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jueves, 30 de octubre de 2014

El cáliz de Claudio: El reclinatorio de los tontos


García Baena, que siempre ha representado las cotas más altas a lo que cualquier cordobés podría entender por excelencia, construyó un Retablo de las Cofradías que suponía más, mucho más, de lo que la ciudad merecía por formación, desarrollo y perspectivas. Tiempo después, como en casi todo, se la ha reconocido como una obra de culto, que lo es. Como también un pregón inmerecido para los habitantes, que no para la ciudad, cofrades que la habitan y que hace muy poco aclamaban el texto pusilánime (en cuanto a su elección provinciana) del último pregonero.

Pablo, que habita donde los grandes y está muy por encima de estas menudeces, construyó su retablo lírico porque no podía por su excelencia edificar una Capilla de los Tontos que es lo que gran parte de esta Córdoba cofrade (gran parte de la no cofrade, también) merece con creces.

Y aquí, en este punto, bajamos a lo profano y nos batimos en el légamo de siempre. Sin embargo, para quien les escribe es hasta divertido observar tanta estupidez a su alrededor y no porque uno sea brillante, sino más bien es que, en derredor, hay tanto cazurro que el ser normal no puede sino espantarse.

Tontos con mayúscula, negrita, cursiva, subrayado y efectos varios de office y photoshop. Reflejo de la sociedad, sí, pero eso no les quita ni un ápice de mérito en su estulticia. Tontos con cargo que, como aquellos cargos públicos a los que emulan, gustan de la analogía baturra para ofrecer un discurso tan pobre que, al que es capaz de utilizar una frase subordinada, le otorgan automáticamente un asiento con letra mayúscula en la Real Academia. 

Tontos de foto, a los que se les cae la baba -con mayor o menor disimulo- cuando ven su foto en un periódico o que montan en cólera cuando alguien les dice que en una web de terroristas cofrades (ésta mismamente, por si algún tonto no se entera), les han dado para ir pasando. Y esos se convierten en el Irak de Sadam para el tito George, con el mismo argumentario que ese erudito tuvo a bien para iniciar una guerra.

Tontos de serie B, que creen haber inventado la corriente alterna mientras mandan privados, sin apercibirse de que corriente es lo que falta en sus neuronas para que se produzca el milagro de la inteligencia.

Tontos de polo de fresa, de pipas a pie de procesión, de nick, de doble intención como si esto diese de comer a alguien. De falso abrazo a la fe, cuando, la verdadera, nunca la buscaron en el interior de una iglesia por más que se revistan ahora.

Tontos para los que no hay carnet porque hundirían todos los psicotécnicos del planeta. Para los que no hay concurso, pues dejarían los controles anti dopaje del Tour de Francia en una fina ironía. Tontos que se extienden como chapapote y consiguen que el resto de pueblo infiel y ateo generalice y nos vea como más tontos de lo que aun somos (y eso que buena parte de ellos también lo es y no poco).

Si alguien se ha ofendido era mi intención. Y le pediría el favor de que publique un comentario a esta entrada porque así compartiría con los lectores una identificación válida. Y piense también que, en algún sentido, no es tan tonto.








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