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martes, 25 de noviembre de 2014

La Procesión de la Espada del Rey San Fernando


Antonio Rendón. En Sevilla hay también procesiones para minorías. Sin pasos, sin música, sin varas, sin cirios, sin controles horarios... Procesiones que son como ritos casi ocultos, sin anuncios ni publicidad.


El 23 de noviembre, día de San Clemente, se reúne cada mañana un grupo de incondicionales a una cita que se celebra temprano, en la penumbra de la Catedral y con la asistencia de la Corporación Municipal con sus correspondientes maceros y pareja de ordenanzas con guantes blancos. Esta procesión se lleva a cabo por la efeméride del mes de noviembre de 1248, cuando se rindió Sevilla a Fernando III el Santo. El reyezuelo Axataf, después de dos años de asedio y cerco entregaba la ciudad a los cristianos. Con motivo de este hecho, el rey Alfonso X el sabio instituyo en el año 1255 la llamada procesión de las gradas, también conocida como procesión de la espada o de San Clemente. Esta tradición se ha mantenido hasta nuestros días. 

La procesión tiene un cortejo muy particular. Primero forman unos señores de trajes oscuros y medallas que se dedican al estudio de la vida de Alfonso X seguido de los canónicos que forman a dos filas luciendo la esplendida colección de capas pluviales del Cabildo. Especial mención merece la que luce el deán Teodoro León Muñoz para el que se reserva la de la estrellas. La comitiva continúa con la reliquia de San Clemente y el alcalde, Juan Ignacio Zoido, que trasportaba la espada (Lobera) de San Fernando, suspendida verticalmente  y  sustentada por la hoja y no por el mango. El concejal más joven del Ayuntamiento, en esta ocasión José Luis García Martín, portó el pendón Real. Después un largo tramo de señores con capas albas que son de la Orden de San Clemente, fundada a finales de los años ochenta y unas damas muy guapas, luciendo mantillas negras, vinculadas a esta orden, como Maruja Vilches, Hermana Mayor de la Hermandad de Penitencia de los Javieres.

Al final de la procesión el alcalde Juan Ignacio Zoido fue hasta la capilla Real y devolvió la espada tal y como había jurado.

Fotos Antonio Rendón Domínguez



















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