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miércoles, 10 de septiembre de 2014

La estremecedora historia del Señor de la Salud


El Viernes Santo del año 2000, tras la entrada de la Sagrada Mortaja, estuve con unos amigos tomando una copa donde me encontré a una vieja vecina de la infancia que hace años que no veía. Estuvimos charlando y poco a poco se formó una interesante tertulia. Todo empezó con los sucesos de la noche antes (madrugá del 2000) y fue derivando en distintas vivencias de los allí presentes. Para mi sorpresa, esta vecina narró unos sucesos que yo mismo viví indirectamente cuando era pequeño y que tenía prácticamente olvidados, lo que me estremeció al ir tirando del hilo.


Todo ocurrió la noche de un Martes Santo de los años ´70. Ya de madrugada, la madre de esta vecina llamó a nuestra casa (pues sabía que mis padres siempre han tenido la costumbre de acostarse tarde) y le pidió una tila a mi madre, pues decía que su hija había llegado muy nerviosa de ver las cofradías y no podía dormir. Mi madre le preguntó el motivo y ella no quiso entrar en detalles “mañana te cuento… una cosa que dice que ha visto”.

A la mañana siguiente recuerdo que me levanté escuchando a esta mujer y mi madre hablando muy acaloradamente y contemplando un periódico, la señora tenía los ojos de haber llorado, pero al aparecer yo por el salón callaron y mi vecina se fue. Por más preguntas que le hice a mi madre, ella sólo me dió evasivas.

¿Quién me iba a decir a mí que años más tarde me iba a enterar de lo ocurrido cuando lo tenía casi olvidado?

Al parecer esta chica que entonces tenía 15 ó 16 años llegó a su casa con la cara desencajada, la madre le preguntó que le pasaba y no quiso contestar. Se fue directamente a la cama. Al rato apareció por el salón porque no podía dormir, y por fin, su madre le hizo desahogarse: “Mamá, esta noche he tenido la experiencia más extraña de mi vida. Estaba viendo la Candelaria por los Jardines de Murillo con la prima y un amigo, y justo cuando el Señor pasaba por mi lado, he visto que ha hecho un gesto, cómo una señal, o ¡¡qué se yo!! Me ha mirado a los ojos y me ha hecho un gesto cómo de taparse la cara de horror o algo así. Luego le he preguntado a ellos y nadie había visto nada raro. Es cómo si sólo yo me hubiese dado cuenta, no paro de darle vueltas a la cabeza. ¿No sé si me estoy volviendo loca o qué?”.

Al cabo de un rato la tila hizo efecto y pudo dormir.

Sin embargo, el estremecimiento mayúsculo fue para su madre. Imaginaos como se quedó, cuando se despertó con la trágica noticia de que a esa misma hora y, muy cerca de allí, habían violado y asesinado a una niña, que para más dolor y para más escalofrío tenía la misma edad que su hija y se llamaba igual que ella.

Eso es lo que hablaba con lágrimas en los ojos aquella mañana de Miércoles Santo con mi madre. Tuvieron que pasar más de 20 años para que aquel niño, que era yo, conociese la historia.

Pasada la Semana Santa lo hablé con mi madre, y lo recordaba perfectamente. Como es lógico, a diferencia de mí, ella no lo había olvidado.

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