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jueves, 4 de septiembre de 2014

Escuela de costaleros, La Esperanza del Polígono Sur


Bendición y Esperanza ha puesto en marcha una escuela de costaleros, un taller de carpintería y mantiene una banda de música para sacar de la calle a jóvenes y adultos.

Viven en un barrio donde el hambre está a la orden del día, donde muchas familias no ganan ni para pagar la factura de la luz. En el Polígono Sur viven 60.000 personas, de las cuales 4.000 han acudido a la parroquia de Jesús Obrero –una de las tres de la zona– en busca de pan que llevarse a la boca o una pequeña cantidad para pagar recibos.

A falta de un Comisionado que se comprometa en solucionar los problemas de esta parte oculta de la ciudad, la parroquia hace las veces de elemento integrador y revitalizador. Allí, la agrupación de Bendición y Esperanza ha nacido para sacar a los jóvenes de la calle, darles una ocupación también a adultos en paro y, a los más pequeños, llevarlos por el buen camino.

En Jesús Obrero, junto al Proyecto Fraternitas puesto en marcha por el Consejo de Cofradías, esta futura hermandad que vive por y para la parroquia tiene tres proyectos asistenciales para sus vecinos: una escuela de costaleros, un taller de carpintería y la banda de música, que funciona dentro de la obra conjunta de las Hermandades de Sevilla.

«Los cachorros»

El delegado parroquial de Bendición y Esperanza, Santiago Mosquero, cuenta que el objetivo de esta corporación de las Tres Mil Viviendas es «potenciar los talleres, actividades y demás proyectos de la parroquia, y llegar más allá». De esta forma, está formando a jóvenes de entre 14 y 17 años como costaleros, haciéndoles también un seguimiento por familias, comprobando si estudian y orientándoles en caso de que estén desocupados para encontrar un empleo. Incluso, se les busca algún taller ocupacional.

De esta forma, esta escuela de costaleros, a la que han llamado «Los cachorros de Bendición y Esperanza», enseña a salir de costaleros a 60 jóvenes y también les ofrece formación salesiana. ¿La recompensa? Que tras un par de años en la escuela, acceden directamente al paso de misterio, donde tienen absoluta preferencia para entrar. Mientras, sacan los pasos de María Auxiliadora y San Juan Bosco de la parroquia.

Banda de música

Unos sesenta jóvenes del barrio integran una formación musical que se ha reconvertido recientemente en agrupación musical para integrar a más de veinte personas que se encontraban en la lista de espera, al incorporar más instrumentos.

A falta del uniforme, del que aún no disponen por falta de recursos, tienen los instrumentos necesarios gracias al Proyecto Fraternitas y a la propia agrupación parroquial, ya que no reciben ayuda de ninguna administración pública. No ocurre lo mismo con la Agrupación Musical Virgen de los Reyes, que ha donado los tambores y cedido partituras.

Taller de carpintería

Cuenta Santiago Mosquero que cuando tuvieron que hacer el paso de misterio, se les ocurrió la idea de tallarlo en la propia agrupación. Para ello contaron con un carpintero y tallista, Ricardo Rodríguez, que además es responsable de la priostía, para poner en marcha el proyecto. Eso sí, «necesitaba chavales, por lo que se creó un taller que se dedica desde entonces a trabajar en la ejecución del paso».

Este taller, abierto a todo tipo de edades y condición, va dirigido fundamentalmente a jóvenes que no tienen ocupación y a sacarlos de la calle. El profesor del taller no busca el reconocimiento, ni siquiera tiene interés económico. Sólo quiere devolver lo que un día le prestó la familia salesiana. Y es que Ricardo se encontraba desempleado y sin rumbo en la vida, hasta que su hermano lo llevó a la parroquia, donde le formaron. Desde entonces se encuentran enfrascados en la ejecución del paso de Bendición y Esperanza, pero también han realizado recientemente los de María Auxiliadora y San Juan Bosco.

Se trata de un taller abierto, de uso social y público, donde los alumnos «pueden hacer las puertas de su casa e incluso ganarse algún dinero con una chapucilla», cuenta el delegado parroquial. Pero, sobre todo, se llevan la formación como carpinteros.

El taller cuenta con siete adultos y diez jóvenes y en breve llegará otro tallista. Se trata de un hombre cuya ruina le obligó a vender las herramientas con las que trabajaba. Ahora, con principio de Alzheimer, quiere volver a recuperar su oficio. Según Mosquero, «está demostrado que el trabajo manual mitiga el avance de la enfermedad».

Por otro lado, cuentan con unas 70 personas en los grupos de formación, a los que se les aplica la doctrina del Hogar Don Bosco. También, los hermanos costaleros de la corporación ayudan como pintores, electricistas o albañiles a los vecinos que lo necesitan.

En Bendición y Esperanza todo es un instrumento. «Nuestra hermandad es distinta, no busca el tener la mejor banda o el paso más rico», afirma. Y, sin hacer ninguna campaña para captar socios de la agrupación, ya cuenta con 300 personas apuntadas –sólo se cuentan los mayores de edad–, y 200 menores.

Ahora llega a la parroquia un nuevo cura, Francisco Vázquez, ya que el anterior, José González, ha sido destinado a Jaén. No obstante, González volverá al Polígono Sur a recoger un premio que le han concedido las entidades civiles junto al Distrito Sur.

En esta vía dolorosa de las Tres Mil Viviendas ha nacido una esperanza, una comunidad en la que sus miembros encuentran algo más que en el resto de hermandades: una oportunidad.





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