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domingo, 12 de octubre de 2014

El Rincón de la Memoria: La nueva casa del Gran Poder


Vencido ya el día de la Ascensión del Señor de 1965, jueves, el Señor del Gran Poder y la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso ingresaban por primera vez en su nuevo templo, levantado junto a la que durante 262 años había sido su capilla propia en la parroquia de San Lorenzo. Aquel memorable 27 de mayo de 1965 la hermandad del Gran Poder procedió al traslado procesional de las imágenes a su nueva iglesia «en sus pasos de cofradía» en el transcurso de una jornada de extraordinaria espiritualidad y fervor en las calles de Sevilla que incluyó la celebración de una misa de comunión general en la Santa Iglesia Catedral Metropolitana ante las sagradas imágenes.

Siete años después de iniciarse su construcción, los cofrades del Gran Poder conseguían hacer realidad una aspiración de siglos: contar con un templo propio, independiente, que estuviera constantemente abierto a los deseos, las ilusiones y las necesidades espirituales de la legión de fieles del Señor.

El próximo mes de mayo se cumplirán 50 años de este acontecimiento, una efemérides que la hermandad del Gran Poder no pasará por alto. La corporación de la Madrugá conmemorará este hito histórico en los anales de la devoción al Señor con celebraciones de culto extraordinarias y un amplio programa cultural, que incluirá conferencias, conciertos, visitas guiadas a la antigua capilla en San Lorenzo y una exposición sobre los cambios de sede de la cofradía desde su fundación en 1431 en el monasterio de Santo Domingo de Silos, hoy parroquia de San Benito.


534 años buscando casa, una preocupación que fue incrementándose en las primeras décadas del siglo XX ante la acuciante falta de espacio de la hermandad en su capilla de San Lorenzo. Ya en 1937, según consta en las actas de la corporación, uno de los miembros de la junta de gobierno propuso adquirir el edificio colindante a la parroquia, donde se hallaba la Jefatura de Obras Públicas, para levantar allí «una Basílica», pero habría que esperar a veintiún años después, 1958, para que el inmueble fuese adquirido por la hermandad en el precio de tres millones y medio de pesetas.

Decantarse por este edificio no fue decisión fácil. La hermandad barajó otras opciones, la principal de todas la del antiguo cuartel del Duque, en la plaza de la Gavidia, cuya cesión se le puso en suerte en condiciones muy ventajosas. Ante el dilema que se le presentó a la hermandad, la cuestión se resolvió en un agitado cabildo general extraordinario, celebrado el 9 de julio de 1958, al que asistieron nada menos que 427 hermanos, el más numeroso de cuantos la hermandad había celebrado en su historia. En el sabroso relato que Rafael Duque del Castillo realiza en su obra Apuntes para la historia de la Hermandad del Gran Poder, se detalla que, ante el temor de la posible salida de la cofradía del barrio, los vecinos promovieron una fuerte campaña en contra del traslado, congregándose ante las puertas de la casa de la calle Hernán Cortés. «Fue tal la aglomeración que se hizo necesaria la presencia de la fuerza pública para imponer un poco de orden y facilitar la entrada de los hermano al recinto». El resultado fue aplastante: 320 hermanos se decantaron por construir el nuevo templo en la plaza de San Lorenzo, por 92 que escogieron la opción de la plaza del Duque. Consultado previamente por su parecer, el arzobispo José María Bueno Monreal mostró sus preferencias por construir el nuevo templo en el Duque a que fuese levantado al lado de otro ya existente, si bien el prelado insistió en que respetaría la voluntad de la hermandad.


Tomada la decisión, la construcción de la nueva Casa del Señor del Gran Poder, que seguía los moldes del Panteón de Roma según el proyecto de los arquitectos Antonio Delgado Roig y Alberto Balbontín de Orta, estuvo plagada de dificultades y contratiempos, motivadas fundamentalmente por la total carencia de medios económicos con la que se inició esta empresa. Tal es así que la constructora que arrancó los trabajos paralizó la obra por falta de pago, embarcando a la hermandad en pleitos judiciales. Finalmente, otra empresa constructora, la de Eduardo Durán Carmona, concluyó los trabajos. La hermandad había conseguido hacer realidad la construcción de un nuevo templo propio, independiente, en que dar culto a sus imágenes.

Y llegó el gran día. El 27 de mayo de 1965, a las seis de la mañana, las imágenes titulares de la hermandad saldrían por última vez de la parroquia de San Lorenzo y, tras unas horas de estancia en la Catedral, entrarían por vez primera en su nueva iglesia. Aquél fue un año pródigo en salidas extraordinarias. El 30 de enero las imágenes del Señor y de la Virgen, portadas sobre andas, habían salido de San Lorenzo para recorrer los más de seis kilómetros que separaban su capilla de la barriada de Santa Teresa con motivo de las Misiones Generales de 1965. Tan solo cuatro meses después, de nuevo el Señor del Gran Poder y la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso salían a la calle, esta vez entronizados en sus andas procesionales, para poner rumbo a su nuevo templo. Aquel 27 de mayo El Correo de Andalucía publicaba en su portada un curioso «ruego de la Alcaldía al vecindario» de las calles por donde habían de transitar las sagradas imágenes para que «cuelguen sus balcones, contribuyendo así a la mayor gloria y honor de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder».

El programa de cultos previsto para ese día contemplaba el traslado procesional a la Catedral de ambas imágenes, donde se celebraría una misa de comunión general. Al anochecer, y después del canto del salmo del Miserere, se volvería a organizar la procesión para acompañar a los titulares a su nueva Casa.

Unos 900 hermanos participaron en el cortejo de acompañamiento al que también se sumaron, «excepcionalmente, por concesión especial del cardenal-arzobispo» más de dos mil hermanas y devotas, algunas de ellas descalzas, que formaron en nutridas filas tras las andas del Nazareno.

A las seis de la mañana ya no cabía un alfiler en la plaza de San Lorenzo. «Muchas personas de los pueblos próximos y de las barriadas lejanas, entre ellas la de Santa Teresa, que no contaban con medios de locomoción para llegar puntualmente a la hora de la salida, optaron por quedarse en la plaza de San Lorenzo y sus alrededores, en una guardia de Amor. Porque esta ocasión señalada no se repetirá», contaba el anónimo cronista de El Correo de Andalucía.

Saetas de Manolo Mairena por seguriyas recibieron la salida del Señor, cuyo paso estaba comandado por Manolo Bejarano, mientras que la banda de música de Infantería de Soria, que cerraba el cortejo, interpretó al salir la Virgen el Himno Nacional, seguido de otras marchas penitenciales como Virgen de las Aguas y Pasa la Macarena, según detalla la crónica de este periódico, que también reparó en las lágrimas del párroco de San Lorenzo, don Diego Guzmán, a la hora de despedir al Señor, «desde ahora Divino Vecino». Alrededor de las ocho, entraba la procesión en la Catedral.

Durante todo el día fue incesante el desfile de devotos ante los pasos, hasta que a las ocho y media de la tarde comenzó a salir por la Puerta de San Miguel la procesión de regreso. Todavía quedaba una última parada de los pasos en el andén de las Casas Consistoriales, donde la Banda Municipal interpretó varias marchas procesionales, entre ellas Ione. Acabados los discursos del alcalde, Hernández Díaz, y del cardenal Bueno Monreal, la procesión reanudó su itinerario hasta el templo. A las doce y media de la noche, en medio de una emoción honda, con una plaza de San Lorenzo apagada por completo, el paso del Señor ingresaba en el templo a los sones del primer Himno Nacional que sonaba en el órgano.

A la tarde siguiente, sin rastro de los pasos ya en el templo, el cardenal Bueno Monreal bendecía la nueva Casa del Gran Poder, un templo que está próximo a cumplir su primer medio siglo de vida.










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