración. Puedo entender a pesar de no compartirlo que se platee una salida extraordinaria para cerrar un programa de celebraciones. Lo que no podría entender sería un año hueco de conmemoraciones y una celebración de un setenta y cinco aniversario compuesto únicamente por una salida extraordinaria como si todas las opciones posibles se redujesen a eso y se pudiera ventilar una celebración de estas características con un paseo por las calles.
Estoy absolutamente convencido de que no es el caso y que en los próximos días o semanas, se hará público un extenso programa de eventos, previstos y pensados desde hace meses, que incluyan publicaciones, exposiciones, conferencias, cultos extraordinarios, en San Miguel o en la Santa Iglesia Catedral, o en ambos sitios, un Rosario de la Aurora extraordinario (que vuelva a ser de la aurora y no un paseo a media mañana), un besamanos… y todo ello acompañado del desarrollo de un importante programa de caridad a la altura de una hermandad como la Paz de Capuchinos. No estarían de más unos cultos en honor de la imagen alrededor de la cual se fundó la hermandad y que descansa en un diminuto altar frente al sagrario de San Lorenzo para desconocimiento de muchos. Y si se dieran los pasos para obtener la propiedad de dicha imagen, entonces el año sería redondo. Un programa de actos para los que no hay que inventar, sólo observar, por ejemplo el magnífico programa elaborado por la Paz del Porvenir, que cumple años simultáneamente y que está en marcha desde enero.
Estoy totalmente seguro, porque lo contrario implicaría una desidia y una falta de organización y previsión por parte de los dirigentes de la hermandad que sería muy grave. Que nadie me malinterprete, una cosa es que piense que no es imprescindible celebrarlo todo en una hermandad con una salida extraordinaria y otra muy distinta es que no se conmemore que hace setenta y cinco años, Dios quiso sembrar de Paz el suelo de Córdoba tras la guerra fratricida que asoló los cuatro puntos cardinales del país.
Una desidia que no puede ser achacada, desde luego, a quien preside la nueva junta de gobierno que aún estamos esperando que se cierre o se haga pública, sino a quien estuvo mucho más preocupado por rodear de lucecitas su nombre para pasar a una posteridad que inevitablemente se tornara en olvido a una velocidad pasmosa –sólo hay que escuchar atentamente a partidarios y a exiliados–, que de sentar en una mesa a los que representan el pasado y el presente de la Cofradía para elaborar entre todos, a imagen de lo que se hizo hace veinticinco años, un programa conmemorativo a la altura de una hermandad que quiere ser una de las grandes y no una inconexa secuencia de actos planteados aprisa y corriendo por cubrir el expediente. Sí, ya se que muchos dirán que el núcleo duro de la nueva junta ya formaba parte de la anterior y que por tanto tiene una importante cuota de responsabilidad si el programa no está a la altura, pero conociendo el paño como lo conozco, la posibilidad de disentir y moverse a contracorriente del mando supremo, hasta hace sólo unas pocas semanas junto al Bailío, se antojaba difícil o imposible. Que se lo pregunten a los que, de buena fe, elaboraron un comunicado que intentaba arrojar luz a los lamentables sucesos del inicio de la Cuaresma y que vieron con estupor –por no decir cabreo– cómo les fue negada la posibilidad de emitirlo, siendo sustituido por otro que ni decía blanco ni negro… ni todo lo contrario y que contribuyó a alimentar toda la serie de bulos que circularon por la ciudad y el resto del universo, de la mano de los vergonzantes artículos de cierta prensa tradicional cordobesa de los que todavía algunos –en nuestra infinita inocencia– estamos esperando rectificación.
Por eso, en esa tesitura de democracia cero, la responsabilidad máxima de un hipotético programa inadecuado o de andar por casa no sería exclusiva de los actuales dirigentes sino de los anteriores, sin la altura de miras suficiente como para anteponer los intereses de la hermandad a los suyos propios, del mismo modo que si mañana o pasado nos desayunamos con un magnífico programa a la altura de la Paz, no será mérito en exclusiva de la junta de gobierno en ciernes sino de la precedente. Cada palo que aguante su vela, para bien o para mal.
Sea como fuere, tendremos que salir de dudas ya, porque el tiempo apremia, el ocho de septiembre está a la vuelta de la esquina… y a ver cómo se explica a quien corresponda en Palacio –que es quien tendrá que autorizarlo o no– que se pretende sacar a la Virgen a la calle para celebrar setenta y cinco años de vida de hermandad, después de que precisamente el día de la efemérides no se hizo nada extraordinario. Confiemos que la espera tenga un magnífico desenlace.
Guillermo Rodríguez