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viernes, 21 de noviembre de 2014

Verde Esperanza: Sentido de sacrificio y compromiso




Vuelvo a llamar a su pequeña ventana, querido lector de Gente de Paz. Después de un paréntesis de varias semanas vuelvo a escribir para este blog con el que tan identificado me siento y al que tan agradecido estoy. Si usted era asiduo a leer mi “columna”, le ruego disculpe mi ausencia y le agradezco de corazón que dedique su tiempo a leerme de nuevo. Espero no decepcionar.

Durante este tiempo he ido captando ideas de aquí y de allá sobre temas de los que me gustaría hablar. Quiero comenzar hablando del sacrificio, un bien cada vez más escaso en las Cofradías, a mi parecer. Como suelo hacer, me apoyo en la RAE para clarificar el concepto, escogiendo esta acepción que me viene al dedillo para lo que hoy quiero expresar:

            7. m. Acto de abnegación* inspirado por la vehemencia del amor.
*1. f. Sacrificio que alguien hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses, generalmente por motivos religiosos o por altruismo.




Pienso que el ritmo de vida vertiginoso que llevamos, unido al egocentrismo habitual en nuestra sociedad y el sentido cada vez más difuso que tiene la Semana Santa comienza a pasar factura a las Hermandades. El sacrificio parece algo negociable: ahora sí, ahora no, en un tiempo quizá… Es una cuestión que se recrudece en los jóvenes de las Cofradías. Por supuesto, rehúyo de cualquier tipo de generalización, y que se salga el que quiera. Y es que, de hecho, hay muchos jóvenes cofrades que se sacrifican por su Hermandad y que sirven de ejemplo de compromiso para algunos mayores. Yo, por ejemplo, tuve la suerte de estar en un Grupo Joven muy comprometido y que hizo que me cautivara del todo de mi Hermandad.

Pero sí es cierto que percibo que las Hermandades son algo cada vez más secundario, que comienzan a servir como un elemento más con el que rellenar tu tiempo libre, cuando no como una moda más. Si no tengo nada que hacer, si no he quedado con mis amigos o mi pareja, si estoy aburrid@ en mi casa, puedo plantearme ir a algún acto de Hermandad, a misa o a ayudar a la Cofradía en lo que requiera ese momento. Se pierde cada vez más el sentido de sacrificio, ya digo que es un tema que se agudiza entre los jóvenes. Excepto si es cuaresma, eso sí. Ahí las reglas del juego cambian: ensayos, conciertos, pregones… Eso sí que mola, ¿eh? Pero ese es otro tema del que ya he hablado otras veces, y no quiero aburrir.

Cuando uno se acerca a una Hermandad con una intención que trasciende más allá de salir el día de la Estación de Penitencia, ha de ser responsable de sus actos, y saber dónde se está metiendo. Lo confieso, y no es ningún secreto, yo comencé a hacer lo que a mí me gusta denominar “vida de Hermandad”, a comprometerme en definitiva, con una edad relativamente avanzada, unos 20 años. Pero sólo hay que abrir los ojos y echar un vistazo a toda esa gente que está al pie del cañón los 365 días del año para, no sólo darse cuenta de lo que significa hacer vida de Hermandad y ser cofrade, sino para cautivarse totalmente y para siempre de ese estilo de vida. Y es que, como acertadamente apuntaba la RAE, todo sacrificio ha de estar “inspirado por el amor”. Es decir, para que tengamos voluntad de sacrificar tantas cosas como sacrificamos, hemos de sentir amor por nuestra Hermandad.

Pero a los jóvenes, por “h” o por “b”, nos cuesta enamorarnos de una Hermandad. Pero enamorarse de verdad, no de los cambios que hace el paso de misterio, del vaivén acompasado de los varales del palio o de la melodía de la corneta. Eso es lo fácil: entra por los ojos o por cualquier otro sentido. Lo difícil, lo raro, es querer estar alrededor de nuestros titulares y acompañados por los demás hermanos de Cofradía durante el máximo tiempo posible. Tener sed, sed de Hermandad. Si en el pequeño diccionario cofrade de cualquier miembro de Grupo Joven, Junta de Gobierno o persona vinculada a una Cofradía, los términos compromiso y sacrificio no ocupan un lugar privilegiado, algún error se ha cometido. Hay que retroceder sobre los propios pasos y explicar muy bien en qué consiste ser de una Hermandad. Estos dos términos, unidos a otros como amor, fe, caridad y solidaridad, todos ellos subordinados a lo principal: Cristo, son la base ineludible de cualquiera que se haga llamar cofrade.


Será problema de que hoy en día los jóvenes no quieren atarse a nada ni nadie, rehúyen cualquier tipo de compromiso o quizá sea que las Hermandades también se ven afectadas por esa terrible corriente social de las prisas, que impiden que se transparenten o se transmitan esos valores que han de estar presentes en cualquier Cofradía. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que para muchos que se autodenominan cofrades, jóvenes o no, la belleza de seguir a Jesucristo desde el prisma de una Hermandad pasa desapercibida.

Preocupante, sin duda. Es algo que entre todos hemos de hacernos mirar. Hay que concentrar los esfuerzos en los Grupos Jóvenes, que serán las Juntas de Gobierno del mañana, donde el sacrificio y el compromiso son y serán totalmente imprescindibles. Prediquemos con el ejemplo entre todos, seguro que así más jóvenes deciden amar a su Cofradía y que realmente merece la pena sacrificar otras cosas. Qué bonito es comprometerse con tu Hermandad, la que llevas en tu corazón.

Bendita locura.

Hermandad. Todo un sentimiento y un estilo de vida resumido en una sola palabra.

Dedicado a aquellos con los que compartí mis primeros años en mi Hermandad, ellos saben quienes son.

José Barea
    









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