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lunes, 28 de julio de 2014

Memoria histórica: Las edades de la Esperanza de Triana


"Se puede comprobar científicamente que la Esperanza de Triana es del siglo XVII". Así de rotundo se expresó el imaginero en una conferencia que sobre la autoría material de la imagen pronunció en 2009. Lo que no se conocía es que esas pruebas científicas ya existen, según el imaginero. Declaraba que una persona cercana se ocupó de examinar muestras de serrín resultante de la apertura del orificio para el perno de la corona, intervención que Álvarez Duarte practicaba en 1989. Un análisis que arrojó datos que apoyan su teoría y que concluyen que la madera, de pino rija y pino tea es al menos anterior al siglo XVIII. Es más, el propio imaginero invitaba públicamente a la hermandad a que realizara las comprobaciones oportunas a este respecto con las últimas técnicas disponibles. Una iniciativa que no se ha planteado aún la hermandad, aunque en 2009 el hermano mayor, Adolfo Vela, tampoco lo descartó.


Esas serían las pruebas irrefutables, aunque el autor de Guadalupe aportaba otros argumentos. Entre ellos, la morfología del busto, terminado en una cintura muy fina que después se abre en forma de basquiña. Y sobre todo la estructura de la cabeza. Aquí establecía paralelismos con varias imágenes antiguas y de hondo peso devocional en Sevilla. "La Esperanza tiene un modelado fuera de serie. Realmente excepcional. La cabeza me recuerda mucho a la de la Macarena, sobre todo en la morfología del cráneo y en las orejitas desabrochaítas. Pero también me recuerda a la Virgen del Mayor Dolor de la Carretería, en la nuca y en el estudio de la cabeza. El cuello por otra parte, nada anatomizado, es similar al de la Virgen de la Victoria de las Cigarreras".

En contra de estas apreciaciones se encuentra José Roda Peña, el autor del más completo estudio histórico realizado sobre la imagen hasta el momento. Afirma rotundamente que tales atribuciones no tienen consistencia estilística ni documental.

La Virgen de Juan de Astorga

Una teoría novedosa teniendo en cuenta que la más extendida es la que apunta a que los orígenes de la imagen no van más allá de 1816. Así lo afirmaba Félix González de León, quien escribe que la Virgen se estrena el mismo año que la capilla. José Bermejo apuntaba muchos años después el nombre de un autor: el escultor de Archidona Juan de Astorga. El caso es que los primeros testimonios gráficos de la imagen, que datan de la década de los ochenta del siglo XIX apoyan esta teoría, a juicio del reconocido Roda Peña. "En la famosa foto del palio de tertulia vemos perfectamente que responde al estilo de Juan de Astorga. No se puede confundir ni siquiera con el de su hijo Gabriel. Lo que pasa es que Astorga tiene tres o cuatro modelos de dolorosas que repite constantemente".

Para Alvarez Duarte, por el contrario, la imagen no responde en absoluto a la tipología astorguina. «He tratado y trabajado en profundidad imágenes como la Virgen de la Angustia de los Estudiantes y la Esperanza de la Trinidad y la Esperanza trianera no tiene nada que ver».

Es la última aportación a un debate que tiene siglos. La abuela del célebre Fernando Morillo, casi contemporánea de Juan de Astorga, afirmaba según el propio vestidor que la Virgen no tenía nada que ver con el de Archidona. Aquellas noticias y éstas están separadas por casi dos siglos.

De lo que parecen estar seguros la práctica totalidad de los especialistas en imaginería religiosa es de que la imagen no es obra de Castillo Lastrucci, aunque la participación del prolífico imaginero fuera fundamental.

La imagen llega al taller de San Vicente en los albores de la Exposición de 1929. La hermandad quiere embellecer los rasgos que había fijado en la talla José Ordóñez en 1913 y adaptarlos a los gustos regionalistas de aquel tiempo.

Castillo escribe en su libro de razón, un documento completamente interno, que le había realizado mascarilla y manos, lo que es lo mismo que decir todo. Pero había apuntado estos datos en el capítulo de «restauraciones» y había cobrado por ello 500 pesetas. Nada que ver con las 3.000 que cobraba por sus dolorosas de nueva factura.

La Virgen de Castillo es claramente heredera de la de Ordóñez. Así lo afirma Roda Peña. "Las fotografías de antes, durante y después de la restauración nos hablan de una continuidad. En cualquier caso, aunque hubiera esculpido él los materiales... ¿le hace eso ser autor de la obra, teniendo en cuenta que los rasgos ya existían?". Un copista de Rembrandt tampoco es autor de un Rembrandt, aunque lo mejore.

Álvarez Duarte abunda en razones que tienen que ver sobre todo con la forma del paladar, la lengua y los dientes, en absoluto acorde con el estilo de don Antonio Castillo. Y en este rosario de datos, fechas e intervenciones aporta como prueba definitiva que encuentra en los brazos de la imagen papel de periódicos de los años veinte y, lo más interesante, restos de madera carbonizada en la sien derecha, pómulo, cuello y oreja. ¿Es la que se quemó en 1898...?

El incendio

El incendio de San Jacinto tuvo lugar el 2 de mayo de 1898. Nada pudieron hacer por salvar la imagen las personas que en ese momento, las ocho de la tarde, se encontraban en el interior de la iglesia conventual. A simple vista la talla es irrecuperable. Sólo se ha salvado una mano. Más tarde Emilio Pizarro afirma que se puede restaurar. No será él sino Gumersindo Jiménez Astorga, sobrino nieto de su pretendido autor, quien se encargue de los trabajos, no sabemos si para restaurarla o para rehacerla. De su taller sale una imagen de cara ancha, cejas marcadas y papada, muy en la línea de su exigua producción, como ejemplifica la Inmaculada de Castilleja de la Cuesta o el San Juan de culto interno de la hermandad de los Panaderos. Es un escultor de muy discreto mérito dedicado sobre todo a las restauraciones. Con todo, y según Roda Peña, es la mano de Gumersindo la que esboza los rasgos de la Virgen trianera de la Madrugá.


Después llega José Ordóñez, para fijar y embellecer estas líneas en 1913, a petición de los hermanos descontentos con el trabajo de Gumersindo. Castillo crea la belleza de la Esperanza con óleos y esmudines que al cabo de medio siglo habían torcido. La procesión de la coronación canónica dejaba a las claras la urgencia de una intervención. La hermandad lo encarga a un hermano que ya tenía una antigüedad de 18 años en la calle Pureza. Se llamaba Luis Álvarez Duarte.

Diario de una restauración

El imaginero recogió sus impresiones durante la intervención en un diario publicado en el boletín de las cofradías de Sevilla en diciembre de 1989. Un texto sencillo y divulgativo plagado de continuas referencias cariñosas a la Virgen que hemos completado con algunas de sus revelaciones posteriores.

El proceso, del que ahora se cumplirán 25 años, se realiza entre el 2 de octubre y el 24 de noviembre de 1989 y no estuvo exento de tensiones según reconoce el mismo autor en estas líneas. Se crea una comisión presidida por José Hernández Díaz que visita con frecuencia el habitáculo donde se realiza, en las dependencias de la hermandad.

El mismo 2 de octubre se traslada a la Virgen con una emocionante ceremonia de despedida. Fernando Morillo, las camareras Anita y Amelia, Juanma y Julio colocan la imagen en una mesa de caoba que el artista se ha traído de su taller de Gines, sobre un colchón que aporta el hermano mayor Luis Murillo. Todo comienza el martes 3 de octubre. Luis cuenta con la compañía inseparable de Julio.

Tras retirársele las pestañas y las lágrimas, comienzan los trabajos para realizar la copia de marmolina mediante un molde de silicona.

El 4 de octubre comienza la limpieza con agua jabonosa y paños de algodón y lino muy lavados. Dos días después Luis comienza a aplicar el decapante para retirar la policromía de Castillo. Encuentra aparejos anteriores al año 1929, Escribe textualmente: "nunca en otras restauraciones vi tanta cantidad de óleos y grumos juntos".

Retirada la policromía debe consolidar el aparejo en barbilla, labio superior y entrecejo. El interior de la imagen está en perfecto estado, como puede comprobar en las radiografías que realizó el doctor Rodríguez de Quesada.Entre el 14 y el 21 de octubre termina de retirar parches de policromía. En ocasiones, escribe, tiene que taparle los ojos a la Virgen "para no distraerse". Es el momento más profundo de la intervención. Algunos de los integrantes de la comisión salen de las visitas con lágrimas en los ojos. Un vecino de la calle Pureza le regala las tripas de borrego que servirán para darle a la policromía nueva un aspecto uniforme.

Toma referencia de la policromía de las manos de la imagen para crear el color del rostro de la Esperanza. El lunes 30 de octubre comienza a pintar.

Tal y como le pide Hernández Díaz, "una gracia", sugiere en el cuello un esbozo de anatomía y ensombrece la papada.

El jueves 2 de noviembre termina la intervención. Hay que esperar al secado.

Arregla los brazos en Gines. Morillo le ha pedido que separe un poco el anular y el corazón de la mano derecha en la base para prender mejor el pañuelo.

En una visita, Hernández Díaz exclama satisfecho: «señores, estoy viendo a la Esperanza». Álvarez Duarte respira tranquilo. El 24 de noviembre la Virgen de la Esperanza es repuesta al culto. Después surgirían versiones variadas sobre su intervención, como han surgido sobre las restantes. Mas todas estas teorías sobre la autoría o antigüedad quedan sin embargo relegadas al último plano cuando la Esperanza sale a la calle.

 



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