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martes, 26 de agosto de 2014

Crisis, una historia que se repite


“Es patria común, dehesa franca, nudo ciego, campo abierto, globo sin fin, mapa de huérfanos y capa de pecadores, donde todo es necesidad y ninguno la tiene”.
  
Esta es la Sevilla que vio Mateo Alemán a comienzos del siglo XVII. Y podría ser la definición que ilustrara a la ciudad en este siglo: lugar abierto, excesivo, de contrastes, de hipérboles barrocas, de catástrofes y de fiestas, de lujo y de necesidad, de profundidad y de apariencia.

  
Durante esta centuria, la de la conformación definitiva de la Semana Santa, aunque la capital oficial era Madrid, Sevilla actuó como capital natural, por lo que, cuando España entró en crisis, Sevilla se vio incluso más afectada. Grandezas y miserias en la barroca urbe de los excesos, el lugar donde el prestigio jugó un papel tan importante que se buscó la apariencia por encima de las posibilidades. El mismo Mateo Alemán ponía en boca de su Guzmán de Alfarache una descripción en ese sentido.
  
“A tierra voy de Jauja, donde todo abunda y las calles están cubiertas de plata, donde luego que llegue nos vendrán a recibir con palio y mandaremos la tierra”. Este esplendor, ficticio en muchos aspectos, se tradujo en la construcción de edificios y en el derroche de riquezas, fundamentalmente en la primera mitad de siglo.
  
Las cofradías entraron en la misma dinámica, los años iniciales del siglo son los de la conformación de la Carrera Oficial, los de las nuevas tallas de Juan de Mesa, los de los nuevos palios y los de los primeros misterios. Teatralidad social y teatralidad religiosa que contrastaba profundamente con una mayoría de población que vivía en la pobreza.
  
“Los dos polos que se mueven en esta ciudad son dones y doñas, aquí no azotan sino al que no tiene espalda y condenan al que no tiene que dar a los escribanos, procuradores y jueces... Lo que más hay en esta ciudad son farsantes, amancebados, testigos falsos, jugadores, rufianes, logreros, regatones y vagabundos”.
  
Palabras de Francisco de Porras dirigidas al cardenal Niño de Guevara en 1604 en la que se podrían incluir términos muy actuales: notarios, bancos, hipotecas, índices de referencia bancaria, prevaricadores, especuladores, políticos corruptos... Sociedades en marginalidad, de pobrezas reconocidas y de pobrezas vergonzantes, la que aparece en los documentos notariales del siglo XVII y la que aparece en las actuales bolsas de caridad de las hermandades.
  
Más del 70% de la población de la Sevilla de 1600 estaba en riesgo de caer en la pobreza, unas cifras que parecen sacadas del último informe de Cáritas o de los porcentajes que manejan en la actualidad la llamada acción social de las cofradías. Dos sociedades que aspiraron al rentismo, la Barroca por la deshonra legal del trabajo, tan propia de una sociedad estamental en la que marcaba, de por vida, el nacimiento; la actual por la aspiración a un dinero fácil representado en grandes operaciones inmobiliarias o en la fácil popularidad de la apariencia, del cargo, de la vara o de la oratoria: del púlpito en el XVII, al atril actual. Frente a ellas, el anonimato del penitente o la atención a los más desfavorecidos. Marginales eran los enfermos del siglo XVII y a ellos se dirigieron las decenas de hospitales que tuvieron las hermandades sevillanas.
  
Fue ese el origen de la hermandad de la Hiniesta, creada a finales del siglo XVI en la collación de San Marcos; tuvo hospital, titulado de San Andrés, la hermandad de la Carretería; tuvo hospital propio, en el antiguo convento de los Terceros, la hermandad de la Entrada en Jerusalén y tuvo orígenes hospitalarios la trianera hermandad de la O, en el titulado de Santa Brígida. Precisamente esta hermandad atiende en la actualidad a mujeres, como pudo hacerlo la histórica hermandad de la Vera Cruz con su dotación de doncellas pobres y huérfanas para el matrimonio, lo que hoy se entendería por mujeres en riego de exclusión social.
  
Quizás la más extrema la viven los presos, de ayer y de hoy, los marginados a los que Mateo Alemán dedicó en 1578 seis capítulos de la hermandad de Jesús Nazareno, un lejano precedente, quizás, del gran proyecto de atención a ancianos al que aspira en la actualidad la hermandad del Silencio.
  
Socorro a los presos era la norma fundamental de la hermandad advocada como la del Amor de Cristo, siendo la redención de cautivos una actuación de muchas hermandades, especialmente las relacionadas con los mercedarios, como es el caso de la hermandad de Pasión. Hoy se redimen cautivos de la droga en Proyecto Hombre o en el Proyecto Fraternitas del Polígono Sur, el nuevo símbolo de una marginalidad que en el siglo XVII quedó recogida en la “Memoria de todas las parroquias de Sevilla y de las necesidades y pobres que hay en ellas”.
  
En la zona de Feria había 163 pobres vergonzantes; en San Julián casi todos los vecinos vivían de las limosnas. Llama la atención que en el pleno siglo XXI la hermandad de los Javieres se olvide de los estrenos procesionales porque su presupuesto se orienta a tanto necesitado que sigue poblando el barrio de la Feria.
  
Conocidos o desconocidos. De aquí o de allí. Porque también atienden al ecuatoriano o al colombiano, al negro, al mulato o al musulmán. Raciales fueron los orígenes de la hermandad de los Mulatos, el lejano precedente la hermandad del Calvario, del hospital de negros al que estuvo vinculada la hermandad trianera del Cachorro o de la más conocida hermandad de los Negros, tan incómoda en tantas ocasiones para los diferentes poderes establecidos de la ciudad.
  
Entierros, vestir a los hermanos, atender a los hermanos enfermos o presos, ayudar a las viudas o a los expósitos... La asistencia social fue para muchas hermandades el origen y el fin primitivo, un carácter que comenzó a cambiar en el siglo XVII con la transformación barroca hacia la cofradía, una doble acción que convivió con numerosas variantes y casuísticas. Aunque es curioso señalar cómo en el Barroco se podía dudar de la salida procesional, de hecho las nóminas solían ser muy irregulares, pero no de la asistencia social que marcaban las reglas, un aspecto que, obviamente, no se cumple en la actualidad. Quizás el signo actual más evidente de la crisis sea la escasez de grandes estrenos en las cofradías, un signo de austeridad realmente significativo.
  
Respecto a la atención social de siglos pasados, se primaba a hermanos y a los colectivos que se indicaran en las reglas de cada hermandad, en una actuación que solía ser individual de cada corporación, ya que no existe noticia alguna de lo que hoy se conoce como acción social conjunta: la dificultad de vertebración es algo que viene de antiguo. Por ello, la época barroca afrontó la crisis con mucho voluntarismo y con un individualismo que intentó reconducir el poder establecido.
  
Valgan algunos ejemplos como la reducción de los numerosos hospitales que decretó el arzobispo Rodrigo de Castro en 1587 o las normas del cardenal Niño de Guevara en 1604. Intentos de control del poder en una época de nefasta administración (de la municipal a la estatal), de bancarrotas (de la municipal a la estatal), de miserias ocultas (tantos en ricos como en pobres), de apariencias, de bufones de corte (entonces no había televisión) y de grandezas efímeras. Un escenario quizás excesivamente parecido al actual que, en el terreno filosófico, llevó a las visiones apocalípticas que recordaba Simplicius Simplicísimus en el inicio de una de las grandes novelas del Barroco: “los tiempos que corren muchos los consideran como los últimos...”
  
Nada nuevo bajo el sol, los apocalípticos existieron siempre. En el terreno práctico, las cofradías sevillanas conocerían intentos de reducción forzosa por el cardenal Rodrigo de Castro en 1624, fusiones voluntarias de hermandades, esplendores, riquezas, años sin procesionar y hasta desapariciones...hechos de los que no podemos establecer paralelismos con el momento actual, aunque haya autores que insistan en la implacable repetición de la Historia. Crisis. Grandezas y miserias. Tiempo de dudas. Quizás la única certeza la afirmó, en siglos barrocos, el propio Miguel de Mañara: “¿qué importa hermano que seas grande en el mundo si la muerte te ha de igualar con los pequeños? 










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