Con la celebración litúrgica del bautizo de Jesús el pasado domingo terminó la Navidad, ahora sí, no cuando lo dicta el Corte Inglés. Y con su finalización, se inicia una nueva etapa, esa que tanto necesitan muchos cofrades y cuya llegada llevan deseando desde hace semanas.
Un amigo decía el otro día que "acaba de nacer y ya tengo ganas de clavarlo en la cruz"… y es que los cofrades a veces somos un poco excesivos. Bromas aparte, el mismo día de Reyes ya inundaban las redes sociales los típicos chistes gráficos de la cruz de guía "acosando" la carroza de Baltasar y comentarios que dejaban claro el ansía latente en muchos capillitas porque llegue el tiempo de las igualás y los ensayos costaleros.
Un amigo decía el otro día que "acaba de nacer y ya tengo ganas de clavarlo en la cruz"… y es que los cofrades a veces somos un poco excesivos. Bromas aparte, el mismo día de Reyes ya inundaban las redes sociales los típicos chistes gráficos de la cruz de guía "acosando" la carroza de Baltasar y comentarios que dejaban claro el ansía latente en muchos capillitas porque llegue el tiempo de las igualás y los ensayos costaleros.
Lejos de pretender abanderar cruzada alguna contra kofrades, diré de antemano que no me parece en absoluto mal que los jóvenes cofrades se manifiesten en este sentido. Me parece completamente normal que pregonen las ganas de que comience todo eso que acabará derivando en la semana más bonita del año.
Pero no es menos cierto que echo en falta que todo este deseo no se complemente con otros elementos que se me antojan fundamentales para vivir el universo cofrade en toda su plenitud.
Soy absolutamente consciente de que al ascua de las cofradías se arriman muchos que lo hacen únicamente por el componente cultural y estético que indudablemente tienen. Sin embargo estos no son cofrades. Los que lo somos, por encima de cofrades somos católicos, cristianos, vaya; y por ello hemos de alimentar nuestras vivencias con otros componentes adicionales a una reducción exclusiva de cornetas, tambores y costales.