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sábado, 4 de octubre de 2014

La Firma Invitada: Distopía cordobesa


Hay una corriente subterránea, silenciosa y expansiva que sospechosamente apunta a la consolidación de una colosal alianza alumbradora de una fuerza que aspira a gobernar Córdoba y determinar su futuro, hay una inercia o una intuición que señala la convergencia en una estructura de poder del sandokanismo, el parcelismo, el peñismo, el folclorismo verbenero y el cofrade, todo en la temperatura populista del rosismo con su poquito de guarnición clasista y el asesoramiento intelectual del Ateneo y la Real Academia, cuando arregle la sede. Palpita el sueño de la Gran Córdoba, el nuevo califato con Gómez al mando y El Cordobés como concejal de Cultura, las aportaciones programáticas de Castillero, los Duranes, lo mejor de cada casa, la ciudad por fin reencontrada, elevada en sus esencias, la certeza irrebatible de que lo nuestro es lo meón, el Museo Taurino transformado otra vez con su piel de Islero y su sangre manoletiana y el C4 redefinido hacia Centro de Interpretación del Perol, hay una tectónica que insinúa este camino, esta confluencia, este proceso transversal delimitado por la única ideología de la cordobesidad imbatible, la sublimación localista, la infinita pasión por nuestros colores, aunque sea otra vez en Segunda y con Escalante.

Con su permeabilidad territorial, con sus juventudes sandokanianas, con su Rosa Aguilar recuperada para explicarle a todo el mundo por qué lo de las tres culturas es algo distinto y diferente, con el orgullo vibrante y mítico de que, si Gotham tiene a Batman, Córdoba tiene a El Pele, este bloque irrumpirá de un momento a otro después de una definitiva asamblea en el Círculo para, tras ser bendecido por Castillejo, devolverle a Córdoba su esplendor, su gloria, su primavera con un mayo que durará dos meses. Una gran fiesta en la Corredera con otro flamenquín de récord Guinness y Queco actuando en directo será su bautismo social, allí estarán todos con el eslogan aprendido y el folleto electoral, proclamando una Córdoba que sea capital mundial vitalicia de la cultura, la gastronomía, el deporte, la caza y la papiroflexia, allí el Soy cordobés en bucle hasta que se canse Amelia Caracuel, el salmorejo de El Patri, el abrazo de todos, la cautivadora causa común, la barra libre para morenas, peñistas divorciados, cofrades ateos y los que acrediten que algún año han participado en la Batalla de las Flores, allí la lágrima del ciudadano que ha venido desde Valdeolleros con su camiseta de Havenaar y corea con sus niños "sí se puede", el comienzo de algo, la pirotecnia emocional barnizando el ánimo de una colectividad feliz que se entrega con pasión a sus líderes, el proyecto que necesitamos se está fraguando.










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