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sábado, 5 de julio de 2014

El origen de la devoción a Nuestra Señora del Socorro Coronada




El origen de la devoción a Nuestra Señora del Socorro en la capital de la diócesis de Córdoba se remonta al último cuarto del siglo XVI y aparece ligado a un prodigio que se atribuye a su intersección con motivo de la fuerte tormenta y viento huracanado que padece la ciudad el 21 de septiembre de 1589. El milagroso suceso, recogido en un romance impreso en 1589, se extiende por la ciudad como un reguero de pólvora y contribuye de manera decisiva a aumentar la devoción a la imagen de Nuestra Señora que recibe culto y veneración en uno de los altares de la pequeña iglesia hospital de la Santísima Trinidad, situada en la céntrica y bulliciosa plaza de la Corredera. La devoción a la Virgen del Socorro cobra un indudable protagonismo a mediados del siglo XVII con ocasión del mortífero contagio que azota al vecindario desde mayo de 1649 hasta junio del año siguiente. La acción caritativa de ocho jóvenes, vestidos con túnicas de nazarenos, que se dedican a enterrar a los apestados tiene por escenario al antiguo hospital medieval, conocido ya con el nombre del Socorro.


El análisis riguroso de las tradiciones y testimonios documentales fehacientes acerca de la Virgen del Socorro nos lleva a concluir que la devoción surge en 1589, cristalizada a mediados del siglo XVII y culmina con la fundación de dos cofradías en su honor, una de ánimas y otra rosariana, en 1677 y 1695 respectivamente.

La fundación en agosto de 1677 de la cofradía de Nuestra Señora del Socorro y Ánimas Benditas significa la potenciación de la devoción a la imagen de esta advocación mariana que se venera en la iglesia del hospital del mimo título en la plaza de la Corredera. La finalidad esencial de la hermandad es el culto a la Virgen del Socorro y el sufragio de las almas que expían sus culpas en el purgatorio mediante la celebración de misas.

El núcleo de fundadores de la cofradía de Nuestra Señora del Socorro y Ánimas Benditas está formado en un alto porcentaje por los ministros de la cárcel real, situada en la plaza de la Corredera. El papel de este grupo resulta decisivo en la marcha de la hermandad, prestando ayuda y colaboración en momentos difíciles.

Junto a los ministros ordinarios de la ciudad, aparecen vinculados desde su fundación a la cofradía numerosos mercaderes y artesanos que desarrollan actividades muy variadas en el conjunto del barrio de San Pedro y, manera especial, en la plaza de la Corredera. También hay que destacar en términos cuantitativos los hermanos que desempeñan profesiones liberales relacionadas con el derecho y la sanidad. Los estamentos privilegiados se hallan representados por clérigos y un reducido número de familias de la nobleza local. En contraposición, encontramos un nutrido grupo de hermanos que se reclutan en las capas populares, sobre todo trabajadores sin cualificar.

La devoción a Nuestra Señora del Socorro alcanza su culminación en las postrimerías del siglo XVII con el nacimiento en 1695 de una segunda cofradía, cuya titular es la misma imagen que se venera en la popular ermita. La nueva hermandad tiene como fin esencial la propagación del santo rosario, cuyos miembros recorren las calles de la ciudad en pública manifestación de la fe cantando los misterios de Nuestra Señora.

A finales del siglo XVII y primera mitad de la centuria siguiente la devoción al rosario cobra protagonismo indudable y tiene un arraigo popular en los distintos barrios de Córdoba. Una de las manifestaciones que evidencian esta auténtica eclosión será la elevada cifra de hermandades que sacan rosarios callejeros. La información aportada por las listas de cofradías en 1771 y 1796 permite constatar la existencia de 21 hermandades rosarianas. El mismo fenómeno encontramos en las poblaciones del ámbito diocesano, donde se erigen las cofradías de la Aurora que responden al impulso de los rosarios públicos que salen al amanecer.

En este contexto hay que situar la fundación en julio de 1695 de la hermandad de Nuestra Señora del Socorro y Santo Rosario en la ermita de esta advocación mariana, cuya iniciativa responde al movimiento popular de los rosarios públicos en tierras andaluzas.

las reglas de la cofradía rosariana de Nuestra Señora del Socorro son muy escuetas y constan de nueve capítulos en los que se establecen los fines, actos religiosos y labor asistencial a los pobres. Este último aspecto entraña un gran interés, ya que sus miembros, además de difundir la devoción al santo rosario, dedican una atención especial a las personas carentes de recursos.

El artículos primero de las constituciones manda que los hermanos de la cofradía están obligados a salir cantando el rosario por las calles de la ciudad en la tarde de los domingos y días festivos. La procesión se encamina a distintos hospitales para prestar asistencia a los enfermos pobres acogidos.
La hermandad celebra una solemne función religiosa con misa cantada, sermón y música en honor de la titular la Virgen del Socorro el día 15 de agosto, festividad de la Asunción de Nuestra Señora.

El último artículo de las constituciones fija el número y horario de las salidas del rosario que se llevan a cabo durante la semana. Los lunes, miércoles y viernes se realizan de madrugada, mientras que los martes, jueves y sábados por la noche.

La acción caritativa con los pobres y enfermos y la difusión del santo rosario constituyen los fines esenciales de esta pujante cofradía, cuyas reglas van a ser aprobadas por el prelado de la diócesis el cardenal Salazar el 30 de agosto de 1695.

La cofradía de Nuestra Señora del Socorro y Santo Rosario protagoniza a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII una etapa de auge y esplendor, como lo refrendan los grandes proyectos realizados, entre los que cabe destacar el retablo de la ermita. También la desaparición de la hermandad del Socorro y Ánimas y la agregación de los bienes a la rosariana contribuyen de manera decisiva a su potenciación.

La nueva planta de la plaza de la Corredera realizada en los años 1683-1687 lleva consigo la desaparición del edificio del hospital de Nuestra Señora de Socorro. En compensación a los perjuicios originados con la remodelación, el corregidor Ronquillo Briceño labra la actual ermita, cuyas obras se inician en 1685. Posteriormente cambia la fisonomía de la fachada como consecuencia de la colocación en el nicho central de una imagen en piedra de la titular en abril de 1747, obra del escultor Clemente de Lara. El acontecimiento se celebra con grandes muestras de regocijo en las que no fallan los fuegos de artificio. cohetes y luminarias.

Un proyecto de envergadura va a ser el encargo hecho al conocido escultor barroco Teodosio Sánchez de Rueda del retablo mayor de la ermita, cuya financiación exige un gran esfuerzo económico. En 1720 se traslada la popular imagen de Nuestra Señora del Socorro al flamante retablo mayor que se dora partir de 1726 por Alfonso Gómez Caballero.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII la cofradía de Nuestra Señora del Socorro mantiene el esplendor alcanzado a mediados de la centuria. El fenómeno viene refrendado por una serie de indicadores bastante significativos. No cabe la menor duda de que el aumento del número de hermanos durante el mencionado período constituye un exponente bien elocuente de su vitalidad. También las obras del coro y camarín de la ermita reflejan esa pujanza.

En relación de hermanos del Socorro figuran destacados plateros, el grabador José Tello y Castillejo, los doradores Manuel Repiso y Antonio del Hoyo, el impresor Luís Ramos y el librero José Santarén. El estamento eclesiástico está representado por miembros del clero secular y entre los bienhechores encontramos al canónigo ilustrado Gregorio Pérez Pavía, fundador de la Real Sociedad Económica Cordobesa de Amigos del País. También aparecen frailes de distintas órdenes religiosas y monjas clarisas del convento de Santa Cruz y dominicas del monasterio de Regina Coeli. Entre las familias de la nobleza local hay que citar el vizconde de Sancho Miranda, el conde de Gabia, la condesa de Hornachuelos y la marquesa de la Vega de Armijo.

El impulso de la hermandad del Socorro va a estar favorecido por las indulgencias concedidas. En 1761 el obispo Martín de Barcia concede 40 días de indulgencia a todas las personas que recen el santo rosario en la ermita o participen cantando en salidas públicas por las calles de la ciudad. Los mismos beneficios espirituales obtienen los hermanos que lleven las insignias. El prelado de la diócesis Baltasar de Yusta Navarro ortorga otros 40 días a todos los fieles que recen una salve ante la popular efigie.

En noviembre de 1792 la hermandad se dirige al célebre predicador capuchino Fray Diego José de Cádiz para solicitarle beneficios espirituales a favor de las imágenes de Nuestra Señora del Socorro, San José y San Rafael que reciben culto en la ermita. La petición del hermano mayor va a ser atendida mediante la concesión de 80 días de indulgencia a las personas que recen distintas oraciones a las mencionadas imágenes.

Los beneficios espirituales se incrementan con las indulgencias dadas el 28 de marzo de 1828 por León XII, a instancia de la cofradía. Muy poco tiempo después la hermandad de Nuestra Señora del Socorro consigue la agregación de la ermita del mismo título a la Patriarcal Basílica Liberiana de Santa María la Mayor de Roma. La bula o patente, expedida el 31 de mayo de 1828, especifica las numerosas indulgencias que lleva consigo esta vinculación.

En las primeras décadas de la centuria decimonónica la cofradía de Nuestra Señora del Socorro presenta una arraigada implantación en todos los barrios de la ciudad. Asimismo tiene repartidos hermanos por distintas localidades cordobesas, situadas tanto al norte como al sur de la línea fluvial del Guadalquivir: Santa Eufemia, Espiel, Fuente Obejuna, Villanueva del Rey, Villafranca, Montoro, El Carpio, Bujalance y La Rambla. Otro nutrido grupo se halla avecinado en diferentes puntos de la geografía andaluza como Écija, Alcalá la Real, Cádiz, Ronda y Almería.

Los solemnes cultos que celebra la hermandad del Socorro en septiembre -novena y procesión- despiertan una gran expectación en la ciudad, refrendada por la masiva asistencia de fieles y la elevada cifra de carteles y estampas que se distribuyen con motivo de los actos. Las estampas son reproducciones del magnífico grabado que realiza en 1800 el artista José Sánchez.

Juntos a los actos de culto ordinario, la cofradía celebra otros de carácter extraordinario como la misión predicada en 1819 por los capuchinos o las fiestas religiosas dedicadas al dominico cordobés Fray Ricardo de Posadas y al fundador de los trinitarios descalzos Fray Juan Bautista de la Concepción al ser declarados beatos. También con motivo de la visita de Fernando VII a la ciudad en abril de 1823, organiza un acto festivo de adhesión al monarca, en el que se ilumina y ornamenta la fachada de la ermita durante tres días en señal de regocijo.

Durante la época isabelina (1843-1868) asistimos a una revitalización de la cofradía de Nuestra Señora del Socorro que aparece en la documentación con los títulos de Antigua, Ilustre y Fervorosa. A partir de 1840 la hermandad muestra signos de pujanza que se reflejan en las décadas siguientes en el incremento de los efectivos humanos que pertenecen a todas las capas sociales. La devoción a la titular conserva el secular arraigo popular, al que contribuyen las nuevas indulgencias expedidas por el prelado de la diócesis malagueña Juan Nepomuceno Cascallana y el de la mitra cordobesa Juan Alfonso de Alburquerque en mayo de 1858 y septiembre de 1861 respectivamente. En diciembre de este último año el obispo de Damasco, que se encuentra de paso en Córdoba, concede también 40 días de indulgencia a todos los fieles que recen ante la venerada imagen.

A lo largo del período isabelino se potencian los actos de culto. Ocupan un lugar destacado los dos novenarios y la fiesta principal en honor de la Virgen del Socorro que se celebran en septiembre.

El novenario de madrugada mantiene el esplendor de antaño y los hermanos continúan haciendo estación a distintitas iglesias de la ciudad, donde tiene lugar la tradicional misa solemne con sermón y exposición del Santísimo. En los mismos días se celebra por la noche en la ermita una novena que se traslada a la parroquia de San Pedro por la falta de espacio para albergar a los numerosos fieles. La culminación de los dos novenarios viene marcada por la fiesta principal que tiene por escenario el templo de San Pedro y la procesión de la imagen del Socorro que cuenta con una gran afluencia de devotos y acompañamiento musical.

En los lustros finales del XIX cabe destacar el acendrado fervor que despierte la Virgen del Socorro entre los vendedores de la plaza de la Corredera y estos estrechos vínculos justifican la presencia popular imagen en la inauguración del nuevo mercado en agosto de 1896.

Los altibajos definen la trayectoria de la cofradía en el siglo XX, pero la devoción a Nuestra Señora del Socorro conserva la vitalidad de antaño. Una prueba evidente la tenemos en el hecho de que se mantengan los cultos de septiembre durante la II República, a pesar de la atmósfera enrarecida que se respira en el plano religioso en esos años.

La advocación mariana de Nuestra Señora del Socorro ha despertado a lo largo de cuatro siglos de historia un intenso fervor en todas las capas de la sociedad cordobesa que cristaliza en la arraigada devoción a la imagen que se venera en la popular ermita junto a la plaza de la Corredera.

Este rico legado espiritual se ha transmitido a numerosas generaciones gracias a la labor desarrollada por la Tricentenaria, Ilustre y Fervorosa Hermandad de Nuestra Señora del Socorro que permanece fiel a sus orígenes, la asistencia a los pobres y desfavorecidos como medio de reafirmación de una auténtica militancia cristiana.

La depositaria de este secular fervor es la actual imagen de Nuestra Señora del Socorro, bella y artística talla del siglo XVIII. Los rasgos estéticos corresponden al estilo barroco, una de las etapas más florecientes de la escultura andaluza y española.




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