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martes, 25 de noviembre de 2014

El Candil: Coherencia y Responsabilidad


En esta sociedad que vivimos la coherencia es la conducta correcta que debemos mantener en todo momento y que se basa, fundamentalmente, en los principios familiares, sociales y religiosos aprendidos a lo largo de nuestra vida. Es el valor que nos hace cumplir con nuestras obligaciones de una manera eficaz y que nos determina a ser honestos, responsables y, sobre todo, confiables.


Uno de los inconvenientes de nuestro mundo ¿no es evidentemente la falta de coherencia? La coherencia, que es una actitud únicamente humana,  es en realidad la lógica de la vida y la manera consecuente  de vivir.  Sin embargo a menudo vemos, sentimos que no hay congruencia en afirmaciones, en juicios y en determinadas actuaciones...

La división, la ruptura, la simulación, entre lo que se piensa, se dice y se hace muestran que falta unidad en la forma de vida, en nuestro modo de actuar. Todos debemos realizar un esfuerzo diario por conseguir una armonía en la conducta, lo que a su vez nos lleva a ser cada vez más coherentes. El compromiso en la vida de una persona comprende tanto sus pensamientos como sus obras, y no entiende de fisuras entre ambas.

La incoherencia, solo manifiesta un total desequilibrio emocional, que puede ser tan profundo que llegue hasta los cimientos espirituales. La Palabra de Dios nos enseña que el árbol por sus frutos se conocerá.  Lo que indica que el cristiano verdadero se da a conocer por sus hechos que hablan mejor y más eficiente que mil palabras sin fundamento.

El Papa Francisco reconoció que: “No es fácil, lo sabemos todos, la coherencia en la vida, entre la fe y el testimonio; pero nosotros debemos ir hacia adelante y tener en nuestra vida esta coherencia cotidiana. ¡Esto es un cristiano!, no tanto por aquello que dice, sino por aquello que hace; por el modo en que se comporta”. El Santo Padre declaró que los cristianos “que viven en la incoherencia, hacen mucho daño”. 

¿Qué hay de nuestra responsabilidad, por tanto, en esa tarea de ser coherentes? Las peculiaridades de los tiempos actuales inciertos, turbulentos, de cambios inesperados vulgarizan la particular superioridad en los modos de gestión y en las formas de pensar, decidir y actuar de los garantes del gobierno de las organizaciones religiosas en general y de las cofradías en particular. Todos sabemos que la responsabilidad en su nivel más elemental es cumplir con lo que se uno se ha comprometido, o la ley natural hará que se cumpla.  Pero también conocemos que hay una responsabilidad mucho más sutil (y difícil de vivir), que es la del plano moral.

Según Santo Tomás de Aquino la ley moral natural: "No es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios ha donado esta luz y esta ley en la creación".

Sin embargo algunos interpretan la responsabilidad como una carga y no logran verla como algo personalmente relevante. Creen conveniente proyectarla como si fuera el problema de otros y no asumen sus cometidos, excepto cuando se trata de sus derechos, entonces son los primeros en reivindicarlos. 

También hay otros que cuentan con todo lo necesario para hacer lo que les corresponde y no lo hacen o lo hacen mal. Esas personas podemos llamarlas “desobligadas”. Las consecuencias de esa actitud se proyectan en dos sentidos: por un lado quienes las rodean dejan de tomarlas en serio y pierden la confianza. Por otro, las personas irresponsables son incapaces de ir dando una orientación a su vida. Se les olvida que son ellos, y no los demás, quienes construyen su destino y los ejecutores de su absoluto fracaso.

Somos muchos los que nos confesamos creyentes pero, ¿camina nuestra vida en coherencia con nuestra fe declarada? ¿O por el contrario manifestamos creer, pero vivimos según nuestros intereses y proyectos?

Hoy, en un mundo convulso y desorientado, es difícil expresar y vivir nuestra fe. Quizás tenemos muy clara nuestra doctrina pero la vida cotidiana a menudo se aleja mucho de ella y de la realidad que nos rodea. No siempre somos coherentes y responsables.

El propio Jesús apela a la coherencia religiosa. Nos interpela a unir lo que decimos con lo que hacemos, nos alienta a venerar a Dios con el corazón, con los labios, con los hechos, con el testimonio y con la vida entera. Será entonces cuando todo aquello que digamos no será vacío, sino sincero y real. En este empeño tengamos en cuenta aquél dicho que reza: "Las palabras mueven, el ejemplo arrastra".


Mª del Carmen Hinojo Rojas








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